Aznar propone más liberalización para fortalecer el papel de Europa en el mundo

Tony Blair se ofreció ayer a defender a España en la reforma de los votos en el Consejo de Ministros de la Unión Europea siempre y cuando eso no vaya en perjuicio de los intereses del Reino Unido en otros asuntos de la conferencia intergubernamental (CIG). Blair hizo explícito ese apoyo tras entrevistarse durante la tarde con el jefe del Gobierno español, José María Aznar, en Downing Street. Aznar reclamó por la mañana la forja de "un nuevo consenso europeo" para impulsar las reformas económicas tras dar por fracasado el espíritu de Lisboa.

Respecto a Irak, Aznar renoció que ha habido "errores" en la gestión de la crisis iraquí al "no valorar suficientemente la complejidad de la posintervención", al tiempo que insistió en que España mantendrá su presencia en el país. "Estamos en Irak, vamos a seguir y saldremos con los demás cuando hayamos cumplido nuestro trabajo". Aznar destacó la importancia de la lucha contra el terrorismo internacional y lamentó que "incluso tras lo ocurrido en Turquía, hay dirigentes que ante la amenaza terrorista prefieren mirar hacia otro lado".

El primer ministro británico hizo ayer auténticos equilibrios para contentar primero al presidente francés, Jacques Chirac, y luego a su amigo Aznar. Al término de una cumbre franco-británica en Londres, Blair declaró a primera hora de la tarde que Francia y Gran Bretaña "están del mismo lado en los puntos clave de la conferencia intergubernamental".

¿Significa eso que Londres está junto a París, y por lo tanto contra España, en el espinoso asunto de la reforma de los votos en el Consejo de Ministros, en el que España defiende que se mantenga lo acordado en el Tratado de Niza y Francia quier.e un nuevo pacto? No del todo. "Lo que quiere decir es que podemos intentar conseguir un acuerdo en la CIG", explicó Blair. "Hemos expuesto la posición sobre esto en el libro blanco que publicamos hace ya algunas semanas. Y hemos expuesto por qué podemos apoyar la posición de Niza", dijo también, acercándose más a Madrid que a París. "Espero que podamos abrirnos camino, pero tiene que ser un camino que proteja los intereses de España y que proteja los intereses del Reino Unido en otros asuntos", concluyó, dando a entender que apoyará las posiciones españolas siempre y cuando eso no le suponga tener que ceder en asuntos más capitales para el Gobierno británico. Para Londres, la batalla de los votos en el Consejo de Ministros no es una prioridad.

Las palabras de Blair vinieron a redondear un buen día para José María Aznar en Londres. Por la mañana había intervenido en unas jornadas de la edición europea del diario Wall Street Journal en las que hizo un balance triunfalista de su gestión. Y a mediodía almorzó con su hija, Ana, y su yerno, Alejandro Agag, que se instalaron hace un año en Londres tras contraer matrimonio.

Ante un nutrido grupo de jefes de empresa, Aznar presumió por la mañana del crecimiento de la economía española y de su capacidad de crear empleo: en 1976 había 12 millones de empleados en España, 10 años después había apenas unos pocos más y ahora hay 17 millones, alardeó. Y lo explicó por la "política de reformas" aplicada por su Gobierno.

Aznar, que se dio el gusto de lanzar sangrantes diatribas contra Francia y Alemania por sus dificultades para cumplir con el Pacto de Estabilidad, esbozó su visión del papel de Europa en el mundo. "La capacidad de Europa de influir está determinada por su capacidad económica. Si no aumenta su capacidad económica, disminuirá su influencia en el mundo", dijo ante una audiencia fundamentalmente angloamericana. "Sé que eso no lo comparten algunos de mis colegas europeos", admitió.

Brecha entre EE UU y UE

"En los últimos años ha aumentado la brecha que separa tecnológica y militarmente a Estados Unidos y Europa. Y la posibilidad para Europa de reducir esa brecha era la económica", explicó. "La receta la dimos en el 2000: estabilidad, reformas, menos impuestos, más flexibilidad, más competencia, liberalización de los mercados, apertura al exterior", dijo, en referencia al llamado proceso de Lisboa, las propuestas de liberalización de la economía aprobadas en el Consejo Europeo de Lisboa ese año.

"Ahora, al final de 2003, el resultado no es gratificante. Los avances han sido limitados. Ha habido muchos intentos de aguar el proceso, y lo han conseguido", denunció. Y propuso "retomar el espíritu de Lisboa e intentar fijar un nuevo consenso de estabilidad, reformas, rebajas de impuestos, flexibilización de los mercados, reforma de los sistemas de pensiones". "Espero que la CIG no impida forjar este nuevo consenso". "En la economía está el secreto del éxito político de la Europa del futuro", insistió una vez más.