El catalanismo republicano y los gobiernos de la II República
Carles Pi i Sunyer, al explicar en sus memorias las razones de su compromiso en el Gobierno de España, aludió a la conveniencia de crear un clima de confianza y cordialidad que permitiese avanzar en la consecución de un amplio techo competencial para la Generalitat de Cataluña. El pacto formulado en la primavera de 1931 ató el destino de la autonomía catalana a la conquista de la democracia y la reforma social en España. Con Manuel Azaña a la cabeza, una parte del republicanismo español quería concluir la construcción de la moderna nación de ciudadanos. Ese logro exigía resolver el contencioso de comunidades como la catalana.
El Gobierno provisional de la República, con Niceto Alcalá Zamora a la cabeza, contará con dos miembros catalanes: Marcelino Domingo, militante radical socialista y de la nueva ERC, en el Ministerio de Instrucción Pública, y Lluís Nicolau D'Olwer, dirigente del Partit Catalanista Republicà, en Economía. Más tarde, Domingo pasaría a otro ministerio clave. Si la labor escolar ocupó sus primeros meses, más tarde se encargaría de diseñar la inaplazable reforma agraria. Con todo, una cierta disfuncionalidad caracterizó esa primera presencia. El salto entre las previsiones conspirativas de 1930 y los resultados de las municipales de abril de 1931 habían hecho que el modelo de republicanismo que obtuvo la confianza mayoritaria de la ciudadanía, el proyecto populista de ERC, quedase al margen del gabinete.
El más estable de los gobiernos, el que tras la aprobación de la Constitución presidió Azaña entre diciembre de 1931 y junio de 1933, contó con una mayor adecuación. En la persona de Jaume Carner, militante de ERC, Azaña encontró un útil colaborador en Hacienda. El retrato que de él nos dejó muestra su aprecio: "En cualquier parte habría sido miembro de un patriciado republicano burgués, liberal mientras se conservase la noción de patricio y se fundara en las categorías que él más apreciaba: el talento, la hombría de bien, el trabajo victorioso, creador de riqueza". Más tarde, y desde una menor sintonía personal, Azaña incorporó a Lluís Companys al Ministerio de Marina. Si bien los conocimientos náuticos de Companys eran nulos, aportaba, si cabe, un mayor grado de corresponsabilización de Esquerra en el destino de la República.
El suave desplazamiento a la derecha que se registró entre septiembre de 1933 y octubre de 1934 no impidió la continuidad de la colaboración. Bajo la presidencia de Alejandro Lerroux, el gerundense Miquel Santaló asumió la cartera de Comunicaciones, mientras que Pi i Sunyer se ocuparía de Trabajo. En tiempos de paz ésa sería la última participación de ERC en el Ejecutivo estatal. No obstante, otros catalanes, vinculados al radicalismo, como Josep Estadella o Juan José Rocha, serían ministros.
La presencia en el Ejecutivo puso de relieve el interés de una parte del catalanismo de izquierdas en el éxito de la República. De una parte, que no del todo. El cuñado de Azaña, Cipriano Rivas, al evocar el viaje de aquél a Barcelona tras la aprobación del Estatuto, contrastó la calidez de la recepción popular con las reticencias de Francesc Macià. Si en la España republicana algunos miraban con prevención los esfuerzos por resolver el contencioso catalán, no es menos cierto que aquellos que, por cálculo o por comprensión, entendieron que era urgente avanzar en la pluralidad se encontraron con actitudes no menos comprometedoras para el éxito de la empresa en la Cataluña de la época. "L'Avi -escribirá Rivas- cultivaba celosamente el espíritu mezquinamente aldeano y reaccionario de patria chica con ínfulas políticas trascendidas de un sentimentalismo terruñero y de campanario".
Àngel Duarte es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Girona.
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