Kirchner cumple 100 días de éxito
El presidente argentino logra un apoyo masivo por su forma de gobernar en sus primeros meses en el poder
"Para mí, lo inventamos", sospecha Humberto Constantini en un poema dedicado al mítico cantor de tangos Carlos Gardel. La necesidad y el deseo de la sociedad explican también la popularidad del presidente argentino, Néstor Kirchner, al cumplir sus primeros cien días en el poder. En medio del "que se vayan todos" reclamado por la sociedad hace un año, amparado sólo por el 22% de los votos que obtuvo en la primera vuelta de las presidenciales, Kirchner, un desconocido gobernador del desolado sur del país, alcanza ahora la cima más alta de opiniones favorables de un presidente argentino en toda la historia.
Nadie recuerda que haya presentado un programa electoral. En realidad, resultó elegido por descarte. El peronismo se sabía ganador, pero no había resuelto la feroz batalla interna entre sus caudillos. En el tramo final la opción "Menem o cualquiera" terminó por darle una oportunidad.
Kichner recuerda cada día a los empresarios que ya "no tienen a un empleado de presidente"
En el tramo final de la campaña, la opción "Menem o cualquiera" le dio una oportunidad
Néstor Kirchner, abogado de 53 años, militante de la izquierda peronista, esposo de la destacada senadora Cristina Fernández, también militante peronista, era ese cualquiera. El publicista Fernando Braga Menéndez, que colaboró en la campaña electoral, supone que "el desconocimiento de su estilo y de lo que se proponía hacer es ahora una de las razones del apoyo masivo. Las prevenciones de los medios y de los grupos de poder le hubieran demolido si le descubrían antes".
La única promesa de Kirchner se la hizo a sí mismo: "No voy a dejar mis convicciones en la puerta de la Casa Rosada". Rodeado por un grupo muy pequeño y cerrado de leales que le acompañan desde que inició su carrera política en Santa Cruz, el presidente conserva el espíritu militante de los años setenta, que involucró a toda su generación y lo despliega en la acción de gobierno, lo que la prensa llama el estilo K. A los dos días de asumir descabezó a las cúpulas de las Fuerzas Armadas. Kirchner derogó el decreto que ordenaba rechazar los pedidos de extradiciones, pidió al Congreso el juicio político a los miembros del Supremo y promulgó la nulidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Regresar a "la verdad y la justicia" era una decisión tomada.
Con la misma autoridad remitió a su despacho en el Senado al vicepresidente Daniel Scioli cuando intentó competir con su poder, se enfrentó a las presiones de las empresas concesionarias de los servicios públicos que reclaman aumentos de tarifas para compensar las pérdidas desde la devaluación del peso a la tercera parte de su valor.
Kirchner recuerda a todos que el país está sepultado "diez kilómetros bajo tierra". Sin tiempo para conceder entrevistas o hacer reuniones de ministros, sale cada día del despacho a "escuchar a la gente" y resolver problemas. Ordenó la intervención de la obra social de jubilados y pensionados, desactivó el conflicto docente que mantenía paralizadas las clases primarias en la provincia de Entre Ríos y resolvió "abrir todos los frentes que sean necesarios".
En poco más de dos meses el Gobierno y la popularidad de Kirchner deben atravesar elecciones en la capital federal, la provincia de Buenos Aires y otros distritos del país que renuevan gobernadores y legisladores.
En dos semanas se define también el programa a tres años de plazo que Argentina se propone firmar con el Fondo Monetario Internacional para prorrogar deudas por 12.500 millones de dólares. Las metas del acuerdo van a determinar la oferta que Argentina hará a fines de septiembre a los tenedores privados de deuda pública, a los que debe en conjunto 76.000 millones de dólares.
La derecha acusa al Gobierno de no tener un plan económico y de resistirse a tomar medidas estructurales por cuestiones electoralistas. Kirchner recuerda cada día a los grupos económicos "que ahora no tienen a un empleado de presidente". Ante cada reclamo o presión, el jefe del Estado les advierte: "Poco me cuesta tomar el micrófono y hablar con la gente para decirle lo que está pasando". Ése es el secreto de su verdadero poder. Le inventó el odio, el amor y el deseo de la gente. En el poema a Gardel, el poeta Constantini explicaba el milagro: "Seguramente nos sentimos de golpe / terriblemente solos, / muy huérfanos, muy niños, /tal vez tocamos fondo". (...) "Miramos hacia las telarañas del techo, nos dijimos: 'hagamos, pues, un Dios a semejanza de lo que quisimos ser y no pudimos".
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