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PROCESO A LA DICTADURA ARGENTINA

"Quítese la ropa"

Juan Jesús Aznárez

Ricardo Cavallo, alias Sérpico, leía en México Las relaciones humanas, de Jiddu Krishnamuti, le subliman las sinfonías, y fue un miserable sumamente casto, según alguna de sus víctimas, que nunca demostró interés por violar a las jóvenes supliciadas en las mazmorras de la dictadura argentina. Probablemente le incomodó desnudarse ante una extraña. "¡Quítese la ropa!", le exigió, la mañana de su extradición a España, una doctora del Reclusorio Oriente.

El diario La Jornada publicó ayer en portada la fotografía del ex militar, acusado de genocidio y terrorismo, en calzoncillos, sin gafas, grave, algo tocino. "Quizá la multitud de reporteros y ciudadanos argentinos que no olvidan sus agravios lo quieren ver así, desnudo, poniéndose en cuclillas ante una doctora que le da órdenes, mientras hace el último chequeo", señala el diario. Pulcro y disciplinado, el reo se dejó hacer. Presión, ligeramente alta; colon, irritable; de niño, rubeola y sarampión. "¿Por qué tantas fotos?", preguntó a los policías que le grababan. No le respondieron.

Orlando Magaña, acusado de asesinar fríamente a toda una familia mexicana durante el asalto a su domicilio, le despidió con ceremonia y admiración, y le extendió la mano amiga: "Sérpico es todo un caballero, hasta entre delincuentes". Expresivo como una sardina frita, Cavallo parecía ido. "¿Hay muchos fotógrafos allá afuera?", inquirió en dos ocasiones. No le respondieron. Había pedido discreción, y afuera había una legión de cámaras. Tampoco le gustó.

Las conversaciones con los seres humanos encargados de su vigilancia no fueron frecuentes. Las tuvo con Lucio Hernández, un abogado de 34 años, subdirector de Seguridad de la Dirección de Reclusorios a quien se encomendó la integridad física del detenido. Nunca intentó suicidarse porque seguramente confía en su absolución.

A las 6.30 del día de la extradición todo estaba dispuesto. Siempre impecable, de traje y corbata, el ex oficial cerró un maletín negro con una muda y un cepillo de dientes y partió hacia el aeropuerto bajo grillos. Nada se llevó. Su principal equipaje le aguardaba en la Audiencia Nacional: el expediente del juez Baltasar Garzón con las salvajadas que se le imputan.

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