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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Apuesta venezolana

El anuncio de la inversión de Repsol en Venezuela, por 700 millones de dólares (599 millones de euros), en los próximos cinco años, es un hecho destacado por varias razones. En primer lugar, porque supone la concentración de intereses de una de las compañías españolas más importantes en América Latina. En segundo, por la cuantía: equivale a la mitad de lo que ha invertido Repsol en aquel país desde 1996. No menos importante, supone una apuesta por la estabilidad política venezolana, hoy seriamente cuestionada. En cualquier caso, las contrapartidas económicas que pueden asociarse a esa apuesta son importantes. El grupo petrolero español consolida su posición como primer productor privado de Venezuela (le acompaña la americana Chevron-Texaco), el país con las mayores reservas de crudo de Occidente.

El momento para invertir en Venezuela puede ser cuestionable. La incertidumbre sobre el futuro del presidente Chávez, que podría verse forzado a convocar un referéndum sobre su continuidad, y la situación de conflicto social en Venezuela (aunque bajo aparente control en los últimos meses) introduce riesgos políticos nada desdeñables. De todas formas, Venezuela es un país que Repsol-YPF conoce bien: ha invertido allí en torno a 1.500 millones de euros desde 1995.

La reacción bursátil y de los mercados de deuda a la noticia ha sido neutral, puesto que el proyecto es coherente con la estrategia de la petrolera y encaja en su plan de inversiones. A esta reacción también ha contribuido el esfuerzo de reducción de deuda financiera de la empresa, que a finales de 2002 ascendía a 7.472 millones de euros, un 54,9% menos que un año antes.

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Hay que confiar en que la dimensión política de la operación -su interpretación como un apoyo directo a Chávez- encuentre en la diplomacia española, conocedora en todo momento del alcance de la inversión, el necesario acompañamiento para que el papel de España en la región no se preste a equívocos. Y, de paso, contribuya al fortalecimiento democrático en Venezuela.

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