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Reportaje:DOCE CIUDADES | Manresa | ELECCIONES 25M | Comicios municipales en Cataluña

Una ciudad a pie de obra

La capital del Bages vive una fiebre constructora, sobre todo en el casco antiguo

Manresa, los derribos. Éxtasis de la destrucción. Polvo, ruido, descuartizamiento. De las tres zonas viejas, Les Escodines, Vic-Remei y el Barri Antic, la actividad de las excavadoras es especialmente brutal y gloriosa en esta última. Parece que no importa demasiado echar abajo, y definitivamente, esas casuchas. Josep Pla las tuvo delante de sus ojos en el año 1933: "Manresa tiene el aspecto externo de una ciudad muerta. Tiene un barrio levítico, estrecho, confitado por la roña, la humedad y el paso de los años". Confitado por la roña. Pero Pla añadía enseguida la general pujanza, vivísima y caótica, de la ciudad. Años del optimismo industrial. Han pasado para Manresa.

La fábrica Balcells. El emblema de la renovación. La antigua fábrica textil convertida hoy en Conservatorio Municipal. Se le ha injertado una torre blanca al viejo edificio. Timideces. ¿Por qué no echaron abajo la fábrica, de un interés relativísimo? No se acaba de entender el injerto. Cabe desear que no le suceda lo que a algunos órganos trasplantados, sanos y jóvenes, que acaban corrompidos por el cuerpo. Hay que andar por el barrio. Esquivar las pedradas. Vadear los charcos. Atravesar continuos túneles de andamios. Bajar luego hasta la Seu. En las ciudades se producen fenómenos extraños. Los manresanos llevan siglos accediendo de lado a su catedral. La puerta principal es infranqueable. Entre el orgullo de regeneración que se ha apoderado de la ciudad figura el poder entrar a la catedral por la puerta solemne. Podrán. Hay un plan. Ciertamente, desde el parque de la Seu, el acceso a la catedral, atenazado por desniveles y verjas, es de una complicación casi grotesca.

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Papel en un muro. De los días de la guerra. Pero sólo aparentemente caducado. Lo firma "un manifestante cabreado". Es magnífico que los papeles los firmen ciudadanos, y no corporaciones. Empieza criticando la pasividad de los vecinos respecto de las manifestaciones contra la invasión de Irak: "Manresa calla. El 99% de la ciudadanía calla. Las ventanas, los balcones, las puertas y los brillantes escaparates callan. Todo el mundo callado en su inmensa mayoría". El manifestante sigue y acaba pidiendo ayuda. "Para librarnos colectivamente de pasar a la historia como la capital de los insensibles".

¿Capital de los insensibles? Bien: se trata de un cabreado. Pero, con toda probabilidad, es cierto que algo se paró aquí. La causa principal, canónica, que anotarán los manuales tendrá que ver con el trauma que han experimentado tantas otras ciudades de su clase: el paso de una ciudad industrial (la citada por Pla, que consiguió romper la costra levítica) a otra de servicios. El fracaso disperso. La reacomodación. Aún indecisa. El momento inquietante (pero también de alto potencial creativo) en que las ciudades no saben lo que quieren de ser de mayores.

Las causas estrictamente locales. Cuando se abrió la democracia, con la autonomía y la organización del territorio, Manresa luchó por ser la quinta provincia. Perdió. En 24 años de democracia municipal, la ciudad ha tenido diversos proyectos. Quiere decirse que han gobernado socialistas y convergentes. La alternancia goza de buena prensa. Es raro que las grandes ciudades catalanas, con la única excepción de Manresa y Tarragona, hayan optado por lo contario: el férreo sometimiento a un proyecto. Pero, en fin, no es raro, dado que el pueblo siempre, e incluso en Cataluña, se equivoca. La alternancia, en el caso de Manresa, estuvo marcada por ciertos elementos un punto sentimentales. Cuando Cornet, el alcalde socialista, perdió las elecciones por un mísero puñado de votos, se echó a llorar en público. Eran los años del hierro convergente. No era el único socialista que lloraba. Se escribieron crónicas que explicaban cómo las ancianitas nacionalistas paraban a Cornet por la calle, arrepentidas. Le decían que era el mejor alcalde posible, pero que ellas tenían su fe inexorable. El psicodrama viajó por toda Cataluña como una exótica peripecia electoral. Pero en Manresa dejó huellas. Confusión. Una cierta parálisis política. También sobre ese recuerdo se abate hoy el ruido de máquinas.

Lágrimas, no. Acción. Destrucción. La destrucción funda.

Con informaciones de Enric Badia

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