Inquietud
Dos semanas después de que la Organización Mundial de la Salud emitiera una alerta mundial, la extraña neumonía asiática sigue cobrándose vidas y amenaza con extenderse. El balance era ayer de 2.223 afectados y 78 muertos. Pese a que la comunidad científica ha batido en este caso un récord de celeridad en la identificación del agente patógeno, gracias a la colaboración de diferentes equipos desde distintos países, todavía persisten incógnitas de enorme importancia para determinar el peligro potencial de este nuevo foco infeccioso, entre ellas, cómo se transmite y de dónde procede. La sospecha de que la transmisión se produzca por el aire y no sólo cuando se entra en contacto con los fluidos del afectado, convierte a la neumonía asiática en una enfermedad infecciosa con enorme capacidad de expansión.
Existen, pues, motivos para la inquietud y están más que justificadas las drásticas recomendaciones de la OMS de no viajar a las zonas afectadas. En un tiempo en que los virus viajan en avión y son millones las personas que se desplazan entre diferentes países, es preciso actuar con determinación, aun a riesgo de crear inquietud, porque no hay peor alarma que la pasividad ante una amenaza cierta. Desde este punto de vista, habrá que aclarar si el silencio y la pasividad de las autoridades sanitarias chinas cuando aparecieron los primeros casos en la región de Guandong, en noviembre pasado, no han sido determinantes en la extensión de esta enfermedad para la que por ahora no existe tratamiento.
El tiempo dirá si estamos ante un episodio puntual de una nueva infección controlable o en el inicio de una pandemia de gran alcance. Mientras tanto, sólo cabe una respuesta: evitar viajar a las zonas afectadas, vigilancia extrema de los casos que puedan aparecer y máximo rigor en el tratamiento de los enfermos que se diagnostiquen para evitar en lo posible el número de contagios.
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