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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un nuevo Marruecos

Mohamed VI acaba de protagonizar una de las noticias más positivas producidas en los últimos años en el Magreb y, en general, en el mundo árabe y musulmán. Tras un periodo de pasividad y hasta retroceso, el monarca marroquí ha retomado la iniciativa reformista con el anuncio de importantes medidas destinadas, según sus propias palabras, a conseguir "la igualdad de derechos y deberes" entre los hombres y mujeres de su país. Desafiando al islamismo creciente, Mohamed VI se ha puesto al frente de la reforma de la mudawana, el secular código de familia que situaba a las mujeres en una condición de neta inferioridad.

La actitud del rey ha sido recibida con alborozo por las combativas e inteligentes mujeres que lideran en Marruecos la lucha por la igualdad de los géneros, al igual que por la emergente sociedad civil y los partidos liberales y de izquierdas. Por el contrario, los islamistas han apretado los dientes. Mohamed VI ha utilizado su autoridad religiosa para impulsar esta reforma, y ha señalado que está "perfectamente adecuada al espíritu tolerante de nuestra religión". Un primer gesto suyo en ese sentido había sido su matrimonio público con Salma Bennani.

La reforma supone la práctica abolición de la poligamia y del repudio. También se eleva, desde los 15 a los 18 años, la edad mínima para que la mujer contraiga matrimonio, y se establece que no podrá ser obligada a hacerlo contra su voluntad. Además, las divorciadas podrán conservar la custodia de sus hijos. Todas estas medidas eran exigidas a gritos por esa imparable franja de la población femenina marroquí urbana con acceso a los estudios y al trabajo. Marruecos se coloca así, junto con Túnez y Líbano, a la cabeza del mundo árabe en igualdad jurídica entre hombres y mujeres.

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Los españoles sólo pueden felicitarse por esta recuperación del impulso reformista de Mohamed VI. Todo lo que contribuya a equiparar las situaciones de libertades y derechos en el Magreb con las europeas es positivo para el futuro común del Mediterráneo. Es, sin duda, un paso adelante que debería tener el reconocimiento de un mayor compromiso español y europeo con la incipiente sociedad civil del otro lado del Estrecho.

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