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Columna
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Gran Hermana

Dentro del liderazgo anal (adjetivo de Ana) que se ventila en el partido del Gobierno, la esposa del presidente ha encontrado una seria adversaria: Ana Mato, la secretaria de Organización. Ana Mato ha asumido una portavocía de facto que le lleva a pronunciarse cada vez que alguien no cumple sus deberes con el plan Ibarretxe. La última de sus intervenciones tuvo lugar después de la elección de la nueva ejecutiva de la FEMP, la Federación Española de Municipios y Provincias. Tras consensuar una lista conjunta de todos los partidos, el PP se descolgó con una inesperada declaración institucional, que buscaba no sólo el apoyo a la Constitución sino la enésima condena del plan Ibarretxe. Toda la oposición, salvo Coalición Canaria, se negó a escenificar la maniobra. Y Ana, por la tele, volvió a recordarnos que vivir más allá del PP es vivir en el error.

A partir de ahora, el pronunciamiento en contra del plan Ibarretxe pasará de ser una opción política a una demanda social, y cualquier muestra de debilidad recibirá la glosa correspondiente. Ana Mato pasará lista implacable. Se van a extender las declaraciones al respecto, se multiplicarán las trincheras verbales. Habrá repudios del plan en los congresos de cirujanos, en las jornadas de medievalistas, en los encuentros de literatura comparada. Los ciudadanos deberán expresar su oposición al plan antes de obtener el permiso de conducir o a la hora de comprar un microondas. En los puestos de castañas habrá recogida de firmas (o hay firma o no hay castañas) y proliferarán los contundentes pronunciamientos del colegio de meteorólogos, de la asociación de viudas, de la federación de criadores de cerdo ibérico. Dirán no al plan Ibarretxe la sociedad de autores, el obispado de Murcia, el sindicato agrícola de Tierra de Campos y el pleno municipal de Rascafría. Se exigirá el no al plan Ibarretxe en las casas de putas y en los casinos de pueblo, en las cajas de ahorros y en los cajeros del súper. Habrá que hacer un examen constitucional en el dentista, antes de una limpieza de boca, o en los accidentes de coche, antes de rellenar el parte.

Y ante cada muestra de pusilanimidad, ante cada mano que tiemble en el momento de la rúbrica, ante cada muestra de incoherencia, de falta de redaños, de miedo o indecisión, Ana Mato convocará a los medios y su linda cara aparecerá por la noche en La Primera. Ahí sentenciará de nuevo la falta de coraje socialista, su imperdonable tolerancia con toda clase de renegados: separatistas vascos, conniventes catalanes, rencorosos comunistas. Ana Mato despejará todas las dudas, porque ningún constitucionalista convencido se negaría a rechazar el plan Ibarretxe, por más que la propuesta de la firma se realice cuando vaya a comprar churros o antes de montar en telesilla. Todos estaremos en esas y en otro caso Ana pondrá el dedo en la llaga. Denunciará al blando, al equidistante, al cobarde, al silente, al inconcreto. Ninguna prevención será suficiente a la hora de identificarlos, de quitarles la careta. El país está lleno de mentes confundidas, pero todavía peor: el país está lleno de secesionistas disfrazados, anónimos peatones que ante las urnas deciden, amparados en su cobarde anonimato, votar a Esquerra, al BNG o a Eusko Alkartasuna, esa infame operación que aún es posible, ya que no puede ponerse a todo el mundo un jiménez-de-parga adherido a la papeleta.

En definitiva: Ana Mato estará en todas, como la centinela, la Gran Hermana, la capitana mayor del intocable régimen. Marcará a los disidentes socialistas, como un férreo central yugoslavo, cada vez que aquellos entren en el área; deslizará, tras cada palabra pusilánime del ambiguo, una sombra de sospecha acerca de su verdadero patriotismo; y al tiempo dará la espalda a todos esos apestosos nacionalistas, enquistados en cualquier esquina del Estado, de cuyo contacto quiere preservar al socialismo, esa agrupación de huérfanos.

Qué papel han adjudicado a esta chica. Realmente llego a imaginarme a Ana Mato, vestida sólo con el tanga constitucional y blandiendo un látigo en la mano, mientras grita, inmisericorde: "¡Dí no al plan Ibarretxe! ¡Vamos, dí no al plan Ibarretxe!" Demonios, me estoy excitando.

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