Eduard Márquez retrata el infierno de Sarajevo en la voz de un 'luthier'
Los violines son de madera, pero es difícil quemarlos. Eduard Márquez lo sabe y por eso ha elegido a un luthier fabricante de instrumentos para demostrar que en las peores situaciones, en los infiernos más ardientes, como lo fue la ciudad de Sarajevo, siempre quedan la música y el arte como esperanza de salvación. Lo cuenta en su última novela, El silencio de los árboles (Alianza), una obra dura en su sencillez y depurada hasta la obsesión. "He querido tratar el mito de Orfeo, la salvación en el amor y el arte y también retratar el asedio, el que te obliga a cocinar con grasa de tanque y el que te enseña a asumir el arte de perder", asegura el escritor.
En el asedio también se buscan formas de comunicación básicas. "Las cartas", dice Márquez, "cuando estuve allí, la gente me pedía que les entregara cartas, lo que me dio una pista para emplear en el libro". Y personajes aterrorizados, agarrados a algo que les dé fe. "Como gentes que cuentan historias en los museos vacíos o payasos que van animando a los niños", asegura. Personajes medio reales, medio ficticios, pero que ayudan a propagar una máxima de este escritor catalán: "Que las palabras tienen onda expansiva".