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Reportaje:AMENAZA DE GUERRA | La situación en Irak

Paisaje de guerra al sur de Irak

Los más de 500 kilómetros desde Bagdad a la frontera con Kuwait ya están llenos de trincheras y sacos de arena

Francisco Peregil

Basora es la ciudad iraquí más cercana a la frontera con Kuwait. A menos de 100 kilómetros de allí, cientos de miles de soldados americanos esperan una orden para invadir el país. En el paseo portuario de la ciudad, a lo largo de varios kilómetros, esculturas a tamaño real de 60 oficiales de bronce señalan con un brazo a Irán, el viejo enemigo de Irak, con el que los iraquíes libraron una guerra de ocho años (1980-1988). Basora fue entonces, una vez más, una de las ciudades más castigadas.

Esta vez Basora sería el prólogo antes de Bagdad. Situada a 549 kilómetros al sur de la capital, hace varios días que el acceso a los periodistas está prohibido en la zona. Sin embargo, ayer, un autobús de los brigadistas españoles que cada semana parten de España para apoyar el "no a la guerra" durante cuatro días en Bagdad tuvo ocasión de visitar Basora. Y con ellos, un grupo de periodistas.

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El paisaje, desde Bagdad a Kuwait, ya es de guerra. Apenas se ve a alguno de los 300.000 soldados con los que cuenta este país de 22 millones de habitantes. Pero a los lados de la autovía que conduce a Basora raro es el kilómetro donde no se ha levantado una trinchera o un montículo de dos metros de arena en forma de círculo coronado por sacos blancos de arena. En cuanto a los soldados, apenas se ve un camión de jóvenes militares, de unos 20 años, que posan sonrientes para las fotos que se quieren hacer los brigadistas españoles con ellos.

En el camino desde Bagdad casi todo es desierto moteado de pequeñas poblaciones asentadas en zonas verdes de riachuelos y charcos. Y todo es llano hasta Basora. Si los estadounidenses pasan la frontera de Kuwait, ése será el camino que recorrerán hasta Bagdad. En Basora, a apenas 50 kilómetros de Kuwait, se siente la presencia de los aviones americanos. A las doce menos cuarto de la noche sonó durante dos minutos la alarma antiaérea en esta ciudad de un millón de habitantes aproximadamente. A las siete de la mañana volverá a sonar otra vez. "Aquí estamos acostumbrados a las sirenas", comenta el doctor Abdelkariz, del hospital materno-infantil de la ciudad. "Son tantos los helicópteros y aeroplanos que entran en nuestro espacio aéreo que ya apenas hacen sonar las sirenas, y cuando suenan todo sigue igual, no nos asustamos".

El doctor muestra una serie de fotografías horripilantes de bebés con todo tipo de bultos, protuberancias y malformaciones. Ésos fueron los estragos que, según el doctor, dejó la guerra en Basora y el uranio empobrecido con que se revisten los proyectiles. "La gente preguntaba antes si su hijo iba a ser niña o niño. Ahora pregunta si viene bien o mal. Aquí se disparó el índice de niños con leucemia. Y ahora no podemos tratarlo con el medicamento adecuado porque, según Naciones Unidas, podrían permitir el desarrollo de armas químicas en el país".

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"El problema del uranio es que sus partículas se quedan suspendidas en el polvo y entran en la cadena alimentaria. En los alrededores de Basora hay unas 300 toneladas de chatarra de tanques con uranio empobrecido. En Kuwait costó una millonada recoger esa basura, empaquetarla y enviarla a Estados Unidos. Aquí, en Basora, se ha optado por recubrirla de arena", comenta un miembro del Comité por la Solidaridad de la Causa Árabe.

Según el médico Abdelkariz, después de la guerra se dispararon las malformaciones congénitas en Basora en un 3%. "Esa cifra supera con creces la media mundial. Pero la Organización Mundial de la Salud no reconoce el dato porque dice que pueden que no se deban a los estragos producidos por la guerra. Y nosotros, a causa del embargo, no tenemos laboratorios con medios suficientes para mostrar que las malformaciones se deben a los efectos del uranio".

Basora era una ciudad turística antes de la guerra del Golfo de 1991. Pero los bombardeos mellaron la capa freática de la ciudad y ahora las aguas estancadas le dan un olor y aspecto poco compatible con el turismo. El hotel de lujo Sheraton, donde se alojaron los cerca de 30 brigadistas españoles, tiene aspecto de no haber recibido una visita tan numerosa desde hace mucho tiempo. Apenas nadie más se alojaba allí.

Y nadie más se alojará durante estos días. Por eso, en honor de los españoles, durante todo un día, el hilo musical transmitía canciones de Julio Iglesias.

Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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