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Columna
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Elocuencia sobrenatural

Sin duda el más importante artista vivo de nuestro país, no ha podido ser más merecida y oportuna la concesión de este Premio Velázquez a Antoni Tàpies (Barcelona, 1923), justo en el año en que cumple los 80 de edad. Es un gozo llegar en activo a tan alta edad, habiendo trabajado por el arte durante 60 años y, atención, habiendo despertado el unánime interés internacional desde hace medio siglo. Hay que subrayar todos estos datos, aunque parezcan de sobra conocidos, porque, no pocas veces, no sé si sólo en nuestro país, cuesta menos celebrar medianías que rendir homenaje a quien se lo merece de forma palmaria, sobre todo, si paradójicamente ha sido antes elogiado en y por todo el mundo.

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Ya en los muy tempranos y difíciles años de 1940, Tàpies dio impulso a la entonces periclitada vanguardia española, siendo uno de los promotores del grupo Dau al Set, grupo catalán fundado en 1948 que enlazó con el surrealismo de preguerra. Tras pasar una temporada en París durante 1950, Tàpies inició un giro informalista en su pintura que le llevó a una inmediata fama internacional, de la que jamás se ha apeado. En el informalismo, Tàpies no sólo se encontró con la verdadera vanguardia, muy poco accesible en la España del franquismo, sino consigo mismo y con su propia tradición antropológica y artística. Quiero decir que este ser introvertido e hipersensible, apenas necesitaba unos pocos signos cruciales para convertir la materia más humilde en un prodigio de elocuencia sobrenatural. No ha habido nadie que poseyera como él ese talento de la visión, ese refinamiento táctil y esa prodigiosa elegancia para, en fin, trasfundir espíritu, pasión y deseo a las cosas inertes, que lo son porque muy pocas veces nos sentimos vivos.

Encerrado en su cueva física y psicológica, lejos del mundanal ruido, Tápies no ha dejado de trabajar nunca y jamás lo ha hecho de forma rutinaria, lo que es más admirable. Ha seguido con atención la actualidad, pero sin entregarse indiscriminadamente a ella. De esta manera, por su genio soberano al usar la materia pudo dialogar de tú a tú con corrientes afines como la del Arte Povera, pero su militancia vanguardista nunca ha sido ciega y, aún menos, oportunista. Es casi imposible resumir la lista de galardones internacionales que Tàpies ha recibido a lo largo de su carrera, y encontrar un lugar del mundo en que su nombre o su obra no sean respetados. Es lógico: Tàpies ha logrado sintetizar lo mejor de la tradición del barroco mediterráneo y del pensamiento oriental con el espíritu alado del siglo XX. Esta capacidad sincrética le hace acreedor del mismo calificativo que en su momento el crítico francés Silvestre dirigió al joven Ingres: "Un chino extraviado por entre las ruinas de Atenas". Estoy convencido de que a Velázquez le habría complacido la concesión de este merecido premio a su colega 300 años más joven.

Aunque relacionada con el informalismo europeo, la obra de Tàpies con el artista con quien quizá mejor conjugación tiene es con el alemán Joseph Beuys por la versatilidad que ambos mostraron en el tratamiento de la materia, pero, sobre todo, por su actitud espiritual. Quizá por ello, Tàpies se encontró con la misma incomprensión americana que el alemán, no porque desde los tempranos años cincuenta no fuera requerido por las más prestigiosas firmas de vanguardia estadounidense, sino porque su refinamiento y complejidad cultural chocaban en un universo cada vez más formulario. Aún así, Tàpies ha sido el artista español de las últimas décadas que ha merecido mayor atención en los principales centros museísticos americanos y, cosa significativa y curiosa, el artista europeo que ha despertado un mayor respeto y reconocimiento en el Extremo Oriente, en alguno de cuyos enclaves decisivos, como Japón, es quizá el artista occidental más respetado.

Además de su importantísima labor como pintor, grabador, escultor y al margen de también la generosa creación de su fundación en Barcelona, Antoni Tàpies ha realizado una importante obra literaria, tanto de carácter memorialista, como de ensayos críticos sobre arte y sobre temas candentes del pensamiento contemporáneo. Hace unos años, nos reveló, además, su extraordinaria cultura visual, aportándonos una colección de imágenes en la que se resumían los momentos estelares de las cifras simbólicas del arte occidental y el oriental.

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