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Fuego cruzado en la cumbre de la OMC

Los reproches entre la UE, EE UU y los países pobres sobre las ayudas agrícolas amenazan la reunión de Cancún a una semana de su inicio

Fernando Gualdoni

El tema agrícola coronará la cumbre de la Organización Mundial de Comercio (OMC) de Cancún o la hundirá. Los países pobres y en vías de desarrollo no quieren tratar ningún otro tema, como el de un mayor acceso a los mercados o la protección de las inversiones, si no hay avances en el desmantelamiento de las barreras y subsidios en la UE y EE UU. Para los Estados cuyos ingresos dependen mucho de las exportaciones agrícolas, ni siquiera el reciente acuerdo sobre patentes medicinales mengua las dificultades que habrá para alcanzar el consenso.

Entre las potencias comerciales hay, además, una fricción constante, puesto que desde el sonado fracaso de Seattle, existe en Bruselas la certeza de que Washington intenta desviar las críticas de los países en vías de desarrollo hacia la política agraria europea. "La opinión pública cree que la agricultura comunitaria es la más protegida del planeta. Mientras que el presupuesto público total destinado a la agricultura de Europa es de 55.000 millones de dólares anuales, EE UU gasta el doble", explicaba un miembro de la delegación de la UE ante la OMC. "Y frente a los siete millones de agricultores que hay en la Unión, sólo hay dos millones en EE UU", añade.

El presupuesto de la UE en subsidios agrícolas es de 55.000 millones, y el de EE UU, de 76.000 millones

En estos datos ha insistido mil y una veces el comisario europeo de Agricultura, Franz Fischler, para arremeter contra el discurso de Washington, "que siempre intenta parecer el bloque más liberal ante la OMC", según fuentes agrícolas españolas. El problema, según estas fuentes, es que mientras es más fácil controlar las ayudas europeas a la agricultura, lejos está de serlo en el caso estadounidense, donde cada uno de los Estados puede poner en marcha su propia política agraria sin dar cuentas a nadie.

Bruselas, desde hace ya tiempo, ha intentado desentrañar y mostrar el sistema de ayudas de EE UU para dejar de ser la cara culpable de las políticas de subvenciones agrícolas que tanto distorsionan el comercio, según los países en vías de desarrollo. En 2002, la UE logró su propósito, pero no por su mérito, sino por el propio de la Administración Bush. El 13 de mayo del año pasado, el presidente Bush firmó la llamada Farm Bill (en vigor hasta 2006), que aumentó en un 70% las ayudas agrícolas, en unos 20.000 millones.

Críticas contra Washington

Las críticas contra este incremento de las ayudas agrarias estadounidenses arreciaron desde los cuatro puntos cardinales. El grupo de Cairns (que reúne a 17 grandes exportadores agrícolas como Australia, Canadá, Argentina, Brasil o Nueva Zelanda) acusó a Washington de "hipócrita" por defender en los foros internacionales la reducción del apoyo al sector mientras incrementa el presupuesto para ayudas en el interior. El economista Jeff Schott, del Instituto para la Economía Internacional calificó la Farm Bill como "un duro golpe a la liberalización del comercio".

Al margen del tema agrícola, los roces entre Bruselas y Washington se agravaron tras la guerra del acero. A principios de 2002, EE UU impuso, de manera unilateral, tarifas de hasta un 30% a las importaciones de acero por tres años, arguyendo que otros países exportaban acero por debajo del precio de producción, lo cual daña la industria local. Pero el argumento es disputado por la UE, Japón, Brasil, y otros países productores de acero, que aseguraron que sus empresas son más eficientes que las estadounidenses. Ésta fue, probablemente, la primera señal de por dónde iban los tiros de la política comercial de Bush.

Mientras la UE y EE UU se enzarzaron en esta batalla, los países en vías de desarrollo y los más pobres, apoyados por las ONG y la opinión pública, intensificaron sus demandas ante la OMC presentando casos concretos donde se demuestra cómo las ayudas a la producción y las exportaciones los perjudican. La ONG Oxfam realizó estudios sobre dos ejemplos claros de la distorsión que producen las ayudas: el del mercado del azúcar y el del algodón.

"Los precios del algodón en el mercado internacional han caído a la mitad desde mediados de los años noventa por culpa de los subsidios de Washington a sus productores, básicamente grandes plantaciones. En el ejercicio 2001-2002, 25.000 productores de algodón estadounidenses recibieron 3.900 millones de dólares en subsidios, lo que supone un gasto medio anual por agricultor de 150.000 dólares", explica la ONG. "Una gran plantación de Arkansas, la US Tyler Farms, recibió en 2001 casi seis millones de dólares en subsidios, lo que equivale al promedio de ingresos de 25.000 granjeros de Mali. Los subsidios garantizan a los granjeros estadounidenses recibir un precio por el algodón un 73% por encima del precio existente en el mercado mundial", añade.

"Estas prácticas comerciales han aumentado artificialmente el nivel de producción de algodón de EE UU, estimulando sus exportaciones y reduciendo el precio en el mercado. Los subsidios causan una crisis social y económica grave en África, donde 10 millones de personas dependen de la cosecha de algodón. Las consecuencias son graves en países como Benín, donde el algodón supone el 70% de sus exportaciones", explica Oxfam.

Pero si este palo es para EE UU, el caso del azúcar no es menos grave e involucra a Bruselas. "La UE importa cerca de 1,6 millones de toneladas de azúcar sin refinar de sus ex colonias del Caribe, África y Pacífico (países ACP), pagando cerca de 620 dólares por tonelada. El problema es que ese producto es refinado y luego reexportado a otros mercados a menos de 200 dólares la tonelada. A ese volumen se suman 3,6 millones de toneladas de producción interna que la UE exporta también con subsidios, sumando unos 5,2 millones de toneladas que disputan terceros mercados de forma desleal y provocan el desplome de los precios. Estos subsidios no están incluidos en el compromiso de reducción suscrito por la UE", explica un miembro de la delegación brasileña ante la OMC. "Por ello, demandamos a la UE ante la OMC, como hicimos en el caso del algodón contra EE UU", añade.

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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