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LA POSGUERRA DE IRAK

Los demócratas despiertan como oposición y acosan a Bush por los datos falsos sobre Irak

Las encuestas reflejan las primeras dudas sobre las posibilidades de reelección del presidente

Criticar al Gobierno de EE UU ya no es un pecado patriótico en tiempos de guerra. El Partido Demócrata, que durante 20 meses ha estado agazapado bajo un discurso monótono y falto de reproches, ha encontrado por fin el catalizador político que necesitaba. La Casa Blanca, al reconocer que incluyó acusaciones falsas contra Irak en un discurso de Bush, ha destruido la imagen intocable del presidente y ha permitido que se abra la veda electoral. El torbellino político es de tal envergadura que las encuestas ya adelantan serias dudas sobre las posibilidades de Bush en las elecciones del año próximo.

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Según la última encuesta de CNN y Time, que refleja ya la polémica sobre las acusaciones falsas, el índice de aprobación general al trabajo de Bush apenas llega al 55%, una posición nada confortable para un presidente en ejercicio que teóricamente acaba de ganar una guerra. Cuando Bill Clinton venció en las elecciones de 1992 al padre del actual presidente, los demócratas solían repetir un lema legendario: "Es la economía, estúpido". La economía y no la primera guerra del Golfo fue efectivamente lo que movilizó a los votantes contra el padre de Bush, como demostraron las urnas.

Ahora la encuesta refleja por primera vez que la mayoría de los estadounidense piensa que Bush lo está haciendo mal en el terreno económico; además, sólo cuatro de cada diez creen que la campaña en Irak ha sido un éxito. Por si esto fuera poco, la ultraconservadora Fox News distribuyó ayer otra encuesta en la que sólo una minoría de los electores -el 42%- anuncia su intención de votar a Bush en noviembre de 2004. Los datos se completan con un tercer sondeo de la empresa independiente Zogby Internacional, en el que el 52% de los encuestados muestra su intención de votar a cualquier otro candidato que no sea Bush.

Acusaciones nada fiables

Aunque Harry Truman solía decir que Moisés nunca habría ido muy lejos si se hubiera fiado de las encuestas, los porcentajes han alimentado un furor demócrata que hasta los republicanos echaban de menos. Tienen el argumento perfecto para la indignación en el reconocimiento de culpa por parte de la Casa Blanca, que acepta haber incluido acusaciones nada fiables en un discurso de Bush.

El senador Carl Levin, miembro del comité militar y del de inteligencia, habló ayer de las maniobras del Gobierno "para crear una falsa impresión sobre la gravedad y la inminencia" de la amenaza iraquí. Levin, como casi todos sus compañeros del Capitolio, tuvo que votar en su día a favor de la guerra porque nadie se atrevía a romper la estela del 11-S. Ahora parece haber llegado el punto de inflexión cuando los demócratas empiezan a establecer paralelismos con el caso Watergate. Según Levin, la acusación falsa sobre la compra de uranio en África "es sólo una de las muchas exageraciones y declaraciones cuestionables" del Gobierno.

Quienes más se lanzan al deporte repentino de criticar a Bush son, como cabía esperar, los nueve candidatos demócratas a la nominación presidencial de su partido. Howard Dean, el ex gobernador de Vermont que se dispara en las encuestas, ha acusado a Bush de "llevarnos a la guerra con excusas falsas". Varios han extendido sus ataques más allá de las mentiras de la guerra: "Bush tiene que decir también la verdad sobre la economía de EE UU. También nos ha engañado ahí. Es hora de que acepte que los recortes de impuestos no funcionan", dice otro aspirante demócrata, John Kerry.

Y uno más, Joe Lieberman, añade: "El Gobierno ha subestimado la profundidad del agujero en el que estamos y, lo que es peor, se ha escondido detrás de la guerra para tapar su irresponsabilidad fiscal". Estados Unidos tiene la mayor tasa de desempleo de la última década y se aproxima al mayor déficit de su historia.

Los nueve candidatos demócratas para la presidencia de Estados Unidos en un debate el pasado 3 de mayo en Carolina del Sur.
Los nueve candidatos demócratas para la presidencia de Estados Unidos en un debate el pasado 3 de mayo en Carolina del Sur.REUTERS

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