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DEBATE DE LOS PRESUPUESTOS
Columna
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Un debate cojo con segunda vuelta en cuatro meses

Soledad Gallego-Díaz

La "ausencia parlamentaria" de Mariano Rajoy, que asiste religiosamente a todas los plenos del Congreso pero que no hace uso de la palabra desde que fue nombrado candidato del PP a presidente del Gobierno, amenaza con dejar cojos todos los enfrentamientos parlamentarios que restan en esta legislatura.

Ayer, a casi todos los presentes en el Parlamento les hubiera gustado un debate sobre los Presupuestos para 2004 (año de elecciones generales) protagonizado por Rajoy y por José Luis Rodríguez Zapatero, pero la realidad es que el candidato de la oposición tuvo que debatir con el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. Y fue una discusión engañosa porque el dirigente socialista hablaba de planes para el futuro mientras que el ministro solo podía hablar, lógicamente, del pasado: no era cuestión de anunciar programas que no son suyos, sino de otra persona.

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Para los socialistas el momento era delicado. Han pasado pocas horas desde la derrota electoral en Madrid y el grupo parlamentario quiso dejar patente su apoyo a Zapatero, arropándole con aplausos y gritos de ánimo. El candidato del PSOE se esforzó, por su parte, en acentuar el contenido económico y formal de su discurso y el tono sosegado. Algunos diputados creyeron que Miguel Sebastián, su nuevo asesor económico, estaría presente en la tribuna de invitados, pero finalmente parece que optó por seguir el debate, con parte de su equipo, por el circuito de televisión.

En el sector popular, interesaba sobre todo ver cómo salía del encuentro el ministro de Hacienda, que ya se ha unido al amplio grupo de disponibles para formar parte del equipo de Rajoy. Su nuevo jefe siguió atentamente su discurso y no pareció ni entusiasmado, ni lo contrario.

Montoro pareció no haber olvidado el mal trago que pasó el año pasado, cuando inesperadamente le dio la réplica el propio Zapatero, en lugar de Jordi Sevilla. Esta vez decidió ser él mismo quien diera la sorpresa. Es posible que sea el primer ministro de Hacienda que se reserva para una simple réplica parlamentaria el anuncio de que el Gobierno va a cerrar el ejercicio con un superávit del 0,5% del PIB, en lugar del anunciado déficit cero. El líder socialista procuró contrarrestar la novedad con un argumento sencillo: "Si han recaudado más, ¿por qué no usan ese dinero para mejorar la educación o para sacar a España de la cola de Europa en investigación y desarrollo?".

El discurso de Montoro tuvo un curioso tono de maestro empeñado en sacarle los colores a Zapatero. "Resulta llamativo ver nada menos que a Montoro queriendo imitar la jactancia de José María Aznar", comentaba, con algo de maldad, un diputado de CiU. Tanto insistió Montoro en "enseñar" al líder socialista que éste le pidió, muy calmadamente, que le diera algunas lecciones a Rajoy, que no ha intervenido jamás en un debate presupuestario. Montoro abandonó inmediatamente la muletilla.

"Este es un debate algo inútil porque lo que de verdad interesa es lo que prometerán PP y PSOE dentro de cuatro meses, en plena campaña electoral", explicaba el aludido diputado catalán.

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