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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

España, ocupante

De no mediar antes una resolución del Consejo de Seguridad para crear una fuerza de estabilización, el envío a Irak de un contingente de soldados españoles supondrá la implicación directa de nuestro país en una ocupación militar al margen de la legalidad internacional. Por nobles que puedan resultar las causas invocadas por España para complementar la presencia anglosajona en Irak, la ausencia de cualquier cobertura legal convierte el estacionamiento de tropas en un nuevo desafío a las normas e instituciones por las que se ha regido el mundo durante medio siglo.

Hasta ahora, la España democrática siempre había enviado unidades militares al exterior en virtud de decisiones adoptadas en el seno de la ONU o la OTAN. Nada semejante se ha producido aún en el caso de Irak, donde se desarrolla una guerra que según el presidente Bush no ha terminado todavía, y que de hecho empezó sin que EE UU la declarara. El Irak al que podrían llegar nuestros soldados se encuentra lejos de la estabilidad. La gestión de la posguerra por EE UU sigue siendo caótica, y no es seguro que la llegada a Bagdad del diplomático Paul Bremer consiga imponer orden donde ha fracasado el general retirado Jay Garner. La dimisión ayer de una ministra de Blair, "avergonzada" porque su Gobierno no haya cumplido la promesas de poner a la ONU como eje de la Administración de Irak, es un recordatorio de los problemas políticos que aún plantea esta guerra.

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No se pueden minimizar las consecuencias diplomáticas que tiene para España dar un nuevo paso al margen de la legalidad. El Gobierno parece haber olvidado que su presencia en el Consejo de Seguridad es la que corresponde a un miembro no permanente. En lugar de aprovechar los dos años que nuestro país se mantendrá en ese puesto para tejer nuevas alianzas y reforzar las existentes, Aznar se ha convertido en un instrumento directo de Bush. Ni siquiera se sabe qué cometido tendrán los soldados españoles, a los que el Reino Unido pretende adjudicar la Administración de una zona desértica del sur. Al margen de España, Londres ya ha pactado con Italia, formalmente no beligerante, su presencia en Basora, que era donde prefería situar sus fuerzas el Ejecutivo de Madrid. El Gobierno no ha condicionado el envío a Irak de cualquier soldado o guardia civil a una resolución de la ONU. Convertir a España en potencia ocupante sería un despropósito histórico.

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