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Tàpies elogia la "agitación del vacío" al recibir el Premio Velázquez

El galardón de Cultura destaca a "uno de los valores más firmes del arte"

El pintor Antoni Tàpies (Barcelona, 1923) recibió ayer, en el Museo del Prado, el Premio Velázquez de Artes Plásticas 2003, organizado por el Ministerio de Educación y Cultura, que reconoce su "extraordinaria trayectoria artística" a "uno de los valores más firmes del arte contemporáneo", según el jurado. El príncipe de Asturias entregó el galardón, ante el cuadro de Las meninas y otras obras maestras de Velázquez. El artista, en el discurso leído por el poeta José-Miguel Ullán, elogió "la agitación del vacío" de la pintura velazqueña y su portentosa sutileza.

La sala XII del Museo del Prado, dedicada a Velázquez, fue el escenario de la entrega del Premio Velázquez de Artes Plásticas, en su segunda edición, que el jurado votó por mayoría el pasado 10 de abril, al artista catalán Antoni Tàpies. El galardón, inspirado en el Cervantes, quiere fomentar "los intensos lazos de unión entre la cultura y la creación artística de los pueblos iberoamericanos", de carácter anual y con una dotación de 90.000 euros. Además, el galardonado podrá elegir a otro artista menor de 35 años como receptor de la Beca Velázquez, con 30.000 euros para disfrutar en España, y el Museo Nacional Reina Sofía, de Madrid, organizará una exposición sobre su obra, como ocurre ahora con Ramón Gaya, primer ganador del Velázquez, que tiene una antológica abierta hasta el 25 de agosto.

Ante el cuadro de Las meninas, el Príncipe de Asturias estuvo acompañado por la ministra de Educación y Cultura, Pilar del Castillo; el secretario de Estado de Cultura, Luis Alberto de Cuenca; el presidente del patronato del museo, Eduardo Serra, y el director general de Bellas Artes, Joaquín Puig de la Bellacasa, que intervino como secretario del jurado.

Cercano a los 80 años, y con una reciente operación que le afecta la vista, Antoni Tàpies prefirió que su discurso de recepción del premio fuese leído por su amigo y poeta José-Miguel Ullán, que añadió un prólogo personal con una cita de Gracián y el poema A un pintor, del conde de Villamediana. Tàpies tituló su escrito La agitación del vacío, al referirse a Velázquez como un artista inquietante, "su forma de tejer los colores, que dicen tanto con tan poco; sí, una especie de agitación del vacío, una intuición del antiguo sentido búdico no dual, hoy avalado por la física subatómica; un campo de fuerzas donde parece que se encarna la realidad más profunda".

Velázquez quedó a salvo, según Tàpies, de la única educación oficial que recibían los jóvenes de Cataluña, que incluía la lectura obligatoria del Quijote y la visita con prisas al Prado, y del "marrón museístico", al convertirse en un pintor de pintores y precursor del arte moderno a través del impresionismo. También influyó, en la configuración de la modernidad del siglo XIX, la progresiva laicización de las costumbres. "Velázquez realizó muy poca pintura sagrada. Por el contrario, mostró enorme ternura por las cosas humanas en todas sus facetas: desde las humildes vasijas a los bufones palaciegos, pasando por las faldas de una infanta". Se refirió en otros momentos a la "invasión del velazquismo" y la escala de valores museísticos, desde que los futuristas eran partidarios de quemar los museos, y al descubrimiento en Occidente del arte de otras civilizaciones. Al final de la II Guerra Mundial, los contemporáneos del pintor conocen "los muchos horrores engendrados por la civilización occidental", y quieren explorar otras visiones del mundo.

"A ninguno se nos ocurría pensar que Velázquez es pintor al que sólo se le puede entender 'situándolo en su época', cosa que se asegura que pasa con un sinfín de artistas", señala Tàpies, que afirma que "a Velázquez se le entiende mejor conociendo el manchismo de determinadas pinturas chinas o el tejido generalizado de un Pollock". Para captar estas relaciones, aconseja ver las pinceladas de Velázquez al natural y muy de cerca. Cree que la pintura de Velázquez es un "estímulo penetrante para la comprensión y la construcción de la auténtica realidad".

Para don Felipe, la obra de Tàpies es un lugar de cita. "Las imágenes simbólicas y los signos gráficos de su pintura nos hablan de sentimientos compartidos por todos los hombres y mujeres. La emoción y la angustia ante la vida y la muerte, nuestros deseos y nuestros sueños, así como nuestro anhelo intemporal de trascendencia, han sido expresados, concitando en su obra los lenguajes y los sentimientos de culturas propias y ajenas ante las que somos iguales y distintos". La ministra Pilar del Castillo definió a Tàpies como "uno de los nombres más universales de nuestro arte", con "uno de los universos realmente definitorios de nuestro tiempo, por encima del ruido y las modas pasajeras".

El príncipe Felipe conversa con Tàpies en el Prado.
El príncipe Felipe conversa con Tàpies en el Prado.RICARDO GUTIÉRREZ

"Caray, caray" (ante Tiziano)

Antoni Tàpies, fuera del protocolo, conoció el montaje de la exposición de Tiziano a lo largo de la galería central del museo, inaugurada ayer por el príncipe Felipe y el vicepresidente del Gobierno italiano, Gianfranco Fini, que hoy se abre al público. El director del museo, Miguel Zugaza, abrió las puertas a los 65 cuadros de Tiziano. Ante ellos, Tàpies sólo decía una de sus exclamaciones favoritas: "Caray, caray", tras identificar de memoria las telas. Estuvo acompañado por su mujer, Teresa Barba, y su hijo Antoni, poeta y galerista, que también siguieron de cerca la ceremonia de entrega del Premio Velázquez. Los invitados del Ministerio de Cultura no llenaron las sillas colocadas en la sala XII, "el corazón vivo del museo y el centro simbólico de la pintura española", según dijo el Príncipe en su discurso. De las 250 invitaciones enviadas se confirmaron 160, distribuidas por los sectores de la cultura y los invitados del premiado, como ocurre con el Premio Cervantes. En el acto de entrega y en la copa posterior, celebrada en la rotonda de Goya alta (el mismo lugar de entrada a la exposición de Tiziano), asistieron artistas, galeristas, académicos y políticos, como Torner, Gordillo, Hernández Pijuán, Martín Chirino, Carmen Laffón, Corazón, Álvarez Basso, Teixidor, Antonio Machón, Leandro Navarro, Oliva Arauna, Juan Kreisler, Soledad Lorenzo, Jordi Vilajoana, Salvador Clotas, Miguel Ángel Cortés, Plácido Arango, Antonio Bonet Correa, duque de San Carlos, Juan Carlos Elorza. Varios de ellos se encontraron de nuevo, horas más tarde, en la inauguración oficial de la muestra de Tiziano, organizada en esta ocasión por el Museo del Prado, con unos 200 invitados, con conservadores, directores de museos, patronos, amigos del museo y patrocinadores habituales. La de Tiziano no ha entrado en el calendario de los socios benefactores y sólo ha encontrado una aportación de la Comunidad de Madrid, que coloca este acontecimiento entre los grandes espectáculos del verano.

Antes del acto, el pintor declaró que se sentía atolondrado, pero defendía el arte como una forma de conocimiento y un lenitivo para el alma. "Para ser franco, los premios siempre me resbalan un poco. Me preocupa más llegar mañana al estudio y hacer algo útil para los demás".

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