Cien días de Kirchner
Los pueblos acostumbrados a las peores noticias suelen ser, inicialmente al menos, muy agradecidos. La ciudadanía argentina le ha dedicado por ello unos esplendorosos cien primeros días al presidente Kirchner, el peronista elegido sin elección el pasado 25 de mayo porque el también peronista Menem le negó la victoria en las urnas. Néstor Kirchner ha conseguido, sin embargo, mucho más que navegar de cabotaje en un tradicional periodo de gracia; ha dibujado un escenario prometedor, vigoroso y amueblado de ilusiones.
El presidente quiere llevar ante la justicia a los secuaces de la dictadura, una vez que el Gobierno español ha decidido no cursar la petición de extradición contra 46 de ellos, como pedía el juez Garzón; para ello ha logrado que el Congreso revocara las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, que protegían a los asesinos y secuestradores de la guerra sucia, y es el Tribunal Supremo quien tiene ahora en sus manos la derogación definitiva. En coherencia, ha renovado la cúpula militar para allanar el camino a la justicia y ha recriminado al FMI alguna responsabilidad por el gigantesco endeudamiento nacional, al que hay que hacer frente con una austeridad que penaliza a un país, ayer granero del mundo, que pasa hambre.
Todo ello ha sido inmensamente popular porque, tras la pasividad del presidente radical De la Rúa, y el baile de peronistas que lo sucedieron hasta que su antecesor, Eduardo Duhalde, convocara elecciones, el presidente ha parecido decisivo, animoso y con visión de país al proponer recuperación productiva y reparto social de la riqueza, lo que le aproxima al también recientemente inaugurado mandato de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil. Pero todo ello sólo es diseño de escenario, que hay que transformar en política concreta. Argentina ha de responder ante el Fondo de un vencimiento de 2.850 millones de euros para evitar la suspensión de pagos. Y más allá de la inevitable renegociación de gran parte de la deuda, nadie sabe cuál es su receta para un país donde el 57% de la población está clasificado como pobre.
Llega, por ello, la hora de ver cómo se conjugan sentido social, respeto a la legalidad económica internacional y castigo a los esbirros de la guerra sucia, todo lo que equivale a reinventar Argentina. Y eso llevará, aun si todo va bien, mucho más de 100 días.
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