Maragall, elegido presidente de la Generalitat
El candidato de la izquierda obtiene un amplio respaldo de 74 votos, contra los 61 de CiU y PP
La izquierda catalana alcanzó ayer su sueño, tantas veces aplazado. El socialista Pasqual Maragall fue investido presidente de la Generalitat con los 74 votos de los tres grupos parlamentarios de izquierda -Partit dels Socialistes (PSC), Esquerra Republicana (ERC) e Iniciativa Verds-Esquerra Unida (ICV-EUiA)-, que pusieron fin a 23 años de pujolismo y de dominio de CiU sobre la Generalitat. Maragall se convirtió así en sucesor de Jordi Pujol. En una sesión de investidura que todos calificaron de histórica, el candidato obtuvo la mayoría absoluta en la primera votación y se comprometió a gobernar "para todos" y a dar un salto en el autogobierno con pleno respeto a la Constitución.
En las primeras frases que dirigió a los diputados, Maragall subrayó su intención de ser el presidente "de todos" y destacó que "el catalanismo de izquierdas tiene ante sí el reto de superar lo que Convergència i Unió ha hecho durante 23 años, que no es poco". "Ustedes han dirigido el barco de Cataluña hasta aquí, y lo han hecho, si no a gusto nuestro, sí con gran dignidad", afirmó Maragall, ya investido presidente de la Generalitat y tras estrechar la mano a Jordi Pujol.
El presidente del Parlamento catalán, el republicano Ernest Benach, presentará hoy por la mañana al rey Juan Carlos el acuerdo de la Cámara, para que firme el nombramiento del nuevo presidente. La toma de posesión será el sábado.
Las palabras pronunciadas por el líder socialista fueron una expresión más de la cortesía con que transcurrió la segunda jornada de la sesión de investidura. Maragall tuvo en el convergente Artur Mas un opositor duro, pero el debate de altura se produjo con el líder del PP, Josep Piqué. Se rompía así uno de los tabúes del pasado -la irrelevancia del PP en todos los debates centrales en Cataluña- para restablecer el juego político en el tradicional, convencional y homologado tablero de la derecha y la izquierda.
Maragall, además, dio ayer al PP el trato deferente que nunca le había conferido Jordi Pujol, a pesar de la estrecha colaboración parlamentaria mantenida durante ocho años. "No dejaremos que nadie ponga en duda su catalanidad", le dijo a Piqué el todavía candidato.
El ex ministro de José María Aznar correspondió a esa nueva actitud mostrando su predisposición a colaborar con la nueva mayoría de izquierdas, pero expresó sus dudas y su inquietud ante las reformas institucionales que impulsará el nuevo Gobierno. Pese a todo, dejó la puerta abierta a una eventual colaboración y se expresó siempre en tono cordial -muy distinto al utilizado por sus correligionarios del Gobierno central- y sin acusar nunca a la izquierda de promover proyectos anticonstitucionales.
Reformar España
Pero, cortesía aparte, las palabras pronunciadas por Maragall no convencieron a los populares, a pesar de enunciarse desde la voluntad de reformar España, no de disgregarla. "No diremos adiós a España, pero no nos callaremos. Cataluña está dispuesta a dar un paso adelante, no contra España; si lo hace con educación no se nos podrá decir que no. Cataluña, desde la amistad, dirá: 'Dejadnos hacer y seremos más vuestros", dijo el candidato, quien reiteró su respeto a las leyes: "Nosotros somos enormemente respetuosos con la Constitución y esto incluye también el sistema de reforma de la Constitución".
Maragall no quiere darse por vencido e insistió en incorporar a Piqué y a los 15 diputados del PP al acuerdo para la reforma del Estatut y la revisión de la financiación: "Queremos que estén presentes en el gran acuerdo nacional para el autogobierno y la financiación; les pedimos que arriesguen, que se la jueguen por el interés de Cataluña". El candidato a la investidura pidió incluso que Piqué asuma un papel de mediación para "moderar" los ataques de que es objeto el tripartito de izquierdas desde el Gobierno central. Maragall rogó al dirigente conservador, para lograr un diálogo fluido y encauzar las relaciones mutuas, que continúe en el Parlamento y no se presente a las elecciones generales de marzo.
Fue durante este intenso debate, el más largo de todos los que mantuvo Maragall, cuando se discutió más de políticas concretas. Piqué sostuvo que el programa del nuevo Gobierno provocará "más gasto, más déficit, más impuestos, y menos crecimiento". Ambos se mostraron de acuerdo en explorar vías para privatizar la gestión del aeropuerto. "Eso sí, conservando en manos públicas una acción de oro", es decir, la capacidad de vetar decisiones de especial relevancia, subrayó el candidato.
Maragall ratificó su intención de crear la figura de jefe de la oposición. Pero su duelo con Piqué puso en evidencia que el convergente Artur Mas deberá luchar a fondo con el ex ministro de Aznar para ganarse el liderato, pese a que cuenta con el triple de diputados que el PP.
Artur Mas apuntó las directrices de su línea política en la legislatura que ahora comienza. Los convergentes tratarán de situar el listón del Estatuto bien alto para poner a prueba al PSOE y hurgar en las posibles discrepancias del PSC y del nuevo Ejecutivo catalán con los socialistas españoles. Mas hizo un discurso muy soberanista y consideró que el programa de la izquierda es poco ambicioso, muy particularmente por lo que se refiere a la propuesta de financiación.La federación nacionalista, que todavía preside un Jordi Pujol mudo por primera vez en una sesión de investidura del Parlamento catalán, será beligerante, advirtió Mas, en "el cumplimiento de los compromisos" esbozados por el PSOE sobre el Estatuto.
Los aplausos dispensados a Mas desde los bancos convergentes eran más de ánimo que de entusiasmo. Intentaban paliar la decepción por la pérdida del poder en la Generalitat, tras 23 años de gobierno. Una decepción que el propio Mas expresó con indisimulado malestar: dijo que él había ganado las elecciones -obtuvo cuatro escaños más que Maragall, pero 8.000 votos menos- y se quejó de que las izquierdas se hubieran puesto de acuerdo para impedir la permanencia de CiU en el Ejecutivo.
Todos estos elementos pesaron a la hora de mostrar la dureza de la oposición que aguarda al tripartito de izquierdas. El portavoz de CiU, Felip Puig, intentó incluso, con el apoyo del PP, utilizar el reglamento de la Cámara para que los convergentes pudieran responder a cada una de las intervenciones de los integrantes del tripartito, al exponer cada uno una parte del programa común. La Mesa lo impidió al sostener que el programa que había que debatir era sólo el expuesto por Maragall.
Entusiasmo
El hilo rojo que recorre la historia de Cataluña aludido por Maragall se hizo ayer visible en el palco de la Cámara, en el que estuvieron muchos líderes de la izquierda catalana, históricos y presentes: los socialistas Raimon Obiols, Narcís Serra, Isidre Molas, José Montilla, Joan Clos, entre otros, y el ex líder del PSUC y de ICV Rafael Ribó-, que siguieron la votación en silencio y con la emoción contenida. Decenas de entusiastas de la izquierda plural abarrotaron la sala de invitados y, tras la sesión, vitorearon a Maragall al grito de "¡Presidente, presidente!". El ya presidente electo de la Generalitat estuvo acompañado por su familia -su esposa, sus hijas y su nieto. También siguieron la investidura el alcalde de Zaragoza, el socialista Juan Alberto Belloch, y el consejero de Justicia del Gobierno vasco, Joseba Azkarraga.
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