Cientos de miles de chiíes demuestran su fuerza en el entierro de su líder Al Hakim
El asesinato del ayatolá abre una dura pugna por su sucesión como autoridad religiosa
Cientos de miles de chiíes se congregaron ayer en la ciudad santa de Nayaf para dar su último adiós a Mohamed Baquer al Hakim, uno de los cinco grandes ayatolás de la hawza, máxima autoridad religiosa chií. Todo apunta a que será su hermano Abdel Aziz al Hakim quien le sustituya como líder político en la Asamblea Suprema para la Revolución Islámica en Irak (ASRII). Sin embargo, no está claro quién va a ocupar su liderazgo religioso en el Vaticano chií. La pugna está abierta y ni los actores ni los intereses se limitan al ámbito local.
Una riada humana inundó durante la mañana de ayer las calles descascarilladas y polvorientas de Nayaf. Nadie quería perderse un cortejo fúnebre imposible de imaginar sólo cinco meses atrás. Bajo Sadam Husein, los chiíes no podían demostrar más devoción a sus dirigentes religiosos que al dictador. Ahora, han adaptado a la libertad recién adquirida el estribillo que les obligaban a corear los esbirros del régimen depuesto. El "Nuestra alma, nuestra sangre, por ti, Sadam" se ha transformado en "Nuestra alma, nuestra sangre, por ti, Hakim".
Banderas verdes, negras, rojas, amarillas, pósteres con la imagen de Al Hakim y otros líderes religiosos, incluido Jomeini, pancartas... El funeral fue una extraña mezcla de dolor por la pérdida de un hombre venerado y celebración por su paso seguro al paraíso; de testimonio religioso y de manifestación política. Tan pronto un grupo coreaba loas a la figura del ayatolá asesinado como otro prometía vengar su muerte.
"La paciencia tiene un límite y hay un periodo restringido de silencio que no va a durar siempre", advertía el comunicado de un "grupo de estudiantes religioso" de la red de seminarios que la hawza controla en Nayaf. "El límite es el mes de septiembre", confió un observador atento de la política local. Todos ahora están expectantes respecto a qué va a pasar en Nayaf.
Desaparecido Al Hakim, el gran ayatolá más cualificado para ocupar su puesto en la hawza sería, sin duda, Kadhem al Haeri, heredero espiritual de Mohamed Sadek al Sáder y que aún no ha regresado del exilio en Irán. El hijo de este último, Múqtada al Sáder, trata de hacerse un hueco político y ha adoptado un tono beligerante contra la presencia de tropas extranjeras en su país. Al Haeri aún no ha hablado al respecto. Algunas fuentes ven la mano de Irán detrás de esta pugna. Sin embargo, el país vecino ha perdido en Al Hakim a uno de sus mejores aliados.
Ajenos a esas discusiones políticas, seguidores de unos y otros ayatolás acudieron a rendir tributo al
mártir. Había turcomanos chiíes del norte de Irak, campesinos de Amara (en la frontera con Irán) que se flagelaban las espaldas al estilo de la república islámica y sobrios bagdadíes del barrio de Karrada. Mujeres y hombres. Jóvenes y mayores.
Al llegar al santuario del imam Alí todos se golpearon el pecho al unísono. Alí, primo y yerno del profeta Mahoma, es el califa cuya contestación por parte de Muawiya dio origen a la división del islam en suníes y chiíes. Su imagen preside todo hogar chií que se precie y el atentado contra Al Hakim cometido a las puertas mismas de su santuario constituye una profanación que los chiíes difícilmente podrán olvidar. Tal vez por ello todo el mundo ha querido distanciarse de la acción terrorista. Hasta el principal sospechoso, Sadam Husein. El ataque dejó, además, otros 123 muertos, según los últimos datos facilitados ayer en medios hospitalarios.
La gran procesión funeraria había partido de Kufa al amanecer, poco después de las seis de la mañana (dos más en la España peninsular). Andando, decenas de miles de fieles acompañaron el camión con el féretro durante los 10 kilómetros que separan ese antiguo centro del saber de la ciudad de Nayaf. Decenas de miles más se fueron sumando a lo largo del camino. Todos a pie. Desde el alba, la policía había cerrado los accesos al tráfico rodado. No obstante, el gentío era tal que el camión funerario no pudo entrar dentro del santuario y tuvo que dirigirse directamente al lugar del enterramiento. "Vamos a construir una mezquita destinada a su memoria", anunció un portavoz de la familia de Al Hakim poco antes de que sus restos fueran sepultados en la mezquita del Indio, junto a la tumba de su padre, el ayatolá Mohsen al Hakim.
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