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Imre Kertész regresa al dilema literatura - holocausto con su novela 'Liquidación'

El Nobel indaga en la búsqueda de la memoria para trascender al ser humano de la catástrofe

Cuando recibió el Nobel en diciembre pasado, prometió terminar su nuevo libro este verano. Cumplió su palabra. Ayer, el escritor húngaro y superviviente de los campos de exterminio nazis Imre Kertész presentó en Berlín su nueva novela, Liquidación. En ella, vuelve a pensar en lo que ha llamado la "línea de demarcación" de su propia vida y de toda la cultura europea contemporánea -Auschwitz y el dilema de cómo es posible la escritura y la vida después del holocausto-, pero opta por una perspectiva más cercana a las generaciones que nacieron después de 1945.

La lectura tuvo lugar en un atiborrado Berliner Ensemble -el teatro fundado en 1949 por Bertolt Brecht y su compañera Helene Weigel-, dentro de la tercera edición del Festival Internacional de Literatura de Berlín, que termina hoy. Sentado solo sobre el escenario, Kertész (Budapest, 1929) leyó cerca de 30 páginas. Lo hizo en alemán, un idioma que domina casi a la perfección después de haber trabajado durante muchos años como traductor al húngaro de Nietzsche, Canetti o Joseph Roth. Gran parte de la novela -de 140 páginas, que en España será publicada por Alfaguara- fue escrita en Berlín, donde el Nobel pasó el último año. "Me siento muy bien aquí. Alemania se ha convertido en una democracia muy fuerte", dijo ayer a la prensa.

En Liquidación (Felszámolás, en el original húngaro) se narra el suicidio de B., un escritor y traductor de origen judío, nacido en Auschwitz, quien encuentra en la resistencia contra las convenciones sociales y el "cómodo mundo carcelario" del socialismo su único motivo de supervivencia. Tras el desplome del régimen, en 1990, se quita la vida: "El pretexto para vivir, el estado de sobrevivir, se ha anulado. Ahora tendría que vivir como un adulto, como un hombre. Esto no me apetece. No quiero salir de la cárcel hacia un espacio infinito, en el que todo se disuelve y se deshace...", escribe en su carta de despedida.

B. deja manuscritos y apuntes, entre ellos la obra de teatro Liquidación, que son recuperados por Keserü, lector de una editorial otrora controlada por el Estado, pero ahora a punto de cerrar sus puertas por el embate de las fuerzas del mercado. No obstante, en los documentos dejados por el difunto falta una novela, que Keserü está seguro de que B. debió haber escrito. La búsqueda de este manuscrito y el encuentro con la amante de B., Sara, y su antigua esposa, Judit, abren una trama casi detectivesca en la que Kertész sorprende con elaborados recursos narrativos. Uno de ellos es un juego de cajas chinas: en la obra de teatro dejada por B. está ya narrado todo lo que acontece después del suicidio, incluido el empeño de Keserü de encontrar la novela.

Con ligeras modificaciones, los personajes son conocidos para los lectores habituales de Kertész: tanto B. como su ex mujer aparecen en Kaddish por el hijo no nacido, un libro que, de hecho, se puede interpretar como la novela que se busca en Liquidación. "Vivimos en la época de las catástrofes, cada ser humano lleva en sí la catástrofe, por eso necesitamos una especial destreza vital para poder seguir existiendo. El ser humano de la catástrofe no tiene ni destino, ni particularides, ni carácter", se lee en la nueva obra, con lo que también se cierra el círculo de Sin destino, su primer libro y el más conocido, en el que se narra la milagrosa supervivencia de un adolescente en Auschwitz. Kertész fue deportado, a los 15 años, a este campo de exterminio.

Liquidación, por tanto, es una continuación directa de la obra del premio Nobel de Literatura, aunque al mismo tiempo la trascienda: sobre todo, gracias al personaje de Judit, la mujer que se separa de B. También ella es de origen judío, pero ha nacido después del holocausto. "Seguramente, tienes razón", increpa Judit al escritor en el momento de la ruptura. "El mundo es un mundo de asesinos, pero pese a ello yo no quiero ver el mundo como un mundo de asesinos, sino como un lugar en el que se pueda vivir". Después, Judit se casa con un arquitecto y tiene dos hijos, aquellos mismos que B. -como se narra en Kaddish por el hijo no nacido- no quiso tener con ella. "Soy feliz", alcanza a decir Judit. Dos palabras apenas, pero dos palabras que pueden hacer estallar la memoria del holocausto.

Las primeras reseñas aparecidas en Alemania sostienen que, con Liquidación, el premio Nobel descubre la fuerza del amor. El propio Kertész, sin embargo, se cura en salud de una visión demasiado rosa: "Has contado una historia de amor con Auschwitz como trasfondo", recrimina hacia el final de la novela Adam, el segundo esposo de Judit. Y sentencia: "Auschwitz no se puede anular". Kertész, por tanto, sólo puede mostrar posibles caminos de cómo sobrellevar su recuerdo: con la mortificación de B. ("el principio de la vida es el mal"), con la huida de Judit, o con la búsqueda persistente de la memoria por parte de Keserü, quien no es de origen judío. "Por lo menos, hay alguien que busca", explicó ayer Kertész.

Imre Kertész, en una foto de 2002.
Imre Kertész, en una foto de 2002.JESÚS URIARTE

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