Bush: "Encontraremos a los asesinos y sabrán lo que es la justicia de EE UU"
Los ataques aumentan la preocupación de Washington por la estabilidad del régimen saudí
El presidente George W. Bush prometió ayer que vencería al terrorismo. "Podemos superar cualquier obstáculo en nuestro camino", aseguró, "encontraremos a los asesinos y aprenderán lo que significa la justicia americana". "Que pregunten a los talibanes", añadió ante una entusiasta audiencia de comerciantes de Indianápolis. Pero el optimismo de Bush casaba mal con los hechos. Todas las investigaciones sobre Al Qaeda han encallado hasta ahora en Arabia Saudí, un país en crisis que es, a la vez, uno de los más importantes aliados de EE UU y uno de los mayores riesgos para su seguridad.
Un informe de la ONU asegura que Al Qaeda recibió 500 millones de dólares de Arabia Saudí
Un equipo del FBI viajó ayer a Riad para cooperar en la investigación de los atentados. Los servicios de espionaje estadounidenses no confiaban, sin embargo, en que sus agentes pudieran hacer gran cosa. La ley saudí prohíbe que sus nacionales sean interrogados por extranjeros, lo cual, sumado a la necesidad de la familia real de preservar en secreto sus amplias zonas oscuras, ya bloqueó en 1996 las investigaciones sobre el atentado que mató a 19 militares de EE UU en un cuartel cercano a Dahran, e impidió que se avanzara en la evidente conexión saudí de los atentados del 11-S. Aunque 15 de los 19 terroristas que perpetraron los ataques tenían esta nacionalidad, ningún saudí ha sido detenido en relación con aquellos hechos, si se exceptúa a los miembros de Al Qaeda capturados en Afganistán y enviados a Guantánamo en condiciones de total anonimato.
El Consejo Asesor del Pentágono, el órgano ideológico y político más pujante de la actual Administración de Washington, tiende a considerar a los saudíes como enemigos. Un informe de la Rand Corporation solicitado por el Pentágono el año pasado afirmaba que los saudíes eran "activos en todos los eslabones de la cadena terrorista". Más tarde, un informe patrocinado por el Consejo de Seguridad de la ONU estableció que Al Qaeda había recibido al menos 500 millones de dólares desde Arabia Saudí. Pero el Gobierno de Riad sigue siendo "un aliado sólido" de EE UU, según el más reciente informe del Departamento de Estado sobre el terrorismo en el mundo.
Las ambiguas relaciones entre Washington y Riad nadan en petróleo y dólares. La estrategia del "doble pilar" proamericano en el mundo musulmán, basada en la fidelidad de Irán (entonces Persia) y Arabia Saudí, se hundió en 1979 con el triunfo de la revolución islámica en Teherán, y dejó a Riad como soporte único de los intereses económicos estadounidenses en la región. EE UU ha reducido su dependencia del petróleo saudí (del 28% de su consumo al 18% en sólo una década), pero no puede escapar al hecho de que el Gobierno de la familia Saud controla las mayores reservas de crudo del planeta y, gracias a su capacidad de producción, fija los precios. Ni tampoco olvidar que Arabia Saudí tiene al menos un billón de dólares depositados en bancos estadounidenses, en virtud a un acuerdo alcanzado bajo la presidencia de Reagan, y al menos otro billón invertido en Wall Street. La retirada de esos fondos causaría el colapso de la mayor economía del mundo.
Por otra parte, la estabilidad del régimen saudí es cada vez más dudosa. Robert Baer, que trabajó 21 años para la CIA en Oriente Próximo, señala en un reciente artículo publicado en Atlantic Monthly que los enfrentamientos internos en la familia real, supuestamente dirigida aún por el rey Fahd, en estado semivegetativo desde 1995, pueden conducir a un estallido del régimen. El príncipe Abdulá, hermanastro de Fahd y heredero oficial del trono, tiene 71 años y debe soportar la presión de los hermanos del rey (Sultán, ministro de Defensa; Nayef, ministro de Interior, y Salmar, gobernador de Riad) y, sobre todo, del hijo menor y preferido de Fahd, Abdul Aziz, que en 1997 donó 100 millones de dólares a los talibanes y que mantiene conexiones con grupos vinculados a Al Qaeda.
La familia real cuenta con unos 10.000 príncipes cuyas rentas mensuales son, en algunos casos, de sólo 800 dólares, lo que empuja a la corrupción y la conspiración a las nuevas generaciones. Y la caída del nivel de vida de la población (de 28.600 dólares de renta per cápita en 1981 a 8.800 dólares en 2001) favorece el descontento y la devoción a la figura de Osama Bin Laden. Washington prefiere seguir pensando que en Arabia Saudí es posible evitar la revolución aplicando reformas, y trata de ayudar retirando su presencia militar en el país. Las bases estadounidenses fueron clave en el apoyo obtenido por Al Qaeda entre los saudíes. "Esa retirada no acabará con la batalla entre las instituciones y autoridades religiosas y la familia real saudí", dijo ayer Samer Shehata, profesor de estudios árabes en la Universidad de Georgetown.
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