Al que llega tarde, le castigará la vida
El autor señala que el canciller alemán, Gerhard Schröder, no optó por el crecimiento económico y subraya que la falta de dinamismo puede conducir a un terremoto.
"Al que llega tarde, le castigará la vida". En estos días, a Gerhard Schröder le debe doler especialmente lo acertado de esta afirmación de Mijaíl Gorbachov. Ahora está pagando a golpes la factura de las oportunidades desaprovechadas durante los años que lleva gobernando. De acuerdo con las cifras publicadas la semana pasada, hasta 2006 el fisco alemán registrará pérdidas de ingresos que ascenderán, como mínimo, a 126.000 millones de euros. Durante el primer trimestre la economía sufrió una recesión y, probablemente, también el año que viene Alemania incumplirá los criterios de déficit público del Pacto de Estabilidad europeo. Incluso si Schröder quisiera endurecer la Agenda 2010 exigiendo por la fuerza su aprobación por el Parlamento, él ya no podría cosechar los frutos de estas reformas. Pasarán años hasta que pueda surtir efecto un programa de reformas tan radical. Sin embargo, la Agenda 2010, tan debatida y controvertida, es todo menos radical. De sus intentos iniciales tan comedidos, que ahora están siendo limados por el ala izquierda del SPD, al final no quedará más que lo que ha quedado de la Reforma Hartz del mercado de trabajo: ¡casi nada! Cuanto más débil sea el crecimiento, más vacías estarán las cajas y cuanto más dura sea la competencia de otros países, más funcionará la política económica según las leyes tectónicas: el desplazamiento de las placas continentales no hace daño mientras no vayan acumulando presión. La adaptación mutua disminuye la presión generada. Pero en cuanto las placas comienzan a engancharse entre sí, las cosas pueden parecer normales hasta el día en que, de repente, empieza a liberarse de golpe toda la energía acumulada. La globalización es una especie de desplazamiento tectónico. Ganará el que sea capaz de adaptarse. El que no haga nada, vivirá tranquilo durante unos cuantos años, pero luego será víctima de un terremoto.
En 1998, Gerhard Schröder tuvo buenas oportunidades cuando comenzó su mandato. Durante los 16 años del Gobierno de Helmut Kohl las políticas económica y social quedaron prácticamente estancadas. Incluso fue peor: en contra del consejo dado por el Banco Federal Alemán y por colaboradores como Wolfgang Schäuble, Kohl impuso el rígido sistema de Alemania Occidental a igual escala en Alemania Oriental, a pesar de que precisaba reformas urgentes. La Comisión para la Reforma Constitucional creada a principios de los años noventa fue expresión de esta mentalidad de autosuficiencia. Después de largos debates, la comisión llegó a la conclusión de que la Ley Fundamental sólo necesitaría cambios en algunos detalles. Así se perdió la oportunidad única de aprovechar el ánimo emprendedor resultante de la reunificación para impulsar la adaptación. Alemania Occidental cubrió con hormigón al Este, y encima pensaba que hacía una buena obra.
Gerhard Schröder ganó sus primeras elecciones con el lema de "16 años son suficientes". Esto sonaba como si quisiera decir "16 años de estancamiento", pero más bien parece que quería decir: 16 años de Helmut Kohl. Lo que impulsó a Schröder fue una motivación personal: relevar al viejo canciller. Pero no se trataba de ninguna motivación programática como habría sido dar salida a la presión acumulada de las reformas mediante una modernización rápida antes de que dicha presión llegase a quedar fuera de control y amenazara con reventar. No cabe otra interpretación de lo que Gerhard Schröder ha hecho u omitido desde 1998. Precisamente cuando más se necesitaba su liderazgo -después de que reventara la burbuja de la nueva economía y al comienzo de la crisis económica- Schröder lo cambió por su política de pulso firme y optó por no hacer nada. Que de paso introdujera en el sistema de pensiones los planes privados es un mérito suyo, pero ante la gran crisis no es más que un pequeño detalle. Schröder tampoco aprovechó la campaña electoral para preparar al país para los cambios estructurales, sino que se centró en dos temas emocionales: las inundaciones y la guerra de Irak.
Como prácticamente no ha conseguido resolver ninguno de los problemas originados a causa de las omisiones de Kohl, ahora Gerhard Schröder tiene que asumir también la responsabilidad por los errores cometidos por su antecesor. Ya no convence con el argumento de que heredó de Helmut Kohl la mayor parte de los problemas. Aunque el canciller heredó la crisis actual, no hizo lo suficiente para suavizarla. El que continúa con pulso firme la herencia de su antecesor, en algún momento deberá responder por ella. Y ahora ha llegado ese momento. ¿Qué es lo que debería haber cambiado Schröder? En 1998 tendría que haber analizado cuál es el factor que tiene el mayor efecto palanca para la economía, los presupuestos, los sistemas sociales y, por tanto, para su Gobierno. El resultado habría sido el crecimiento económico. No existe ninguna otra variable que tenga un efecto palanca tan poderoso sobre todos los ámbitos de la política. De haber declarado la reactivación del crecimiento económico como su objetivo primordial, podría haber derivado de ello y justificado todas las reformas pendientes. De esta manera, su mandato transmitiría un mensaje claro: Schröder, el canciller del crecimiento. Pero Schröder desaprovechó esta oportunidad. Por eso, ahora no se dirige hacia el crecimiento económico, sino hacia el crecimiento cero. Los gigantescos agujeros en los presupuestos del Estado se deben, fundamentalmente, a la falta de dinamismo económico. Como a Schröder ya no le queda dinero para proyectos políticos, ahora no le resulta posible marcar pautas políticas. Ya no se podrá convertir en el canciller de la economía de Alemania Oriental, ni en el canciller de la educación, ni tampoco en el hombre que crea plazas de guarderías infantiles; no queda dinero para nada, porque para todo ello es necesario el crecimiento económico. Corresponde a los historiadores decidir si Schröder ha sido un buen o mal canciller. Pero no hay duda de que en la situación actual Alemania necesita un canciller excelente, y Schröder no lo es. Las cifras publicadas la semana pasada son algo así como su declaración de insolvencia. La presión acumulada busca salida en forma de terremoto, y Schröder llega demasiado tarde para evitarlo.
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