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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

¿Qué fue del 'Prestige'?

España se enfrenta a un desafío que jamás se había planteado antes en ningún lugar del planeta: rescatar, a una profundidad de casi 4.000 metros, las 37.000 toneladas de fuel que permanecen en el pecio del Prestige. La compañía Repsol, asociada a otras cinco compañías extranjeras, ha dejado en un segundo plano la recomendación del comité científico que se ocupó del asunto y que aconsejó extraer el fuel mediante bombeo, y va a ensayar un novedoso método de "extracción por gravedad" con un robot submarino. Si sale bien, el consorcio petrolero se habrá apuntado un gran éxito, porque los 20 millones que costaría es apenas la décima parte del coste de la otra solución. Pero el Gobierno se arriesga a que si falla el método lo acusen de haber antepuesto razones presupuestarias al criterio de los científicos.

Los políticos tienden a creer que los problemas desaparecen con sólo enunciar su solución, y en algo de eso incurrió el vicepresidente primero del Gobierno, Mariano Rajoy, al proclamar este fin de semana en Galicia que la "situación está ya muy cerca de la normalidad". El propio Rajoy y la ministra de Medio Ambiente, Elvira Rodríguez, vienen prometiendo desde hace días que todas las playas gallegas estarán listas para el baño en el mes de junio. Es un objetivo loable, avalado por los progresos en las labores de recuperación que se han conseguido en zonas como el Parque Nacional de las Islas Atlánticas. Pero como el Gobierno ha confundido muy a menudo los deseos con la realidad, las zonas más afectadas recelan de las promesas oficiales.

Aunque la situación de los arenales haya mejorado notoriamente, el chapapote permanece enterrado en capas más profundas. Y en la castigada Costa da Morte hay aún decenas de zonas rocosas y acantilados de difícil acceso que no dará tiempo a limpiar antes del verano. El fuel quedará expuesto a largas horas de sol y altas temperaturas que seguramente lo devolverán al mar dejándolo otra vez a merced de las corrientes. Es comprensible que el Gobierno tenga prisa por pasar la página negra del Prestige, pero los hechos son tozudos. Y las secuelas de una catástrofe de esta magnitud no desaparecen de la noche a la mañana, por mucho que se fuerce a los pescadores a regresar a sus faenas sin información completa sobre el estado de los fondos marinos o por mucho que se persevere en la teoría de las "playas esplendorosas".

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