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EL DEBATE SOBRE EL MODELO TERRITORIAL
Columna
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Ha sorprendido la puesta en escena de la última propuesta de Pasqual Maragall, candidato del Partido Socialista de Cataluña a la presidencia de la Generalitat. Todos sabemos lo que ocurre con la política y con los políticos. Necesitan lanzar temas y propuestas que resulten sugerentes para incrementar su notoriedad. Desde este punto de vista, Maragall ha conseguido su objetivo, si pretendía levantar revuelo con su respaldo a un proyecto antiguo, con más de cinco siglos de historia. Este proyecto no está muerto, a juzgar por las airadas reacciones ante la propuesta de dar constancia a una posible eurorregión que aglutinara los territorios que conformaron en su día la Corona de Aragón. La relación es corta pero significativa porque en ese proyecto tendrían cabida Aragón, Cataluña, Baleares y la Comunidad Valenciana.

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¿Quién teme a la Corona de Aragón?

Sobre esta cuestión geopolítica se ha debatido ya mucho. Con el tiempo se han introducido factores novedosos y se barajan argumentos geográficos, históricos, culturales, lingüísticos, aunque los más contundentes son los económicos y, en consecuencia, los políticos. Antes de responder airadamente, convendría reflexionar y estudiar los antecedentes, los argumentos a favor o en contra, así como las conveniencias, aparte de las manías y las fijaciones personales. Que en Madrid no gustan estas iniciativas es evidente. Pero no todo lo que conviene al gobierno central tiene que ser inmediatamente asumido por los gobiernos autonómicos, sobre todo si se pretende, como parece, valencianizar la política autonómica.

Hace años se organizó un escándalo mayúsculo porque el presidente de la Generalitat, Joan Lerma, se trasladó a Bruselas para tratar de resolver asuntos de interés para la Comunidad Valenciana. Al fin es allí donde se cuecen nuestras habas, donde se le dará o no el respaldo a la financiación del Plan Hidrológico y donde deberíamos ir mucho más todos para conocer a los personajes y los departamentos que deciden sobre aspectos importantísimos para nuestro presente y nuestro futuro.

Valencianizar la política autonómica no es ninguna broma. Ni tampoco parece muy prudente que se intente tomar el pelo a los ciudadanos, que finalmente acaban siendo potenciales votantes. Si se quiere gobernar de otra manera, hay que hacerlo y no vale decir una cosa y hacer otra. En la Comunidad Valenciana hay un rescoldo importante de sentimiento autóctono y aunque las actitudes victimistas sirven para poco, pervive un sentimiento de olvido y postergación entre los valencianos, que coincide con la forma de ver las cosas que tienen en otras zonas de España y de Europa.

Es muy probable que la propuesta de Maragall no sea la mejor de las posibles. Pero a nadie se le ha de ocultar que se trata de una apuesta atrevida. Mientras tanto, la política europea exige fórmulas imaginativas y eficaces para conseguir el máximo rendimiento. Pero si nuestra pertenencia a la Unión Europea no admite vuelta atrás, tendremos que sugerir nuevos planteamientos que permitan aglutinar sinergias, generar economías de escala e incrementar el nivel de eficacia. Para conseguirlo habría que potenciar la Oficina de la Comunidad Valenciana en Bruselas, que necesita ser revitalizada con urgencia para que resulte útil a los intereses valencianos.

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