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Reportaje:

Una ciudad que vive de la frontera

El 'comercio atípico' entre los dos países genera el 70% de los ingresos de Ceuta, aunque se ha reducido tras la crisis de Perejil

Ceuta vive de la frontera con Marruecos. El comercio más o menos legal que se genera entre los dos territorios mueve 600 millones de euros al año, de los que se benefician una buena parte del sector empresarial ceutí y también medio millón de marroquíes que viven en los pueblos y aldeas de la limítrofe provincia de Tetuán. Pero no corren buenos tiempos. En los últimos tres años los vaivenes fronterizos han sido un fiel reflejo de las tensas relaciones entre los dos Gobiernos. La crisis de Perejil, en julio de 2002, no hizo sino agravar el problema. Las ventas han caído desde entonces más del 50% y las empresas han comenzado a quebrar. Tres de ellas lo han hecho en el último mes.

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El disparo que mató a un porteador marroquí se produjo a una distancia de 98 metros

El tránsito de mercancías entre la ciudad autónoma y Marruecos genera el 70% de la riqueza de Ceuta, según estimaciones de la Cámara de Comercio local. La misma opinión tienen los marroquíes, pero su apreciación es muy negativa. En un informe del 17 de abril, la Cámara de Comercio (Amcham) estimaba en 15.000 millones de dirhams (1.500 millones de euros) la cifra de negocio que escapa a la tasación, un contrabando que hace trabajar a 45.000 personas, el 75% mujeres. Para Marruecos, cada empleo en el comercio con las ciudades españolas "causa la pérdida o no creación de 10 empleos legales". Este negocio, dicen, impide el desarrollo del norte del país.

En los últimos 15 años han florecido decenas de naves comerciales en las proximidades del puesto del Tarajal, el único permitido para el tránsito de peatones y vehículos. En la actualidad, Tarajal está rodeado por una impresionante verja en la frontera, de tres metros de alto y coronada con alambre de espino. Allí residen 100 empresas que se dedican a la distribución al por menor de todo tipo de artículos, desde detergente a yogures. Casi el 100% de los compradores son marroquíes. Soportan hasta 30 kilos de carga sobre sus espaldas y pueden cruzar cuatro y cinco veces al día.

Unos 10 millones de personas atraviesan cada año el puesto de Tarajal. Unos 30.000 marroquíes lo hacen a diario. Son frecuentes los tumultos, sobre todo cuando se producen cierres parciales. Para esquivar a los agentes, los marroquíes utilizan una táctica de guerrillas. Una de las más habituales es la de jugar al gato y al ratón con la Guardia Civil. Esto es, promover altercados a los que acuden los agentes mientras en otro punto, y a relativa distancia, los porteadores consiguen pasar la mercancía, bien lanzando los bultos con pértigas a través de la doble verja, bien empujándolos a nado desde la playa. Cuando llega la patrulla de turno, es recibida a pedradas. Eso fue lo que ocurrió el pasado viernes en Oued Daruya, en el incidente que costó la vida al porteador marroquí.

Para poner freno a la situación, las autoridades decidieron hace más de un año mantener abierto otro puesto en la frontera norte, en Benzú, cerrado al tránsito de peatones. Se abrió exclusivamente para permitir a unos 4.000 porteadores que residen en la zona que llevaran la mercancía hasta Marruecos. Pero allí se han reproducido los incidentes y el caos.

Los comerciantes de Tarajal aseguran que los controles que la Policía Local ha establecido de manera permanente en la frontera están ahogando el sector y que la única salida es que la frontera de Ceuta disponga de una aduana comercial como tiene Melilla, reconocida por Marruecos, algo que este país nunca permitirá.

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