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Reportaje:

El gran pacto de Schröder con la CDU

El canciller logra consensuar con la oposición democristiana la reforma de la sanidad

Los recortes del Estado de bienestar que afronta Alemania son tan dolorosos que la mejor forma de ponerlos en práctica es a través de un cierre de filas entre los dos partidos mayoritarios, los socialdemócratas (SPD) y los democristianos y socialcristianos (CDU/CSU). Esta tesis, muchas veces postulada, pero sólo ocasionalmente puesta en práctica, se ha confirmado esta semana después de que unos y otros anunciaran un acuerdo sobre la reforma de sanidad que incluye sustanciales y muy impopulares recortes a las prestaciones médicas.

Logrado este consenso tras semanas de negociaciones a puertas cerradas, el SPD deberá impulsar ahora la iniciativa en la Cámara baja del Parlamento, en donde junto a su socio menor de coalición, Los Verdes, dispone de la mayoría. Posteriormente, corresponderá a la CDU/CSU facilitar su aprobación en la Cámara alta.

Quizá sólo de esta manera, uniendo fuerzas, el establishment político pueda resistir la indignación ciudadana que acarrea el nuevo desmantelamiento parcial del Estado de bienestar. "Siempre le caen al pequeño", se enfurece, por ejemplo, Christian Hügler, un quiosquero en Berlín. "Con esos recortes nos vuelven a quitar el dinero que nos acaban de prometer con el adelanto de la reforma fiscal".

Pese a su rabia, que rápidamente se extiende a la anterior reforma del sistema de pensiones, a la introducción del euro y hasta a aquellos extranjeros que cobran el paro en Alemania sin mover un dedo, su caso ilustra bien el fin último de la reforma. Hügler quisiera contratar a alguien para ya no estar él solo detrás del mostrador. Ello, sin embargo, supondría un desembolso de 1.300 euros mensuales, de los cuales el nuevo empleado sólo recibiría 700, mientras el resto iría a parar a las cuentas de la Seguridad Social. Es demasiado para este pequeño empresario.

Precisamente para reducir los altos costes laborales que dificultan la creación de empleo, el Gobierno rojiverde y la oposición conservadora han lanzado la reforma de la sanidad. De ponerse en práctica, la iniciativa cambiaría como pocas la vida cotidiana de los alemanes, hasta ahora acostumbrados a un seguro médico que cubre casi todas las eventualidades.

Tanto la visita al médico como un día de hospitalización costarán 10 euros. Los trabajadores tendrán que financiar por su propia cuenta (y ya no a medias con el empresario) un seguro por incapacidad y otro para prótesis dentales. Se dejarán de pagar ayudas para anteojos, transportes de taxi al doctor y drogas que no requieran de prescripción médica, y hasta se reducirá la financiación de tratamientos de inseminación artificial. Puesto así, suena más duro de lo que realmente es, porque también están previstas una serie de cláusulas para atenuar el impacto social, pero aun así estas medidas son de difícil digestión.

La reforma contiene también decenas de otras medidas que suponen recortes para la industria farmacéutica, los médicos, el sistema de cajas de seguro y los dueños de farmacias. Pero ninguna de ellas es muy drástica. Sólo tímidamente se insinúan aquellos cambios estructurales que, a juicio de los expertos, requiere el altamente burocratizado sistema de sanidad, convertido en presa de todo tipo de intereses estamentales. Incluso los promotores de la iniciativa, como el político socialcristiano Horst Seehofer, admiten que tan sólo es una solución temporal que "durante media década" mantendrá a raya los costes de la sanidad pública alemana, hoy por hoy de cerca de 140.000 millones de euros.

La renuencia a exigir una mayor aportación a la industria farmacéutica y a los médicos está considerada como un triunfo de los democristianos, tradicionalmente cercanos a estos intereses, y como una derrota para Los Verdes y los liberales del FDP. Ambos pequeños partidos abogaban por cambios más profundos, esos mismos que en un inicio también postularon los socialdemócratas. En un botón de muestras de las desventajas de una gran coalición, Schröder y su ministra de Sanidad, Ulla Schmidt, sin embargo, acabaron por conformarse con un pacto de mínimos.

No se trata de un precedente de lo que ha de venir, se resalta tanto desde el Gobierno como desde las filas conservadoras. Alemania, por tanto, seguirá siendo gobernada por un Gabinete rojiverde enfrentado a una oposición democristiana. Aun así, la próxima prueba de fuego para la capacidad de cooperación entre el SPD y la CDU/CSU ya está a la vuelta de la esquina: la necesidad de concertar el adelanto de los recortes del IRPF. El Gobierno pretende financiar gran parte de esta rebaja fiscal con nuevas deudas y además quiere sustanciales recortes en los subsidios públicos al sector privado. Desde su control de la Cámara alta, los conservadores se oponen. Hasta ahora.

Angela Merkel habla en el Bundestag en presencia de Schröder.
Angela Merkel habla en el Bundestag en presencia de Schröder.AP

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