En busca de su personalidad

Manresa hace años que se queja de su tono gris. Un color que, más que con un estado de ánimo, se identifica con el sino de una ciudad media de Cataluña, alejada aún de todos los liderazgos que emergen en torno a Barcelona. Una ciudad que intenta encontrar su espacio en esta Cataluña central que no acaba de consolidar su definición por falta de adeptos. Los manresanos han tenido durante los últimos ocho años el gobierno del denominado pacto de progreso, integrado por PSC, ERC e ICV, y liderado por el alcalde socialista Jordi Valls, que ha intentado imponer dinamismo a la ciudad.

Los intentos para darle más empuje pasan por la construcción de nuevos barrios residenciales en el centro de la ciudad y en la zona de La Parada, por la rehabilitación de la antigua fábrica Balcells y su transformación en Conservatorio de Música, y por la creación de una nueva área de ocio y comercio en el sector de Trullols. Los motivos para el desánimo obedecen a las eternas obras en el sector más comercial de la ciudad y la deficiente puesta en marcha de la reforma sanitaria tras la unificación de dos centros hospitalarios.

No se perciben grandes movimientos electorales, pero los pequeños partidos pueden desencajar el puzzle actual que deja a CiU en la oposición. Jordi Valls tiene un reto: romper con una alternancia de gobierno de CiU y el PSC que se ha producido cada ocho años. CiU, que ha decidido su candidato tarde y tras una dura pugna interna, no se presenta como alternativa, pero tampoco puede caer más hondo que lo hizo en 1999. ERC podría incrementar su representación, lo que daría más posibilidades a un gobierno nacionalista.