La mujer que no se miraba al espejo
A regañadientes o como fuera, los estudios tuvieron que aceptarla. En definitiva, el público la había aprobado. Más aún, se había sentido atraído por esa larguirucha independiente que no estaba dispuesta a doblegarse. Ni siquiera cuando empezaba su carrera. Ya en su primera película había tenido un encontronazo con el director: "Señorita Hepburn, no puede usted hacer eso". Ella le miró desafiante: "¿Y quién va a impedírmelo?". Nadie, Katharine, nadie consiguió impedírtelo.
Babelia
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