Javier García Sánchez retrata "el vía crucis" de un separado
Para Mendoza, 'Dios se ha ido' es un libro desesperado y divertido
"Yo veo esta novela como el hilarante vía crucis de un separado", resumió ayer Javier García Sánchez la novela Dios se ha ido (Planeta), que le valió en marzo el Premio Azorín 2003, y que ayer presentó en Madrid con Eduardo Mendoza. "El libro va pidiendo, a veces de una forma explícita, que sea leído con calma, porque tiene una textura rica y compleja bajo una apariencia humorística", apuntó Mendoza.
Bajo el título de Demolición y el seudónimo de Víctor Ruiz, el pasado 7 de marzo Javier García Sánchez (Barcelona, 1955) ganó el Premio Azorín de novela, dotado con 60.101 euros, que concede la Diputación de Alicante y la editorial Planeta. Y ahora, un mes más tarde, sale a la venta titulado Dios se ha ido. Narra la historia de un bibliotecario cuarentón al que su mujer y sus hijos abandonan.
"El río subterráneo que pasa a través de toda la novela es la vida y la soledad que está marcada por el sexo", explicó Eduardo Mendoza. El escritor catalán quiso dejar claro que es un libro desesperado pero no triste. "Es tremendamente divertido, porque la apuesta más importante es contar una historia cuyo leve argumento se va destruyendo y machacando". "Continuamente se está hablando al lector y haciendo digresiones, a veces de las cosas más peregrinas, sujetas todas por una densa trama de humor". "Un humor en el que en muchas ocasiones es abiertamente tronchante y en otras es simplemente de contemplación, no de situación", añadió el escritor, que lamentó no haber tenido tiempo para hacer un estudio más completo de la obra.
"Javier habla al lector y desnuda su juego. Está constantemente apelando no a su benevolencia, sino todo lo contrario. El lector sigue una peripecia que le puede parecer interesante y empieza una digresión, que puede tener 50 páginas, sobre la situación en España en los años setenta, o sobre las cosas que le suceden al narrador", señaló Mendoza. "Toda la novela se estructura en torno a una anécdota de una noche que empieza de una forma muy emocionante, cargada de intriga, y que sistemáticamente el autor va desactivando, hasta el desenlace sorprendente para el lector habituado a novelas convencionales".
García Sánchez pensaba que no se podían mezclar "los temas sagrados con el cachondeo", hasta que vio cómo la gente se reía con la película La vida de Brian, de los Monty Python, que cuenta la Pasión de Cristo. "Me di cuenta de que es posible reírse de las cosas más serias con respeto", un tono que mantiene en esta novela, en la que confiesa que le ha costado "mezclar lo hilarante con el vía crucis".
"Me interesa un tipo de novela de las que habló el autor de Moby Dick, Herman Melville. Él dijo: 'Quiero escribir novelas pulpo. Que son novelas terribles, que te envuelven y te sumergen y envían a profundidades abisales", explicó el ganador del Azorín. "Y a mí me apetece mucho la idea de que Dios se ha ido sea una pequeña novela pulpo, que te va a envolver y sumergir en el interior de la bañera de la conciencia y te va a permitir ver cosas que no habías visto antes".
El escritor ganó en 1991 el Premio Herralde con La historia más triste y en 1989 el Premio Ojo Crítico de RNE con El mecanógrafo.
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