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Reportaje:

El imperio del aceite hirviendo

El olor a churros y buñuelos que invade Valencia durante las Fallas suscita quejas de vecinos y comerciantes

Sara Velert

El imperio del aceite hirviendo conquista Valencia. Desde hace días el olor a churros, porras y buñuelos invade las calles desde al menos un centenar de puestos; cada vez son más y aún quedan por venir. Lo que para unos es tufo a aceite refrito, para otros es aroma que abre el apetito, y si muchos disfrutan comiendo la masa frita, también son numerosos los que esperan a que pasen las Fallas para ventilar sus casas. A cuatro euros la docena, porras y buñuelos crean más de un conflicto, entre churreros y vecinos, y entre estos vendedores y la Policía Local o Sanidad. Hasta se quejan los dueños del negocio, por la caja que hacen las Fallas por dejarles vender en su zona.

"A mí me molesta mogollón el olor, impregna hasta la ropa", se queja Ana Donat, que desde su piso en la calle de Ciscar huele el puesto con que una horchatería ha estrechado la acera. Como casi todos los afectados, espera estoicamente a que pase la fiesta. Junto a la Falla Ciscar-Burriana, el asunto ha ido más lejos porque una tienda de ropa se topó con los buñuelos a la puerta, y las prendas con ese perfume no venden, por lo que el puesto ha tenido que cambiar de sitio. "Es que molesta bastante, sobre todo cuando calientan el aceite", dice Teresa López, de un comercio cercano. "Y puede haber problemas para que pasen ambulancias o los bomberos", añade. En la plaza de España, un tenderete ha sido mudado varias veces hasta alcanzar una distancia suficiente para dejar respirar a los vecinos de un edificio. En la calle de Hospital, "por la tarde es tremendo porque el olor se acumula en las casas", cuenta Juan Carlos Martínez, portero de un edificio. Quejas hay, pero son pocas las denuncias, dice la Policía Local.

El 10 de marzo, la concejalía de Sanidad ya tenía un lista de 151 permisos presentados, pero el plazo no se cierra hasta mañana, y el número aumentará. El año pasado fueron 200 puestos, en los que Sanidad controló in situ las condiciones higiénico-sanitarias, el aceite, el agua y el resto de materia prima. El año pasado, de 114 tomas de aceite sólo una era inaceptable, explican en Sanidad. Tras una primera inspección, los días grandes de la fiesta se recorren establecimientos de día y de noche, pero los cuatro farmacéuticos y dos auxiliares de inspección asignados a este servicio no dan abasto. Y un aceite requemado se puede retirar sin demora, pero el resultado de las muestras de buñuelos tarda días en conocerse, normalmente cuando el churrero ya no está. "Hay poquísimo personal para una buena tarea de inspección", apunta la concejal socialista Carmen Estellés. Las posibles infracciones no acaban ahí, porque el bando anual de Fallas de la alcaldesa, Rita Barberá, dice que los puestos "en ningún caso excederán de seis metros de largo por uno de ancho". A simple vista, la mayoría son más anchos, aunque los hay embutidos en soportales, como uno de la plaza del Ayuntamiento, que aprovecha hasta una verja de hierro para colgar un gran rollo de papel.

La policía pide las licencias, los carnets de manipulador de alimentos... y este año ha requisado al menos dos máquinas para preparar chocolate caliente. La gran mayoría de los churreros va de feria en feria con toldos que anuncian churros, y chocolate. "¿Tu crees que una churrería puede estar sin vender chocolate?", es la pregunta que repiten al tiempo que defienden su profesionalidad. "Ni agua nos dejan vender", se lamentan. Pero si se puede se ofrece, también chocolate, "para qué nos vamos a engañar", dice María del Mar González, que viene a Valencia desde hace 10 años. Pagan licencias, alojamiento, sueldos, a los bares que los contratan y a las Fallas, "que abusan cada vez más". Son los locales y las comisiones falleras las que les dan sitio en la zona que ocupan, y eso se paga, hasta 6.000 euros, coinciden varios vendedores. "¿Y ellos no ganan?", replican los falleros. "El Ayuntamiento lo deja todo en manos de las Fallas, son las que mandan", dicen los churreros en la ciudad del buñuelo.

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Sobre la firma

Sara Velert
Redactora de Internacional. Trabaja en EL PAÍS desde 1993, donde ha pasado también por la sección de Última Hora y ha cubierto en Valencia la información municipal, de medio ambiente y tribunales. Es licenciada en Geografía e Historia y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, de cuya escuela ha sido profesora de redacción.

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