Chalabi, el eterno enemigo de Sadam
EE UU siempre ha visto en el líder del Congreso Nacional Iraquí a un "demócrata"
Con un dominio del inglés perfecto, el candidato por eliminación de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para sustituir a Sadam Husein entre la irrelevante oposición iraquí se llama Ahmad Chalabi, un hombre elegante y ameno, que procede de una de las grandes familias iraquíes.
Nacido en 1944 en una familia de banqueros shiíes que se vio obligada a exiliarse cuando llegó al poder el partido Baaz, en 1958, Ahmad Chalabi estudió Matemáticas en la Universidad de Chicago y en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Sin embargo, una vez terminados los estudios, dejó a un lado las oportunidades que se le abrieron en EE UU y prefirió trasladarse más cerca de su tierra, a Líbano, en donde se casó con la hija de uno de los firmantes de la independencia de Líbano.
Tiene espíritu de líder y por donde camina levanta pasiones, tanto a favor como en contra
Aunque Chalabi fundó y dirige ahora en Londres una exitosa empresa de programas informáticos, es una figura controvertida, sobre la que pesa una condena en ausencia en Jordania de 22 años de cárcel por fraude y malversación de fondos en el Banco de Petra, fundado por el opositor iraquí en 1978 e intervenido por el Gobierno jordano en 1989. Las circunstancias de la intervención siguen siendo oscuras, al parecer Chalabi utilizaba esta institución bancaria para boicotear los esfuerzos de Sadam Husein para financiar su guerra contra Irán, lo que movió a éste a presionar al fallecido Hussein de Jordania para que pusiera fin a las actividades financieras de Chalabi, que comenzaba a vislumbrarse como la principal figura política iraquí en el exilio y, por tanto, el más importante rival del dictador de Bagdad.
Según la CIA, que le seguía los pasos desde entonces, Chalabi es un "vividor", mezcla de Oriente y Occidente, que se encuentra más cómodo entre los árabes. Pero, a pesar de la cierta desconfianza que siempre tuvo el Departamento de Estado y la CIA de este hombre que presume de tener carácter propio, EE UU recurrió a él a principios de la década de los noventa, cuando pensó que había llegado el momento de organizar un compló que acabase con la vida de Sadam. Con el apoyo de la CIA y más de 10 millones de euros de su propio capital, Chalabi se trasladó a la ciudad de Erbil, en el Kurdistán iraquí, en 1993, para organizar no el golpe de los generales que buscaba la CIA, sino un auténtico levantamiento armado de las milicias kurdas contra Sadam, que después de tres años terminó en fracaso. El Congreso Nacional Iraquí (CNI), que organizó entonces y al frente del cual continúa, agrupa a 24 grupos opositores al régimen desaparecido. "Una caja de grillos sin posibilidades", dicen los detractores de Chalabi, quien ha encontrado en el vicepresidente, Dick Cheney; el jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, y su mano derecha Paul Wolfovitz, a sus principales apoyos en esta nueva andadura para convertirse en la "cara demócrata" del nuevo Gobierno iraquí.
Lo que parece claro es que Ahmad Chalabi no pasa inadvertido. Tiene espíritu de líder y por donde camina levanta pasiones, tanto a favor como en contra. Hombre de amigos y de enemigos, de quien el periodico qatarí Al Watan ha dicho que el movimiento que dirige es "un fracaso que no sirve ni para ponerse al frente de una tienda de comestibles". Por el contrario, sus defensores dicen que tiene las cualidades de un líder, "visión, carácter y firmeza", y que, al combinar el conocimiento de la política en Oriente y en Occidente, es el dirigente árabe necesario para implantar la democracia en su país, apoyar la democratización de la zona y calmar el antiamericanismo reinante.
"No queremos vengarnos de nadie, pero debemos erradicar para siempre el partido Baaz de Sadam Husein", dijo la semana pasada ante 10.000 seguidores en la ciudad de Nasiriya, unos 350 kilómetros al sur de Bagdad, ruta que se comprometió a emprender en los próximos días, acompañado de la fuerzas libres de Irak, que le ayudarán a poner fin al caos y el desorden reinantes en la capital. En Nasiriya, Chalabi habla ya como el "ungido" y recibe con los brazos abiertos a los periodistas, especialmente a los norteamericanos.
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