_
_
_
_
Crítica:EL LIBRO DE LA SEMANA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Noticias de una agonía

Crónica del gueto de Varsovia, del historiador judío y polaco Emanuel Ringelblum (1900-1944), es un testimonio historiográfico imprescindible de la barbarie humana, y la clave para conocer lo que le sucedió a la comunidad judía de la capital polaca desde el mismo día en que los alemanes ocuparon Varsovia, en septiembre de 1939, hasta prácticamente la destrucción total del gueto, en mayo de 1942, por tropas de la Wehrmacht, después del levantamiento armado de sus últimos habitantes, jóvenes en su mayoría, asociados en un movimiento clandestino de resistencia.

Ringelblum fue miembro activo de la subversión judía, manteniendo estrecho contacto con partisanos polacos, a través de quienes se las ingeniaba para informar al mundo libre de lo que ocurría entre los muros del gueto; por ejemplo, en 1942 la BBC comunicaba que los alemanes habían exterminado a 700.000 judíos en Polonia; la noticia se debía al esforzado resistente. Doctor en historia, el joven erudito era ya conocido antes de la II Guerra Mundial en los círculos intelectuales polacos por una obra sobre la historia de los judíos de Varsovia, así como por multitud de artículos relacionados con su especialidad; se le consideraba uno de los historiadores más prometedores de la nueva generación.

CRÓNICA DEL GUETO DE VARSOVIA

Emanuel Ringelblum

Traducción, selección, introducción y notas de Katarzyna Olszewska Sonnenberg y Sergio Trigán

Alba. Barcelona, 2003

503 páginas. 27 euros

Al estallar la guerra y ser confinado en el gueto, Ringelblum, casado ya con una maestra y padre de un hijo de siete años, se dedicó a tareas de acción social -distribución de ayuda a los más necesitados o impartir lecciones en escuelas clandestinas-, pero su principal actividad y su modo peculiar de resistir al invasor alemán estribó en recopilar, clasificar y difundir en lo posible todo tipo de información sobre la tragedia de la que estaba siendo testigo. Con tal propósito se metamorfoseó en un topo que tácitamente acumulaba pruebas inculpatorias contra el enemigo. En suma, fiel a su vocación, el historiador creó un archivo secreto denominado Oneg Shabat (en hebreo, "los que festejan el sábado"). Un grupo de colaboradores debían entregarle semanalmente, mientras disimulaban tomando una taza de té, todo tipo de testimonios cotidianos de la tragedia que estaban viviendo, y que él catalogaba después meticulosamente a fin de que el futuro no olvidase lo ocurrido. En el archivo cabía de todo, desde relatos con las desventuras de multitud de personas anónimas hasta colecciones de periódicos clandestinos u órdenes de expropiación, así como todo tipo de documentos particulares: diarios, cartas o fotos de familia, pero también se consignaba el precio de los escasos alimentos o efemérides de tipo cultural o religioso. Esta portentosa obra de documentación pudo salvarse casi en su totalidad gracias a que Ringelblum la puso a buen recaudo antes de la destrucción del gueto. Él mismo intuía que le sería muy difícil sobrevivir al fruto de sus esfuerzos, y así fue: el historiador fue deportado a Auschwitz junto con su mujer e hijo; sin embargo, lograron escapar de milagro y ocultarse entre polacos amigos, hasta que en marzo de 1944 fueron descubiertos y asesinados por los nazis. Depositó el material del archivo en tres contenedores metálicos, que enterró en tres puntos distintos del gueto; dos de ellos aparecieron bajo los escombros, en 1946 y 1950; el tercero se ha dado por perdido definitivamente. En 1999, la Unesco declaró el archivo de Oneg Shabat Patrimonio Documental de la Humanidad.

Junto al contenido del archivo propiamente dicho apareció un voluminoso paquete de notas particulares de Ringelblum, consignadas en caracteres hebreos aunque escritas en varias lenguas: yídish, polaco y ruso, y que, a veces, adoptaban la forma de una carta dirigida a un pariente, para confundir a los alemanes en caso de que lo descubrieran. Tales anotaciones privadas, ilustrativas de la vida y la muerte en el gueto, son las que presenta la editorial Alba en esta excepcional, primera y única edición española, tan cuidada -con útiles introducciones, notas, índices y tablas cronológicas- como bien traducida.

Poco tienen que ver los apun-

tes de Ringelblum con el relato íntimo de los avatares de un ser acosado, al estilo de la conmovedora Ana Frank o el admirable Victor Klemperer. El historiador apenas habla de sí mismo; anota lo que atañe a todos los confinados con la precisión de quien lucha por mantener la objetividad en medio del caos, animado por la creencia en una tarea divina de la que él es el mero intermediario. Son apuntes telegráficos que constatan hechos simples, crudos, extremadamente violentos a veces, tristes en general, esperpénticos y macabros en conjunto, pero que atrapan al lector como una tensa garra imposible de quebrar. Por lo demás, la lucha por la vida en el gueto a la que se refieren estas notas es conocida de todos o deberíamos conocerla, puesto que de modo exhaustivo la han reflejado libros de memorias, novelas y películas de éxito (El pianista, de Roman Polanski, es la más reciente). Con todo, la de Ringelblum es como una de esas historias magnas de un imperio, aunque en este caso se trate de la crónica de un minúsculo reino de muerte y miseria donde el dolor, como en cualquier lugar donde hoza a sus anchas, adquiere tintes de universalidad.

El lector verá desfilar ante él sucesos que no por conocidos resultan menos chocantes: el hacinamiento, la carestía, enfermedades y epidemias, la miseria extrema o los privilegios de unos cuantos judíos poderosos; los carros cargados con cadáveres esqueléticos, el llanto nocturno de los miles de niños mendigos implorando un mendrugo de pan; la desesperación general, aunque también los atisbos de vida social, las campañas de ayuda para paliar lo irremediable o los afanes del arbitrario consejo judío por pactar con los alemanes; el contrabando, las redadas para secuestrar mano de obra esclava o los crímenes caprichosos de soldados y policías que asesinaban a las personas por mero deporte. Tal es la espeluznante materia de las noticias que cubrieron aquella agonía de tantos seres humanos cuya desgracia estribó en ser clasificados como "diferentes" por quienes, siendo más poderosos e inmisericordes, se creyeron dueños de "la verdad" y poseedores del derecho a imponer su ley en todo el planeta.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_