En este lado
"Mi preocupación fundamental es y ha sido siempre la realidad, pero no tanto cómo expresarla, sino cómo reconocerla". Esta suerte de condensada poética de Julia Uceda, la de una poesía de la filosofía que le hermana, en su más honda intención, con la filosofía de la poesía de esa otra cumbre literaria que fue y es María Zambrano, acierta a situarnos ante la alta mirada de una casi desconocida cuya obra encuentra hoy al fin un reconocimiento oficial.
Perteneciente, desde un punto de vista cronológico, a la generación del 50, y aun admitiendo no entender la literatura "desvinculada de una tensión ética", Julia Uceda se alejó de los presupuestos de la poesía social a sabiendas de que, si algo de trascendencia social tiene la poesía, consiste precisamente en esa forma única de conocimiento del mundo que sólo es posible desde la "posesión completa de sí mismo" imprescindible al artista. Así, Julia Uceda no sabe adónde va y, sin embargo, sabe bien lo que dice, porque ve; no sabe, como Orfeo, por qué canta, pero sabe que nombrar es aproximarse, tantear la realidad y, en la más feliz de sus posibilidades, reconocerla (¿crearla?) más allá de la parcialidad del espacio y el tiempo inmediatos. Ésa es la posibilidad poética, esa búsqueda que alcanzan libros como Poemas de Cherry Lane (1968), Campanas en Sansueña (1977) o Del camino de humo (1994): un desciframiento de los mensajes de la memoria y de las visiones del futuro (¡qué actuales esa Europa, esa América desconcertadas de las que ya nos hablaba hace más de tres décadas!); una ética del misterio del ser que, lejos de ser paradójica, es conciencia generosa de la existencia; una celebración, en fin, aún dolorosa de la cifrada grandeza de la vida.
Julia Uceda, que ha sido comparada con Clarice Lispector, conoció a los exiliados españoles durante sus años de profesora en EE UU, de donde regresó a finales de los setenta, y, como ensayista, articulista y crítica que es, ha tratado de recuperar figuras olvidadas por ese exilio, en especial la de un Ramón J. Sender del que alguien le explicó su ausencia de nuestra literatura con estas palabras: "¡Ese escritor es un anarquista!". Hoy, por primera vez en 25 años, se concede el Premio Nacional de Poesía a una mujer: con la memoria también de ese otro exilio que sufren las poetas, celebramos que se premie la hondura moral, la palabra bella, el pensamiento poético. "¿Desde dónde / la miran, las palabras, agazapadas, riéndose / de que no las encuentre, tan torpe? / que se muera buscándolas, dirán. / Tal vez al otro lado...". Ha sido en este lado, Julia Uceda. Ríete.
Babelia
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