Maragall toma posesión rodeado de líderes de la izquierda, autonómicos y europeos
La multitud gritó "ja som aquí" cuando el presidente saludó desde el balcón de la Generalitat
Pasqual Maragall tomó posesión ayer como presidente de la Generalitat, en un ambiente de euforia popular y rodeado de líderes socialistas autonómicos y europeos. El cambio político que supone el acceso de la izquierda al Gobierno catalán, tras 23 años de pujolismo, se escenificó a la vista de las dos mil personas que acudieron a la plaza de Sant Jaume cuando el nuevo presidente salió al balcón del palacio de la Generalitat acompañado de Josep Lluís Carod Rovira (ERC) y Joan Saura (ICV) y del líder del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero. La multitud gritó "ja som aquí", en memoria de las primeras palabras que en 1977 pronunció el presidente Tarradellas en el mismo balcón al retornar del exilio.
El traspaso del poder de Pujol a Maragall fue una ceremonia solemne pero breve, de apenas diez minutos. Pujol leyó el decreto de convocatoria del acto y destacó "la madurez y consolidación democrática" que representaba. El presidente del Parlamento catalán, Ernest Benach, leyó el decreto de nombramiento de Maragall, firmado por el Rey y el presidente Aznar. Benach impuso luego a Maragall el collar distintivo de la presidencia de la Generalitat que Tarradellas transmitió a Pujol en 1980.
Maragall leyó un discurso de dos folios, en los que destacó que la alternancia es la esencia de la democracia: "Los que mandaban, ya no mandan; y quienes estaban en la oposición, gobiernan". Después agradeció a Pujol que hubiera hecho posible este momento.
El nuevo presidente garantizó que "habrá entendimiento" entre los tres líderes de la coalición de gobierno y lanzó su mensaje al resto de España. Cataluña contribuirá desde ahora, dijo, "no a la educada distancia que hemos mantenido durante tiempo", sino a la búsqueda de nuevos puentes de acuerdo". Y a los "conservadores de las esencias patrióticas situados a uno y otro lado del Ebro" les aseguró: "No hemos de romper nada".
Entre el millar de personas que asistían a la toma de posesión figuraban los presidentes de Aragón, Marcelino Iglesias; Andalucía, Manuel Chaves; de Asturias, Vicente Álvarez Areces, y el vicepresidente de Castilla-La Mancha, José María Barreda, y el portavoz del Gobierno vasco, Josu Jon Imaz. Los líderes del PSOE de Baleares, Francesc Antich; de Valencia, Joan Ignasi Pla; y del País Vasco, Patxi López. Imaz aprovechó la ocasión para subrayar que la voluntad de reformar el Estatuto existente en Cataluña, "coincide también con la de la sociedad vasca".
La de ayer fue para la izquierda catalana una jornada con emociones equiparables a las de la toma de posesión de Felipe González en 1982. Pero la variedad y el pluralismo marcaban una notable diferencia. Esta vez quien accede al Gobierno no es sólo el PSOE sino el conjunto de la izquierda, que ha formado una coalición de cuatro partidos. La euforia era compartida por socialistas, republicanos, ecosocialistas y comunistas.
Había muchos socialistas, encabezados por Zapatero y el primer secretario del PSC, José Montilla. Estaban también sus antecesores en el cargo, Narcís Serra y Raimon Obiols; y dirigentes como Josep Borrell y Jordi Solé Tura.
A resaltar la dimensión política y el cosmopolitismo del acto contribuyó la presencia del secretario general de la Unión Europea para Política Exterior y Seguridad, Javier Solana, y del comisario europeo de Economía, Pedro Solbes; de la presidenta del Congreso de la República de Chile, Isabel Allende; el ex presidente de Portugal, Mario Soares, y el jefe de Gobierno de Andorra, Marc Forné.
Pero junto a ellos estaban también los dirigentes históricos del PSUC y del PCE, Gregorio López Raimundo, Antoni Gutiérrez Díaz, y Santiago Carrillo, respectivamente. El nuevo conseller en cap y secretario general de Esquerra, Josep Lluís Carod, llegó acompañado por Jordi Carbonell, presidente de su partido, que en la década de 1970 fue uno de los líderes de plataforma unitaria del antifranquismo, la Assemblea de Catalunya.
Entre el casi millar de invitados, numerosos miembros de varias generaciones de militantes de la izquierda, así como un destacado núcleo de altos empresarios, encabezados por el presidente de La Caixa, Ricard Fornesa; el director general, Isidre Fainé, y el presidente de la patronal Fomento del Trabajo, Juan Rosell.
CiU contra Zapatero
No fue un día fácil para los dirigentes de Convergència i Unió (CiU). Se escenificaba la pérdida del poder que han disfrutado desde 1980 y algunos de sus dirigentes y miembros del Gobierno saliente fueron abucheados por la multitud reunida en la plaza, al entrar y salir del palacio de la Generalitat.
El portavoz del Grupo Parlamentario de CiU, Felip Puig, mostró su indignación por el "espíritu de crispación y revanchismo" de quienes les insultaron. Tampoco le gustaron las palabras de Pasqual Maragall tras la toma de posesión. Puig lo interpretó como un discurso "parcial, distinado sólo a los votantes socialistas".
Pero lo que escandalizó a los nacionalistas fue que el secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, apareciera también en el balcón del palacio de la Generalitat. Un lugar donde se han desarrollado acontecimientos históricos de tanta significación como la proclamación de la República en 1931. "La política catalana está desde hoy más subordinada a la española", sentenció Puig, "y prueba de ello es la imagen de Zapatero en el balcón".
La representación del Gobierno en el acto corrió a cargo de la ministra de Administraciones Públicas, Julia García Valdecasas, que hizo honor a su condición de catalana cantando también al final el himno Els Segadors, como todos los asistentes.
Tanto Pujol como los miembros del Gobierno saliente abandonaron el palacio inmediatamente después de la toma de posesión. Ningún representante de CiU asistió después al almuerzo ofrecido por Maragall a las autoridades y principales invitados. Quien sí lo hizo fue el presidente del Grupo Parlamentario del PP, Josep Piqué.
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