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LA POSGUERRA DE IRAK | El papel de la OTAN

El envío de tropas divide a la coalición rojiverde alemana

El canciller federal alemán, Gerhard Schröder, no está dispuesto a tolerar que le marquen los tiempos y se le crucen en el camino a la hora de fijar el ritmo de la política de Alemania sobre Irak. Con inusitada dureza, Schröder explotó en una reunión interna de su Partido Socialdemócrata (SPD) y dijo que la postura de su socio de coalición, el partido ecopacifista Los Verdes, de hacer al mismo tiempo política de gobierno y de oposición le dan "ganas de vomitar".

El motivo de la indignación del canciller parece trivial. Una insignificante declaración de la presidenta de Los Verdes, Angelika Beer, sobre un hipotético envío de tropas alemanas a Irak si lo pidiera la ONU, habría pasado en condiciones normales inadvertida. No así cuando Schröder se esfuerza en hacer encaje de bolillos para salvar la cara ante la opinión pública alemana y al mismo tiempo recuperar el favor perdido de Washington y del presidente Geoge W. Bush, quien no ha olvidado las afrentas sufridas hace un año durante la campaña electoral alemana. El canciller se opuso entonces de forma contundente a la política de EE UU sobre Irak y llegó a calificarla de aventurera, y Alemania formó el eje París-Berlín-Moscú opuesto a la invasión

Poca penitencia

Ahora Schröder se encuentra a medio camino hacia Canosa, para conseguir que Washington le levante la excomunión con la menor penitencia posible. Por este motivo Schröder insiste una y otra vez en que la ONU tiene que tener un mayor protagonismo en Irak, en que Alemania ya contribuye a la lucha antiterrorista y las medidas estabilizadoras de la paz en otros muchos lugares, como Irán y los Balcanes, y se muestra dispuesto a ampliar la misión de las tropas alemanas en Afganistán fuera de Kabul. De enviar tropas a Irak huye Schröder cual diablo del agua bendita. El canciller responde siempre a las preguntas sobre el tema con una referencia a dar un papel mayor a la ONU y la importancia de la ayuda civil.

En la tarea de hacer buena letra y recuperar la confianza de Washington lo peor que le puede ocurrir a Schröder es que desde las propias filas de la coalición de Gobierno surjan voces que digan lo que Alemania tiene que hacer o dejar de hacer. Esto explica el vomitivo exabrupto de Schröder al referirse a los zascandileos de Los Verdes y su doble juego de estar en el Gobierno y al mismo tiempo criticarlo con olvido de la disciplina exigible en una coalición. La disonancia entre el canciller y Los Verdes se produce precisamente cuando Schröder y su vicecanciller y ministro de Exteriores, Joschka Fischer, acaban de prometerse en matrimonio indisoluble para las elecciones del año 2006.

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