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LA POSGUERRA DE IRAK | La reconstrucción

La economía de Irak tardará al menos dos años en ponerse en pie

Los expertos aconsejan renegociar la deuda y aplazar las reparaciones

Guillermo Altares

Irak no es Afganistán. Dos profesores de economía de la Universidad de Bagdad expresaron ayer con la misma idea la situación del país tras 30 años de dictadura, 23 años de guerras y 13 de sanciones internacionales. Ambos expertos creen que, tras el levantamiento del embargo, la economía iraquí necesitará al menos dos o tres años para salir del caos en el que se encuentra inmersa y volver a funcionar a pleno rendimiento.

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"Irak es un país muy rico, a pesar de sus deudas", señala Mahdi al Wahid, decano de la Facultad de Gestión, quien cree que, en dos años, la economía podría impulsarse. "Si en Irak hay estabilidad y seguridad, la economía puede levantarse en tres años", asegura Hamman al Shamaa, profesor de Economía Financiera.

La reactivación de la producción de crudo -desde 1996, Irak sólo puede exportar pequeñas cantidades a cambio de productos básicos dentro del programa Petróleo por Alimentos- es un factor fundamental, pero no el único. "Son esenciales cambios en la estructura de la economía, para pasar de un sistema dirigido a un sistema liberal. También es muy importante renegociar la deuda externa y aplazar el pago de las reparaciones de guerra a Kuwait", asegura el profesor Al Shamaa.

En su primera rueda de prensa en Irak, el administrador estadounidense del país, Paul Bremer, también habló de estos dos factores como prioridades de su gestión: aligerar el peso de la deuda y la transformación de la economía hacia un sistema liberal. Otro punto importante es el problema del cambio: actualmente la divisa iraquí fluctúa con respecto al dólar por motivos especulativos y los economistas creen necesario que exista cuanto antes una autoridad monetaria, así como un pago normal de salarios.

Sin embargo, mientras se negocia en Naciones Unidas y los equipos de Bremer diseñan la estructura financiera de Irak, la economía se ha puesto a funcionar sola. Los estadounidenses han empezado a pagar las cosechas y, además, los campesinos se buscan la vida para vender sus productos: aunque a precios abusivos a causa de la caída del dinar, los mercados y las carreteras iraquíes rebosan de frutas. Irak no sólo es rico en petróleo, sino que la inmensa vega que se extiende entre el Tigris y el Éufrates es una de las zonas más fértiles de Oriente Próximo.

En Karrada, una de las principales calles comerciales de la capital, no paran de llegar camiones llenos de televisiones, DVD, aparatos de aire acondicionado, neveras, antenas parabólicas... Sin impuestos ni control en las importaciones -los productos vienen desde Jordania o desde el Golfo-, los precios son muy bajos comparados con los de España, aunque altos para el iraquí medio.

Pero es evidente que, para que la economía iraquí vuelva a ponerse en marcha, la clave está en el petróleo. Actualmente, Irak produce sólo unos 250.000 barriles diarios, lo que no da ni para cubrir las necesidades de su mercado interior, e importa gas y gasolina, a pesar de tener las segundas reservas probadas del mundo en hidrocarburos. El profesor Al Shamaa estima que serán necesarios unos 70.000 millones de dólares para modernizar todo el sistema de extracción y refinado, aunque vaticina que "no faltarán las inversiones extranjeras". Mohamed al Juburi, jefe del organismo que controla las exportaciones de petróleo, la State Oil Marketing Organisation (Somo), declaró a la agencia France Presse que Irak tiene disponibles en Turquía entre ocho y nueve millones de barriles para poner a la venta en cuanto se levante el embargo.

Un vigilante recorre una fábrica de estatuas militares en Bagdad.
Un vigilante recorre una fábrica de estatuas militares en Bagdad.REUTERS

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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