Juan Pablo II, enfermo, no pudo leer su saludo al pueblo eslovaco
El Papa quiere que la UE asuma la cristiandad
El Papa llegó ayer a Eslovaquia visiblemente enfermo. Hubo que bajarle del avión y no pudo leer los cuatro párrafos del discurso con que saludaba al país. Sentado y con la cabeza abatida, la ropa azotada por un viento frío, Juan Pablo II, de 83 años, pronunció algunas frases con una voz débil, interrumpida por ahogos crecientes, hasta que un sacerdote eslovaco recogió los papeles del regazo papal y concluyó el parlamento.
Un descanso en la Nunciatura de Bratislava y un aligeramiento del programa de audiencias permitieron, sin embargo, que la primera jornada del viaje concluyera más o menos según lo previsto.
El portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro Valls, restó importancia al incidente. Según él, sólo se había intentado ahorrarle un esfuerzo al Papa en vísperas de unos días intensos. Juan Pablo II tenía previsto volar el sábado a la localidad de Roznava, para celebrar una misa al aire libre ante cientos de miles de peregrinos eslovacos y de la vecina Polonia.
El Papa optó por suspender en agosto un anunciado viaje a Mongolia, pero no quiso renunciar a visitar por tercera vez Eslovaquia, un país intensamente católico al que ya viajó en 1990, cuando aún estaba unido a Chequia, y en 1995, recién estrenada la independencia. El discurso que no pudo leer insistía, una vez más, en la necesidad de respetar y robustecer las raíces cristianas de Europa. "En el futuro próximo vuestro país se convertirá en miembro de pleno derecho de la Unión Europea", decía el mensaje papal. "Amados míos, ¡aportad a la construcción de la nueva identidad europea la contribución de vuestra rica tradición cristiana! No os sintáis satisfechos con la simple búsqueda de ventajas económicas. Una gran riqueza puede generar, en realidad, una gran pobreza".
La cristiandad de Europa es la gran preocupación de un papado crepuscular, que cumplirá un cuarto de siglo el mes próximo. L'Osservatore Romano, el periódico oficial del Vaticano, inició la semana pasada una campaña titulada "Europa, o es cristiana o no será", para dedicar la parte superior de su portada diaria a un recuadro en el que, en grandes caracteres tipográficos, se recogían distintas frases de Juan Pablo II sobre la inextricabilidad del cristianismo y de la identidad europea. El Papa quiere que en la futura Constitución de la UE, objeto de una conferencia intergubernamental a partir del mes próximo, figure de forma explícita una referencia a la cristiandad. Sólo una minoría de gobiernos, sin embargo, considera apropiada la idea. E incluso Giulio Andreotti, el viejo y oscuro sabio de la Democracia Cristiana italiana, desaconseja la mención: "No tomarás el nombre de Dios en vano", dijo, de forma lapidaria, unos días atrás.
El presidente de Eslovaquia, Rudolf Schuster, respondió al requerimiento papal de forma positiva pero vaga. Utilizó para ello unas palabras del propio Juan Pablo II: "Suscribimos su convicción de que un orden social adecuado debe arraigarse en auténticos valores éticos y civiles, compartidos de la forma más amplia posible por sus ciudadanos". Schuster recordó que los santos Cirilo y Custodio, evangelizadores de los pueblos eslavos y creadores del alfabeto cirílico, declarados por Juan Pablo II santos patrones de Europa, iniciaron su misión en tierras eslovacas. "Nos comprometemos a mantener su herencia espiritual", afirmó el presidente. Por la tarde, tras un reposo en la Nunciatura y una serie de audiencias privadas, el Papa viajó en automóvil hasta Trnava para asistir a un acto religioso en la catedral de San Juan Bautista. Juan Pablo II pronunció unas breves palabras sobre la necesidad católica de "alimentar" el sentido de Dios con oración, sacramentos y actos de servicio a los demás. Su mirada, como por la mañana en el aeropuerto, se perdía ocasionalmente y apenas podía mover el cuerpo. La voz, sin embargo, era algo más que el leve suspiro de horas antes.
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