Tóxicos peligrosos en la tienda de la esquina
Algunos productos químicos perjudiciales para la salud se venden en droguerías y farmacias
El cáncer testicular ha traído de cabeza a los investigadores médicos. Los factores desencadenantes de esta enfermedad eran un completo misterio. Hasta que hace muy poco investigadores del Hospital Universitario de Örebro (Suecia) han logrado establecer una conexión causal entre el cáncer testicular en varones de mediana edad y la exposición que sufrieron sus madres decenas de años antes a sustancias como los PCB, el hexaclorobenceno o el clordano. Los tóxicos se transmitieron de madres a hijos durante el embarazo y la lactancia, y sus efectos tardaron 40 o 50 años en manifestarse de una forma tan dramática.
Este hallazgo ilustra los problemas asociados a diversas familias de contaminantes persistentes que han sido liberados al medio ambiente y a los que estamos expuestos continuamente. Algunos, como las dioxinas o el DDT, están incluidos en el Convenio de Estocolmo, que plantea su erradicación mundial. Otros, como el hexaclorociclohexano, el nonylfenol o el Ftalato constituyen los denominados PTS, siglas en inglés de substancias tóxicas persistentes, unos compuestos que están por todas partes y que afectan de manera negativa a la salud humana. El Programa Ambiental de Naciones Unidas acaba de ultimar un informe (accesible en www.chem.unep.ch) en el que evalúa su situación. El informe se considera un primer paso para que los PTS más peligrosos se prohíban en el futuro a escala global.
El lindano se vende como componente de productos antipiojos y contra la sarna
Los perjuicios causados por los tóxicos a veces se manifiestan en la generación siguiente
Pero mientras tanto, muchos de estos productos están al alcance de cualquiera en países como España, a pesar de su peligrosidad. Algunos, como el lindano, están a la venta en cualquier farmacia española como componente de productos antipiojos y contra la sarna. Otros, como el endosulfan, forman parte de la composición de más de 80 productos insecticidas de uso habitual en la agricultura española. Muchos, como los ftalatos o los Eteres Difeniles Polibrominados, forman parte de decenas de productos que se incorporan continuamente a nuestros hogares. El problema, sin embargo, no es exclusivo de nuestro país. Según el informe de Naciones Unidas, se detectan cantidades variables de estos productos por todos los sistemas naturales del planeta, desde las zonas más remotas del Ártico a la maltratada selva de Vietnam, que todavía está contaminada por dioxinas asociadas a los herbicidas que se utilizaron hace más de 30 años en la guerra.
Los estudios realizados indican diversos problemas de salud sistemáticamente asociados a los tóxicos persistentes, entre ellos los derivados de su actividad promotora de diversos tipos de cáncer y, sobre todo, de su actuación como disruptores endocrinos. La capacidad de estos compuestos para afectar al sistema hormonal les permite desregular funciones básicas del organismo y producir importantes efectos sobre el cerebro, la pituitaria, las gónadas o el tiroides. Como consecuencia, los PTS afectan al desarrollo de los fetos y recién nacidos, causan la pérdida de calidad en el esperma e incrementan la incidencia de diversas enfermedades neurológicas o endocrinológicas, con efectos tan llamativos como el adelanto de la pubertad en las chicas.
Los investigadores médicos se muestran muy críticos ante esta situación y alertan del peligro sanitario en que estamos inmersos. Pero, en realidad, los PTS son tan sólo la punta del iceberg del problema: un reciente informe elaborado por la Real Comisión sobre Contaminación Ambiental del Reino Unido señala la existencia de 30.000 productos químicos utilizados en Europa en agricultura, ganadería, cosmética, droguería, electrónica, automoción y otros sectores y que nunca han sido sometidos a estudios completos de riesgo (véase EL PAÍS del pasado 14 de julio).
Al ser persistentes, la mayoría de los compuestos tóxicos se incorporan al cuerpo humano en dosis minúsculas mediante diversas vías -los alimentos grasos son la más importante- a lo largo de la vida y, al acumularse, presentan efectos a largo plazo. Tan a largo plazo que pueden saltarse una generación. El estudio realizado en Suecia sobre el cáncer testicular se considera "muy relevante, pues ilustra perfectamente que los perjuicios causados por los tóxicos no siempre se notan en la generación adulta expuesta sino que a veces se manifiestan en la generación siguiente", según Miquel Porta, epidemiólogo del Instituto Municipal de Investigaciones Médicas de Barcelona y experto en PTS.
Los éteres difeniles polibrominados (PBDE) son también un buen ejemplo del alcance de estos problemas. Se trata de retardantes de llama que forman parte de multitud de bienes de consumo, desde alfombras a ordenadores. Parecidos a los PCB, los PBDE pueden causar alteraciones permanentes en el aprendizaje, la memoria y el comportamiento en animales de laboratorio. Se supone que en nuestra especie deben promover las mismas alteraciones, pero se sabe poco de sus efectos sobre la salud humana, en parte porque "han sido usados ampliamente sólo durante un par de décadas", según Myrto Petreas, del departamento californiano de control de substancias tóxicas.
Esta inquietante pero acertada apreciación indica hasta qué punto se desconocen los efectos de productos químicos que llevan ya 20 años de contacto masivo con los humanos. Petreas ha descrito niveles importantes de PBDE en personas que se cree que habrían incorporado el tóxico mediante la simple inhalación de polvo doméstico y de oficina.
Los pesticidas siguen estando en el punto de mira de muchos de los efectos tóxicos detectados en humanos. El informe de Naciones Unidas alerta de la existencia de importantes stocks obsoletos en países poco desarrollados, y de su uso en grandes cantidades a zonas como América central. El endosulfán es uno de ellos. Este compuesto se sigue utilizando ampliamente en España, aunque está prohibido en Alemania, Dinamarca, Holanda, Suecia, Singapur y otros estados. Se sabe que el endosulfán interfiere en la actividad de los estrógenos. Y el efecto combinado de los pesticidas estrogénicos aumenta hasta cuatro veces las posibilidades de padecer cáncer de mama, según concluyó Nicolás Olea, catedrático de la Universidad de Granada, después de analizar a unas 200 pacientes andaluzas. Aún sin ser tan persistentes como los organoclorados, los pesticidas organofosforados afectan el crecimiento y el desarrollo neuronal. Nachaat Tahmaz, de la Universidad de Aberdeen, acaba de relacionar el síndrome de fatiga crónica con el uso de estos pesticidas por parte de ganaderos que lo utilizaban para controlar los parásitos de las ovejas, un efecto que se venía sospechando desde hace tiempo.
Por su parte, el lindano es un compuesto cancerígeno y un disruptor endocrino. Olea no puede entender que todavía esté a la venta en las farmacias y cree que "su uso no se debería permitir, máxime cuando hay alternativas en todas sus aplicaciones". Pero a este profesor granadino le preocupan sobre todo "los productos de los que nadie habla, como el Bisfenol A, uno de los disruptores endocrinos más activos, que está siendo fabricado y usado en cantidades astronómicas en Europa". Este producto es la base de los policarbonatos, los plásticos rígidos con los que se fabrican desde los CD a los biberones.
Pugna en la Unión Europea
La iniciativa europea REACH (Registration, Evaluation and Authorisation of Chemicals) es un sistema único de registro para las sustancias químicas nuevas y para las ya existentes. El registro es obligatorio para todas las sustancias producidas en cantidades superiores a una tonelada. Además, se pretende que las producidas en cantidades superiores a las 100 toneladas estén sujetas a una serie de evaluaciones, según programas de ensayo adaptados específicamente a cada uno de los productos y centrados en los efectos de exposición que se presumen a largo plazo.
La futura implantación del REACH está siendo, sin embargo, motivo de polémica. La comisaria de Medio Ambiente, Margot Wallström, ha cifrado en 54.000 millones de euros el ahorro que se conseguirá en el sector de la salud sólo contando la reducción en los casos de cáncer y calculando el coste estimado en años de vida perdidos y gastos saniatarios.
Pero la industria química europea está presionando para evitar su implantación y alega que tendrá unos costes muy elevados. Según los empresarios del sector, los mayores controles pueden provocar "una fuga de sociedades fuera de la Unión Europea" y una "pérdida de competitividad" (véase EL PAÍS del 9 de junio). El sector químico español ocupa el quinto lugar en la Unión Europea y la mayor parte de la producción se concentra en Cataluña (47,3%).
Si para los empresarios los controles del programa europeo son demasiados, algunos investigadores médicos critican que se queda corto, ya que supone tan sólo un sistema de registro de sustancias que, si bien es necesario, no da respuesta a las grandes lagunas en el conocimiento de los factores ambientales y la salud humana. A este respecto, la UE prepara una estrategia de salud y medio ambiente que será presentada en la conferencia de ministros en Budapest en junio de 2004.
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