El Guggenheim de Nueva York expone un mural de Miró oculto 10 años en el museo
La exposición 'De Picasso a Pollock' exhibe 130 cuadros y esculturas de 48 artistas
Llevaba 10 años escondido tras una falsa pared. El Museo Guggenheim de Nueva York desveló ayer un mural de Joan Miró, una obra encargada en 1965 que se tapó en su momento por imperativos de espacio y nunca volvió a ver la luz. El Guggenheim ha aprovechado la ocasión para mostrar otros tesoros ocultos: 130 cuadros y esculturas de su colección permanente, una de las más ricas del arte moderno. De Picasso a Pollock, un viaje por el tiempo que empieza en los inicios del modernismo y acaba en el expresionismo abstracto, condensa lo mejor de una institución que se creó en 1937 con el propósito de sensibilizar al público a un nuevo tipo de expresión artística.
El mural de Miró tiene toda una historia. En 1963, Alicia Patterson Guggenheim murió tras una operación rutinaria para tratar una úlcera. Era una mujer singular, periodista, hija del fundador del Daily News y directora en los años cuarenta de otro diario neoyorquino, Newsday. Desconsolado, su tercer marido y entonces presidente de la fundación, Harry Guggenheim, decidió dedicarle un mural y encargó el trabajo a Miró y al ceramista Josep Lloréns Artigas. El resultado, una composición abstracta de 190 azulejos en los colores tradicionales del artista catalán, negro, rojo y azul, retomaba el nombre de la difunta. Cuando Guggenheim vio el resultado final enfureció: Miró no había compuesto Alicia, sino Alice.
Pidió a Miró que lo cambiara. Miró se negó, argumentando que aquélla no era una equivocación, sino su propia interpretación del nombre. "Las discusiones duraron varios meses. Se ha guardado mucha correspondencia sobre el asunto. Los responsables del museo recurrieron incluso a Matisse y al galerista de Miró para tratar de convencerle de que cambiara la obra. No hubo forma", explicó la subdirectora del museo, Lisa Dennison. "Pero el mural nunca estuvo en peligro" y conservó su título original de Alicia.
Durante los últimos diez años, la obra, situada en la primera espiral de la rotonda de Frank Lloyd Wright, desapareció tras una pared artificial. Las nuevas exposiciones exigían espacios diáfanos, sin pasado y sin historia. "El museo se diseñó en los años cuarenta con un propósito muy distinto al de ahora. Entonces no hacíamos tantas exposiciones", comentó el director del Guggenheim, Thomas Krens. "Tras la renovación del edificio, en 1992, que se inauguró con una muestra de Dan Flavin, quedó claro que se necesitaba todo el espacio posible y el mural quedó cubierto".
El mural exigía contexto. El Guggenheim lo encontró. De Picasso a Pollock, una visión enciclopédica de la pintura moderna en 130 obras y 48 artistas, es un recorrido sin fracturas por la rampa del edificio de Wright, que recupera así su propósito inicial, el de refugio para la contemplación artística y espiritual.
Obras espectaculares
"El 90% de nuestra colección permanente nunca se ve, por eso intentamos alternarla con otras exposiciones", aseguró Krens. En época de crisis y de turistas, recurrir a los fondos privados es convencional, pero económicamente rentable y artísticamente atractivo.
En esta ocasión, no se ha desperdiciado ni un milímetro, están todos o casi: Pablo Picasso, George Braque, Fernand Léger, Juan Gris, Robert Delaunay, Marc Chagall, Fantisek Kupka, Henri Matisse, Amadeo Modigliani, Constantin Brancusi, Kazimir Malevich, Vasily Kandinsky, Piet Mondrian, Alexander Calder, Paul Klee, Jean Dubuffet, Antoni Tàpies, Eduardo Chillida, Marc Rothko, Willem de Kooning y Jackson Pollock. Las obras, perfecto muestrario de cada artista, son espectaculares.
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