"Uno no piensa que va a morir"
Muy sereno y tranquilo. Así describe Óscar Soto, el cardiólogo de Salvador Allende, al presidente chileno en sus últimas horas de vida, las que duró el asedio al palacio de la Moneda. Soto es el único superviviente al bombardeo de la sede presidencial que vive en España, desde 1974, adonde se exilió después de huir de Chile a través de la Embajada mexicana.
"Le vi bastante sereno. Nos reunió y nos informó de su decisión de resistir, así que ya sabíamos cuál era su futuro antes de que empezaran a bombardearnos", recuerda el doctor. Allende "estuvo organizando la disposición para ubicarnos en distintos lugares del palacio", e incluso "disparó en algunos momentos" a los soldados atacantes.
"Uno nunca piensa que va a morir, pero estaban todas las condiciones para que los que estábamos en La Moneda muriéramos", relata Soto, que describe el ataque como "totalmente desproporcionado" para la gente que quedaba en el interior.
Los españoles Joan Garcés y Víctor Pey también fueron testigos cercanos de la insurrección militar. Garcés, que llevó la acusación particular contra Pinochet en España, y que prefiere no hablar de su vivencia personal, se encontraba en La Moneda en calidad de asesor personal de Allende. La versión por todos conocida es que salió antes del bombardeo para contar al mundo lo que ocurrió. "Lo cierto es que el presidente me ordenó que saliera de palacio", cuenta Garcés, "y me dio varias razones, no sólo esa".
Pey era, aquel 11 de septiembre, colaborador y amigo del presidente, y dueño del diario Clarín, confiscado por la dictadura. Este ingeniero acudió, a petición de Allende, "un hombre con un coraje y un realismo político extraordinarios", a su domicilio en Tomás Moro. Desde ahí trató de localizar y asegurarse de que el general leal Carlos Prats se encontraba bien, siguiendo las instrucciones telefónicas del presidente desde La Moneda.
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