Argentina, salvada
Cómo no sentir un inmenso alivio al saber que Carlos Menem ha retirado su candidatura, lo que garantizó la fácil victoria de Néstor Kirchner? Sería un error inquietarse hoy por la débil legitimidad de un presidente elegido tan sólo por la retirada de su competidor. Porque lo fundamental no es eso. Los recuerdos del pasado nos inquietaban, pero sobre todo existía desde el año pasado una amenaza muy real de una crisis política importante y, por decirlo crudamente, de un golpe de Estado que corría el riesgo de interrumpir el funcionamiento de las instituciones y conducir a diversas formas de represión política y social para mantener el poder de lo que se ha denominado la patria financiera. Durante el último mes, el presidente Duhalde supo evitar lo peor, atrasar las elecciones, reaccionar contra los peligros más inmediatos y permitir la formación de una política económica. El nuevo presidente es bastante afín a Duhalde para que su victoria pueda ser considerada como un fortalecimiento de las instituciones y, sobre todo, de la capacidad de acción de los argentinos. De pronto, la coyuntura está cambiando en el continente. Chile está estabilizado y manifiesta su intención de acercarse a Mercosur; Brasil ha iniciado su gran intento de combinar la democracia con un gran programa de reformas. En cuanto Argentina escape al caos y a las rupturas, el Cono Sur podrá convertirse en una región unida, capaz de tomar iniciativas y, por tanto, de hacer salir al conjunto del continente de su insignificancia actual. Una crisis grave en Argentina arrastraría a todo el continente a la catástrofe; la recuperación de Argentina permitiría a todo el continente recobrar confianza en sí mismo.
Muchos comentaristas subestiman tanto la profundidad de las crisis como la capacidad de recuperación de los países latinoamericanos
Algunos considerarán mi reacción demasiado positiva y, sobre todo, prematura. No ignoro lo frágil que es la situación argentina, pero muchos comentaristas subestiman tanto la profundidad de las crisis como la capacidad de recuperación de los países latinoamericanos. En el caso de Argentina también hay que tener en cuenta los extraordinarios recursos de este país, sobre todo los recursos humanos, que siguen existiendo pese a la fuga de cerebros y el empobrecimiento brutal de muchos. Lo que necesita ante todo Argentina es volver a ser la "nación argentina", es decir, un país cuyo principal objetivo es ser capaz de gobernarse a sí mismo, tomar decisiones, imaginar su futuro y querer reducir las inmensas desigualdades que se han incrementado durante los últimos años. Esta observación es válida para el conjunto del continente. Explica la recuperación de Brasil con Fernando Henrique Cardoso y ahora con el presidente Lula, así como la estabilidad de Chile. Ningún factor objetivo bastaba para explicar el riesgo de descomposición social, económica y política de Argentina.
La retirada de Menem
¿Debe pensarse que la retirada de Menem ha sido provocada, al menos indirectamente, por los grandes movimientos que motivaron primero la caída del Gobierno de De la Rúa? Aunque es probable que una política de fuerte represión política habría provocado una resistencia popular valiente, pero con riesgos dramáticos, no creo que la prioridad sean hoy, tomando esta palabra en su sentido más estrecho, los problemas sociales. Aquí hay que inspirarse en el análisis realizado por Lula en Brasil. En primer lugar, es necesario dotarse de una capacidad de acción política capaz de poner en marcha grandes programas de reforma social. Pero esto no quiere decir que la recuperación propiamente política sea una meta en sí misma. Lo cierto es que es necesario dotarse de los medios de acción política institucionales, pero con la voluntad de utilizarlos para enderezar el país, que ha quedado roto por la crisis económica, y luego, lo más rápido posible, para inventar nuevas formas de organización y de participación democráticas. Pero en el caso argentino hay que añadir que la recuperación política dispone de poco tiempo para ser confirmada y que el calendario debe ser lo más ajustado posible, dando a aquellos que han sufrido un empobrecimiento brutal la esperanza de una mejora rápida. No habrá un futuro para Argentina si la acción política no se dirige, rápida y vigorosamente, hacia unos objetivos sociales. Pero lo más importante es no oponer unos objetivos políticos considerados como puramente instrumentales y una lucha vigorosa contra la desigualdad que ha aumentado de forma dramática. Lo que implica al mismo tiempo la importancia decisiva de la formación del nuevo Gobierno y la necesidad de mantener sobre él una fuerte presión social. Por esta expresión no hay que entender únicamente la presión de los más desfavorecidos, sino también las demandas de las empresas argentinas, a su vez víctimas en gran medida de la todopoderosa patria financiera y que para sobrevivir necesitan con urgencia la reconstrucción de una política económica coherente. Si se está convencido, como yo lo estoy, de que Argentina ha estado muy cerca de una catástrofe política, hay que dar la mayor importancia a la retirada del ex presidente Menem. La historia permite a Argentina revivir; resulta demasiado fácil subrayar las inmensas dificultades que se oponen a su renacimiento; es más importante y más positivo contribuir a devolver a los argentinos la conciencia de que tienen su futuro en sus manos y que deben comportarse, con confianza, como ciudadanos.
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