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Reportaje:LA CAPTURA DE SADAM | La insurgencia

Una resistencia sin líder

La minoría suní de Irak seguirá siendo caldo de cultivo para la oposición armada contra la ocupación

Ángeles Espinosa

La imagen lo decía todo del cambio vivido por Irak en los últimos ocho meses. Un Sadam Husein barbudo, desaliñado y con la mirada perdida se sometía resignado al chequeo médico tras su captura. Repentinamente envejecido y arrugado, el déspota de Tikrit se enfrenta ahora a una suerte en las antípodas de sus admirados Nabucodonosor y Saladino. Lejos quedan ya su porte arrogante retando al mundo en vísperas de la guerra, las inverosímiles muestras de apoyo popular en las que los iraquíes prometían derramar su sangre por él o los numerosos palacios construidos incluso durante los 12 años de embargo internacional. Quienes entre los iraquíes aún temían su regreso, pueden dormir tranquilos. Menos claro está que su captura vaya a acabar con la oposición armada a los ocupantes.

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Su localización en un sótano estrecho y sin ventilación ha puesto fin al juego del escondite que el tirano inició el pasado 9 de abril con las tropas estadounidenses a la vez que éstas tomaban, sin resistencia, el control de Bagdad. De la misma forma, sin gastar una sola bala, lograron capturarle el pasado sábado para gran ignominia del hombre que había prometido "morir en este país y preservar nuestro honor, el honor que debemos a nuestro pueblo". No se disparó un tiro en la sien como esperaban sus seguidores, ni siquiera se defendió con su revólver como hicieran sus hijos Uday y Qusay el pasado julio en Mosul. Su captura, vivo y sin presentar batalla, es sin duda el mayor triunfo para Washington, que desnuda así a Sadam de la aureola que pudiera quedarle como símbolo del desafío árabe contra Estados Unidos. "Se ha mostrado cooperativo y hablador", insistía ayer el general Ricardo Sánchez, dando a entender que no había sombra de la actitud desafiante que le caracterizaba. Sin duda, ocho meses de fugitivo en alguna de las 30 madrigueras que tenía por todo el país han contribuido a ello.

En el vídeo que mostró Sánchez, Sadam ni siquiera habla, pero su silencio es más elocuente que la docena de mensajes escritos y sonoros que se le han atribuido en este tiempo. "Hoy no hay otra prioridad que la expulsión del ocupante ateo, asesino y cobarde", aseguraba el primer texto imputado al dictador y difundido por un diario árabe de Londres el 30 de abril. Su llamada a la resistencia se repetía una semana después en una grabación sonora entregada a un periódico australiano, y a finales de mayo se ampliaba "a todos los muyahidines, a los valientes hijos de la nación árabe y los miembros del partido Baaz árabe y socialista". A mediados de junio, un nuevo mensaje manuscrito amenaza con "extender el combate a los ciudadanos de los países ocupantes y a sus aviones".

Para entonces el trabajo de los responsables de Operaciones Psicológicas (más conocidos por el acrónimo sicops) ya habían logrado convencer a una buena parte de los iraquíes de que Sadam no sólo era un dictador, sino también un cobarde que no había presentado batalla y que probablemente había alcanzado un acuerdo con los norteamericanos que le había puesto a salvo en un tercer país. Esta informadora escuchó de forma consistente esta historia en diversos lugares de Irak y a gente de distintos orígenes, formación y convicciones. Tal vez por ello, en julio se prodigan en varias cadenas de televisión árabes las grabaciones sonoras en las que Sadam asegura encontrarse dentro del país, se atribuye la ola de ataques contra los soldados estadounidenses y repite su llamamiento a "expulsar a los invasores". La CIA considera "muy probablemente auténtica" la voz de tres de las cinco cintas difundidas ese mes. Las bravatas se repitieron en agosto y septiembre, cuando, curiosamente, en uno de los mensajes Sadam negaba tener relación alguna con el atentado contra el ayatolá Al Hakim en Nayaf. Al Arabiya difundió la última grabación atribuida al dictador el 16 de noviembre.

No sólo los analistas políticos, sino los propios responsables militares han advertido de que la captura de Sadam no significa el fin de la resistencia. "No esperamos que en este momento se produzca una desaparición total de los ataques", admitió Sánchez, que días atrás había anunciado que temía un recrudecimiento de las agresiones en los próximos seis meses, justo el tiempo que falta para la transferencia del poder a un Gobierno iraquí. La detención del tirano, celebrada por la mayoría de los iraquíes, habrá desanimado a sus seguidores, pero éstos no son el único grupo insurgente que opera en Irak.

La resistencia ha crecido más allá del control y de la influencia de Sadam. Las informaciones que manejan los servicios secretos y los observadores hablan de entre 15 y 30 grupos de diferente cariz y orientación. Un eventual debilitamiento de sus leales podría hacer incluso que se unieran a la insurgencia de corte nacionalista quienes hasta ahora se han mantenido al margen del combate por temor a ser tildados de simpatizantes de Sadam, en especial si la detención no se traduce en un próximo fin de la ocupación (extremo que no parece previsible a tenor de lo declarado)

De hecho, el caos que la invasión estadounidense llevó a Irak ha permitido una peligrosa alianza de islamistas y nacionalistas cuyas consecuencias aún están por ver. El riesgo potencial se agrava en la medida en que la comunidad suní sigue sin tener un líder representativo que, al igual que en el caso de chiíes y kurdos, defienda los intereses de esa minoría en el futuro Gobierno de transición. A falta de una voz reconocida, los suníes de Irak seguirán siendo el caldo de cultivo del que se nutra la resistencia, con o sin Sadam.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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