"No pretendo romper ningún molde, pero sí abrir caminos"
Marc Recha tiene pegada en Francia. Sus películas gustan, los diarios de más tirada le dedican cabeceras de las páginas de Espectáculos, lo hacen cuando rueda y también cuando estrena, y ya ha sido llamado dos veces por el festival de cine más prestigioso del país, el de Cannes, muy poco dado a programar películas españolas. Hace dos años, este director, catalán de 32 años, acudió a la Croisette para defender Pau y su hermano. El próximo mayo regresará allí con su último trabajo, Las manos
vacías, un filme habitado por personajes desarraigados a los que encarnan, entre otros, el belga Olivier Gourmet -premiado el año pasado en Cannes por El
hijo, de los Dardenne-, Eduardo Noriega y Eulalia Ramón. Tras saber, el pasado miércoles, que su cinta había sido seleccionada en el apartado Una Cierta Mirada, se confesaba abrumado por la elección, que recibió como el "reconocimiento" al cine experimental que viene practicando desde que se inició en el oficio siendo casi un adolescente.
Las manos vacías es la cuarta película de Recha y la primera en la que se ha atrevido a "coquetear" con la comedia, un género que nunca antes había explorado, aunque hablar de géneros en su caso sobra, porque el suyo es un cine completamente al margen de cualquier etiqueta o corsé. "De alguna manera", cuenta a propósito de Las
manos..., sentado frente a la mesa de un viejo bar del barcelonés barrio de Gràcia, mientras apura un refresco de té, "podría considerarse una comedia dramática, pero no lo es del todo. Hay en ella un punto de libertad y de frescura que acaba llevándola por otros derroteros, donde la vida y los sentimientos de los personajes alcanzan una gran importancia y mucha fuerza", dice.
El filme se rodó en Port-Vendres, un pueblecito turístico del sur de Francia a orillas del Mediterráneo, que en invierno se transforma en un lugar frío, inhóspito y despoblado. Esta imagen era justamente la que le interesaba captar a Recha, que filmó Las manos... el pasado diciembre con un tiempo de perros. "La historia así lo pedía", argumenta, "necesitaba que transcurriera en un lugar que subrayara las contradicciones de los personajes, que reflejara cómo se sienten atrapados, incomunicados, en medio del viento y la meteorología inclemente".
Esta obsesión por casar realidad y ficción, la vida y el sueño, es una constante en la obra del cineasta, que, contra toda convención, filma de una manera absolutamente libre, sin ataduras. Lo hace cronológicamente, con luz natural, no altera el entorno, que siempre es real, los actores no van maquillados, suelen usar su propia ropa y acostumbran a estar acompañados de objetos personales... Además, ensaya con los intérpretes durante semanas en medio de un debate permanente con ellos acerca de los personajes a los que dan vida. "Es hermoso ver cómo los actores se implican hasta el fondo en el proyecto", confiesa Recha, que agradece "la valentía y generosidad" del reparto de Las manos... Para él, esta forma que tiene de trabajar responde a una voluntad de investigación que orienta su carrera. "Siempre estoy investigando, aunque soy consciente de que cuando uno experimenta corre el riesgo de meter la pata", admite.
Y, en el caso de Las
manos..., que, según él, es su película "más madura, pero también la más compleja", advierte de que el público deberá contemplarla con una mentalidad abierta: "Requerirá la colaboración del espectador, pedirá su esfuerzo, porque es un filme repleto de contrastes". "A veces", precisa, "es poético, y otras, crudo. En según qué momentos está lleno de lirismo contenido y en otros de un humor muy particular. En definitiva, resulta una mezcla muy agridulce". Recha matiza, sin embargo, que su opción por lo experimental no implica ni mucho menos desprecio por otras formas de cine. "Mis películas no tienen pretensión de romper ningún molde, pero sí de abrir caminos", explica.
La
s
manos..., de la productora española Eddie Saeta y la francesa JBA, no tiene fecha de estreno, aunque a Recha le gustaría que llegara a los cines pasado el verano. Está convencido de que sus películas tienen vida, de que necesitan reposar, evolucionar y crecer. Así, dentro de unos meses, asegura, podrán descubrirse en ella nuevos matices.
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