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AMENAZA DE GUERRA | La zona del conflicto

Un desertor de la Guardia Republicana de Sadam asegura que manejan armas químicas

El militar afirma que la "moral de las tropas iraquíes depende de las unidades de ejecución"

Juan Carlos Sanz

"No puedo decir nombre ni graduación; tengo que proteger a quienes he dejado atrás". Iba encapuchado, la cabeza cubierta por un kefiye (pañuelo) kurdo que contribuía a distorsionar su voz. El militar iraquí, presuntamente un oficial, compareció ayer ante la prensa internacional en Suleimaniya tras abandonar la Guardia Republicana, el cuerpo de élite que protege a Sadam Husein, y entregarse a las milicias kurdas que controlan la zona autónoma del norte de Irak. "En la Guardia Republicana hay unidades que manejan armas químicas", afirmó el desertor.

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Los servicios de seguridad de la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK), la milicia que administra el sur de la región bajo autogobierno kurdo, organizaron la rueda de prensa del miembro de la Guardia Republicana, quien la víspera ya había hecho declaraciones públicas sobre su rendición a un canal de televisión del Kurdistán autónomo. Aunque no parece factible contrastar la veracidad de sus afirmaciones, el militar iraquí tampoco cayó en contradicciones, a pesar del implacable interrogatorio al que fue sometido por decenas de periodistas norteamericanos y europeos.

"Tengo 26 años. Estoy casado y tengo un hijo. Era jefe de Movimientos en la unidad de Mosul , del Comando Centro de Administración de la Guardia Republicana", fueron algunos de los escasos datos personales que facilitó. Su peripecia comenzó, según su relato, al ser alistado hace unos 10 meses en el cuerpo de élite del Ejército iraquí, que cuenta con unos 100.000 soldados. "Mi nombre es árabe, pero mi apellido es kurdo. Sin embargo, se modificó fortuitamente por un fallo informático, y en Bagdad me enviaron a la Guardia Republicana", asegura el desertor. En su primer destino, Tikrit (ciudad natal y feudo de Sadam Husein, situada a unos 150 kilómetros al norte de Bagdad), no sabían que era kurdo. Pero al ser enviado cinco meses después a Mosul volvieron a investigar su expediente y comprobaron que era kurdo. "A partir de ese instante perdí la libertad de movimientos, y se me prohibió ir a los puntos más sensibles de las instalaciones militares. Me trataban como a un criminal", recordaba ayer. El pasado 18 de febrero cruzó la frontera del Kurdistán iraquí, que escapa al poder de Bagdad por la protección que le ofrecen desde 1991 los cazas de combate estadounidenses y británicos, y se entregó a los agentes de seguridad en Suleimaniya.

"Al principio, las fuerzas de la Guardia Republicana no se retirarán si entran en combate", advirtió el desertor, "pero su moral depende más de las unidades de ejecución , que acaban con quienes retroceden. Es mejor morir luchando contra los norteamericanos que en sus manos. Pero cuando se derrumbe el régimen, todos desertarán". Por el momento, asegura que en su unidad sigue siendo obligatorio, so pena de castigo, participar en un entrenamiento semanal de siete horas sobre el uso de máscaras antigás y trajes de protección contra la guerra química. "Nosotros sólo nos preparábamos para protegernos, pero entre las fuerzas de la Guardia Republicana destacada en Mosul hay unidades especializadas en el manejo de armas químicas", afirmó más tarde.

Defensa de Mosul

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Para el miembro del cuerpo de élite iraquí huido a las filas kurdas, Sadam ha concentrado sus líneas de defensa en el norte de Irak en Mosul, mientras parece haber descartado la lucha para mantener el control de Kirkuk. "Ambas guarniciones cuentan con 10.000 hombres, pero sus refuerzos, otros 25.000 soldados, están agrupados alrededor de Mosul", aseguró. Los líderes del Kurdistán han expresado su temor a que las fuerzas iraquíes hagan estallar explosivos colocados en los yacimientos de petróleo de la llanura de Kirkuk antes de que puedan caer en manos de las milicias kurdas.

El militar iraquí respondió de forma abierta a casi todas las preguntas, y sólo mostró vacilación cuando los informadores insistieron en conocer si había facilitado informaciones a EE UU. "Me interrogaron los servicios de seguridad de Suleimaniya... Bueno, sí; también me han interrogado unos extranjeros hace unos pocos días... ¿En qué idioma hablaban? En inglés... No, no sé su nacionalidad", vacilaba, acosado a preguntas.

"¿Hablaban como yo?", inquirió finalmente un periodista con un exagerado acento norteamericano.

"No sabría qué decirle. Pero me hicieron tantas preguntas como ustedes", le replicó el desertor.

Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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