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Un Estatuto de primera división

Como todos los años, celebramos el 9 d'Octubre la entrada del rey Jaume I y sus tropas en Valencia. Igual que en cualquier conquista militar, la lengua, la cultura, la religión y las estructuras organizativas básicas de la sociedad de los vencedores se convirtió en hegemónica en nuestro país. Por eso hablamos catalán, en su variante dialectal valenciana, la sociedad es mayoritariamente cristiana, tenemos unas pautas culturales comunes etcétera. Máxime si tenemos en cuenta que nuestro país quedó inmerso en España, que precisamente no se caracterizó por su tolerancia hacia otras culturas o religiones, como demuestra la expulsión de los moriscos y de los judíos, así como la actuación durante muchos siglos de la Inquisición.

El 9 d'Octubre es una fiesta para conmemorar el nacimiento de la Valencia que hoy conocemos en sus grandes rasgos. Es una fiesta aniversario y como tal hay que considerarla y disfrutarla. Pero también es un momento de reivindicación y de reflexión acerca del estado de nuestro sistema político 21 años después de disponer de Estatuto de Autonomía.

Que nuestra lengua, cultura e historia nos confieren unos rasgos nacionales propios es algo reconocido de forma unánime. Hasta el extremo de que somos en este momento una de las comunidades autónomas con un nivel de competencias transferidas más amplio de todo el Estado español, a pesar de ser una autonomía de vía lenta después de todos los avatares de la transición y del tormentoso y poco edificante proceso de redacción y aprobación de nuestro Estatuto.

Nuestro problema autonómico radica en la ilógica y aberrante situación de tener competencias sin poder político para desarrollarlas. Nos siguen declarando menores de edad. Por poner un ejemplo, no tenemos permitido disolver nuestras Cortes. ¿Alguien ha pensado que hubiera ocurrido si nos hubiera tocado en suerte un señor Tamayo de turno como le ha ocurrido a la Asamblea de Madrid? En el País Valencia Tamayo antes hubiera podido llegar a ser president de la Generalitat a que se hubieran podido disolver las Cortes. Sencillamente incomprensible e indicador claro de que continuamos teniendo un Estatuto de segunda división, de que no tenemos derecho a tener el poder político que tienen vascos, catalanes, gallegos o andaluces. ¿Qué mal hemos hecho los valencianos? ¿Qué castigo de los dioses debemos pagar?

Para algunos, el Partido Popular así lo afirma, más autonomía equivale solamente a disfrutar de más competencias. Es una concepción grave y amputada del modelo autonómico. Supone reducirlo a un proceso de descentralización administrativa. Entendemos la coherencia interna del señor Aznar cuando votaba en contra de la Constitución Española y ahora aplica las políticas centralistas de "Santiago y cierra España". El problema es que su partido piensa lo mismo y nos fuerza a todos a comulgar con sus ruedas de molino.

La izquierda y las fuerzas nacionalistas estamos de acuerdo en una reforma en profundidad del Estatuto de Autonomía de nuestro país. Así lo hemos manifestado de forma reiterada y concretado incluso en propuesta. El problema está en la derecha, hoy hegemonizada por el Partido Popular pero hace veintialgunos años por UCD y en menor grado AP. Nuestra derecha sigue siendo, con muy pocas honrosas excepciones, una derecha sin ningún interés por articular políticamente su país, por desarrollar su cultura, por normalizar su lengua. Una derecha que continúa mirando y dependiendo de forma enfermiza de Madrid. Hoy, por desgracia, continúa siendo cierta aquella afirmación de Joan Fuster: "El País Valencià serà d'esquerres o no serà", porque si es por voluntad de la derecha me temo que tendremos que seguir esperando indefinidamente.

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Joan Ribó Canut es coordinador d'Esquerra Unida.

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