El presidente impasible
El presidente del Gobierno no ofreció ayer respuesta alguna a los numerosos interrogantes que inquietan a los ciudadanos tras la emboscada en la que perdieron la vida siete militares españoles al servicio del Centro Nacional de Inteligencia (CNI). Los representantes de la soberanía nacional, convocados por el presidente para escuchar sus explicaciones sobre el terrible golpe sufrido por los servicios secretos, no obtuvieron de José María Aznar ningún dato relevante sobre las circunstancias en que se produjo la emboscada ni sobre las consecuencias para el trabajo del CNI en Irak y para las tropas españolas a las que apoyaban en su labor de información. La parquedad de datos puede ser explicable en parte por cuestiones de seguridad, pero tampoco proporcionó Aznar ninguna valoración ni análisis sobre el papel que están jugando las tropas españolas en Irak -más allá de una enumeración de tareas civico-militares-, el tiempo que hará falta mantenerlas, ni la eventualidad de ampliar o reducir su presencia. Mucho menos todavía sobre la salida política y militar a una situación que en vez de despejarse se complica día a día, a excepción de ratificar un calendario, probablemente poco realista, establecido por Estados Unidos en función de los intereses electorales de su presidente.
Su único mensaje fue mantenerse impasible y apretar los dientes ante las malas noticias, sin rectificar ni un ápice ni reconocer error alguno, ni siquiera al modo tan modesto de su ministra de Exteriores, que admitió hace escasos días el empeoramiento de la situación en Bagdad.
La inmovilidad del presidente del Gobierno alcanzó incluso a la gestualidad y al tono de reprimenda y airado reproche contra todos los que no están de acuerdo con él: el único consenso es adherirse incondicionalmente a la posición de su Gobierno. La mano tendida por la oposición, fundamentalmente por Rodríguez Zapatero (PSOE) y Xavier Trías (CiU), no recibió ni siquiera una palabra de cortesía para recoger el guante del consenso. Mariano Rajoy, esta vez como portavoz del PP, no se diferenció de Aznar en sus consideraciones generales, pero permitió al menos comprobar que la entonación y el énfasis de un discurso pueden convertirse en parte del contenido, en este caso más propicios al diálogo.
El ambiente de este debate, celebrado poco después de los funerales de Estado -de los que fue excluido insólitamente el PNV-, tuvo una fuerte carga emocional que la oposición renunció acertadamente a aprovechar. Pero si el atentado contra los agentes españoles no es una justificación para salir de Irak, el dolor por su muerte tampoco justifica haber ido allí. Lo que está ocurriendo en Irak, donde es difícil deslindar lo que pueden ser actos indudablemente terroristas con actuaciones más próximas a lo que se entiende como resistencia a una ocupación extranjera, tiene mucho que ver con el carácter ilegal y unilateral de la invasión, y con los errores estratégicos cometidos después. Por ello es sensata la oferta de Zapatero, de "soluciones alternativas para que la situación no siga empeorando", secundada en buena parte por otros grupos. Sus tres ejes básicos -plena involucración de las Naciones Unidas, de la Liga Árabe y de la Conferencia Islámica, preparar un Gobierno provisional representativo y recuperación de la unidad europea- se sitúan en la línea que propugna Kofi Annan de avanzar sin reabrir heridas.
Zapatero propuso asumir una "responsabilidad general española" respecto a lo que por designio de Aznar "hemos contribuido a desencandenar". Pero si no se puede abandonar ahora Irak a su suerte, también el dirigente socialista tiene razón al considerar que no se puede "comprometer a España en una trayectoria errática". Desde el principio, aunque haya caído en desuso la excusa de las armas de destrucción masiva, el discurso de Aznar se ha centrado en un único concepto, el de la amalgama entre el terrorismo "de aquí y de allí", con exclusión de toda idea de "resistencia" iraquí, de que las tropas de España sean vistas como de ocupación, o incluso que haya una situación de guerra. Aunque le pese a Aznar y por desgracia, no hay cómo elegir entre "terrorismo" y "resistencia". De todo hay en la catástrofe de Irak.
Pero estos errores de perspectiva y de concepto pueden arrastrar a más y mayores errores políticos.
Aznar se salió del aprieto gracias al formato de sesión informativa que le permite hablar, escuchar y concluir sin réplicas, en lugar de someterse a un debate parlamentario en regla. Tuvo ante sí todos los elementos necesarios para recomponer el consenso mirando al futuro. Pero, impasible e imposible, los apartó de un manotazo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
- Xavier Trias
- Mariano Rajoy
- José Luis Rodríguez Zapatero
- Plenos parlamentarios
- Declaraciones prensa
- CNI
- Comparecencias parlamentarias
- VII Legislatura España
- Ocupación militar
- Opinión
- Presidencia Gobierno
- CiU
- Congreso Diputados
- Misiones internacionales
- Guerra Golfo
- Ejército español
- José María Aznar
- Irak
- PSOE
- Fuerzas armadas
- Servicios inteligencia
- Legislaturas políticas
- Seguridad nacional
- Víctimas guerra
- Espionaje