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Tribuna:LA SEGUNDA MODERNIZACIÓN
Tribuna
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Presionar para innovar

La Junta de Andalucía está empeñada en que la segunda modernización cale en el tejido social de nuestra comunidad y se consiga una cultura de la innovación, que asegure y de estabilidad al impulso de las nuevas tecnologías como herramienta básica para acelerar el cambio de nuestra sociedad. Pero la apuesta, como ahora les gusta decir a los políticos, no es fácil desarrollarla porque falta la demanda.

De poco servirán las ofertas de ayudas a la innovación, si no existe el gusto por lo nuevo, el interés por lo que vendrá, por la prospectiva como ciencia para reducir las incertidumbres del futuro. En un estudio reciente sobre la preocupación de los empresarios europeos por la gestión de los riesgos se ha constatado que de norte a sur baja el interés por el tema hasta niveles que ponen en peligro nuestra competitividad y productividad en un mundo globalizado como el de hoy.

Hasta ahora sólo se ha hablado de innovación tecnológica y, practicamente nada, de innovación social y cultural. No hay lobbys, grupos de presión de ciudadanas y ciudadanos que reclamen la innovación en los servicios públicos, en las empresas, en el comercio. Incluso, en las grandes empresas, los sindicatos y los trabajadores adoptan un papel pasivo ante la introducción de nuevas metodologías y sistemas de gestión. Faltan las sugerencias, las propuestas y las opciones imaginativas ante el pensamiento único de una clase dirigente a la que le fastidia la corrección política y social, la ética, la transparencia,... y a la que le gusta demasiado la opacidad, el secuestro sistemático de la información y otras prácticas que solo persiguen el empobrecimiento y la exclusión de las mayorías para que persistan los grandes beneficios de la minoría que maneja los circuitos del poder económico.

La innovación hay que plantearla como una asignatura transversal y obligatoria que enseñe que los nuevos productos y servicios mejoran nuestra vida cotidiana y, en definitiva, nos hacen más felices. Porque la verdadera innovación no es el comportamiento tecnófilo del que busca el más reciente cacharro electrónico para presumir de estar a la última, sino la actitud individual y colectiva por buscar nuevas soluciones a los viejos problemas de siempre, la apertura mental a la diversidad, a las opciones alternativas que no se sienten cómodas por los trillados caminos del prejuicio cultural y los tópicos más arraigados.

Las actitudes innovadoras hay que cultivarlas en todos los ámbitos, hay que aficionarse a probar nuevos sabores, a escuchar músicas mestizas, a exigir que los nuevos equipamientos e infraestructuras estén dotados con las mejores prestaciones y facilidades de uso, que no nos den gato por liebre robotizada. Las actuales organizaciones sociales, como los movimientos consumeristas, no incluyen todavía la innovación como una demanda social básica. Los parlamentarios, los consejos económicos y sociales, los sindicatos, los organismos de participación ciudadana en los ayuntamientos, las asociaciones de vecinos,...deberían reivindicar la innovación en la puesta en marcha de los nuevos servicios y equipamientos públicos a todos los niveles: regional, provincial y local.

Además, sería muy útil contar con una asociación cuyo objetivo primordial fuera la promoción de la innovación social, cultural, económica y tecnológica en Andalucía y que actuara como elemento de presión social a favor de la innovación en todos los ámbitos.

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Ángel Fernández Millán es periodista.

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