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Cuatro preguntas

Hace 400.000 años los humanos vivían en los tres continentes del Viejo Mundo. A los europeos de entonces los conozco bien, porque me cito con ellos todos los veranos en la Sima de los Huesos, en Atapuerca. Como no hay un yacimiento parecido en África, a sus contemporáneos al sur del Mediterráneo se los conoce peor. Pero hay algunos cráneos africanos de edad más o menos próxima, como el de Bodo y el de Kabwe, que permiten establecer una comparación. El resultado es que se parecían mucho los europeos y los africanos en esa época. Hay diferencias, claro, pero no son muy grandes. No afectan al diseño.

Seguramente en aquel tiempo unos y otros eran todavía de la misma especie, Homo heidelbergensis la llaman muchos, y se podían cruzar allí donde coincidieran. Sin embargo, como los separaba el Mediterráneo, es posible que no tuvieran mucho contacto entre sí, excepto en Asia occidental. La historia evolutiva posterior de ambas poblaciones fue muy distinta. Los europeos dieron origen a los neandertales, y los africanos a nosotros, que somos una especie distinta de los neandertales. Hay muchos fósiles de neandertales, pero el registro fósil de los primeros humanos de nuestra especie, llamada Homo sapiens, era hasta hoy muy escaso y problemático. El 11 de junio, la cosa ha cambiado, porque Tim White y sus colaboradores han dado a conocer restos de hace entre 160.000 años y 154.000 años que atribuyen a nuestra especie. Ya me habían sido presentados estos antepasados nuestros, pero es a partir de la publicación de hoy cuando se puede hablar abiertamente de ellos. Los fósiles en cuestión son cráneos que proceden de Herto, en el curso medio del río Awash en la depresión de Afar, en Etiopía.

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Ésta es una región en la que el equipo de White ha encontrado fósiles de homínidos que cubren los últimos seis millones de años. Eso sí, con mucho esfuerzo y aún más talento (lo sé porque los he visto trabajar allí en condiciones arriesgadas y durísimas). Efectivamente, los cráneos de Herto son de nuestra especie, pero no exactamente iguales al suyo o al mío. Como cabría esperar dada su gran antigüedad, presentan algunos rasgos arcaicos, como por ejemplo el toro supraorbitario, una gruesa barra ósea situada sobre los ojos.

Ahora que ya los conocemos, en persona, ¿qué preguntas les podemos hacer? La primera es si de verdad se originaron en África, como creemos muchos paleontólogos y genéticos, que llegan también a la conclusión de que todas las poblaciones humanas actuales proceden de una pequeña población africana, más o menos de la edad de los fósiles de Herto. La segunda pregunta, también muy importante, es si aparecieron, como especie se entiende, en poco tiempo, o si son el resultado de un largo proceso de transformación gradual, en virtud de la cual sus antepasados fueron cambiando poco a poco a lo largo de cientos de miles de años. En Europa, me parece, los neandertales se gestaron así. Pero la anatomía de los neandertales no representa un cambio drástico de diseño. Más bien se los puede describir como una modificación de un modelo pre-existente, el modelo arcaico, el del Homo heidelbergensis. Eso sí, con retoques importantes, como el acortamiento de antebrazos y tibias, el acuñamiento de la cara y la expansión del cerebro. El cráneo del Homo sapiens, en cambio, es muy distinto del modelo arcaico, y podría describirse como revolucionario.

La aparición de los diseños revolucionarios, según algunos teóricos de la evolución, obedece a procesos diferentes de los que simplemente modifican modelos pre-existentes. La tercera gran cuestión tendría que ver con las capacidades cognitivas. Los humanos de Herto están esqueléticamente muy próximos a nosotros, ¿pero lo estaba también su cableado neuronal? Y la última cuestión se refiere a la morfología del cuerpo, de cuello para abajo. ¿Eran los humanos de Herto muy anchos y robustos, como los de la Sima de los Huesos, o eran ya de caderas estrechas como nosotros? Naturalmente, los fósiles no van a contestar a estas grandes preguntas que están en el aire, pero los paleontólogos lo intentarán, así que ya tenemos deberes para estos próximos años.

Juan Luis Arsuaga es paleontólogo, codirector del Proyecto Atapuerca y director del Centro de Evolución y Comportamiento Humanos (Universidad Complutense de Madrid e Instituto Carlos III).

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