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Crónica:LA GUERRA DE AZNAR / 1
Crónica
Texto informativo con interpretación

"El presidente tiene una visión"

Cómo y por qué España se alineó incondicionalmente con EE UU en el conflicto de Irak

Miguel González

"El presidente tiene una visión", afirma uno de sus colaboradores en tono de confidencia. ¿Una misión? "También. Nunca he visto a nadie tan decidido a cumplirla, aunque sea al precio de perder las elecciones", contesta un ministro resignado. "Quiero compartir con vosotros mi visión sobre el papel de España en la defensa de un orden mundial civilizado", afirmó el pasado lunes Aznar ante más de 500 cargos del Partido Popular, acogotados por unas encuestas que reflejan la caída libre de la confianza de los ciudadanos en el Gobierno y la contestación social sin precedentes ante la que parece cada vez más inevitable guerra contra Irak. "Nadie nos votaría si diéramos marcha atrás", advierte Aznar a los dubitativos. Lo que no explica en su discurso es dónde estamos exactamente, ni cómo hemos llegado hasta aquí.

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10 DE SEPTIEMBRE DE 2002 La llamada de Bush

Víspera del primer aniversario de los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono. El presidente recibe a un grupo de periodistas en La Moncloa. En torno a un desayuno y al amparo del off the record, pasa revista a los temas del nuevo curso político. Se le nota relajado y de buen humor, a pesar de que las vacaciones se han visto dramáticamente interrumpidas por el coche bomba de Santa Pola y el pleno extraordinario del Congreso, que ha dado vía libre a la ley de Partidos Políticos, iniciando el proceso para ilegalizar a Batasuna. La cita está concertada desde una semana antes y entre los asistentes no hay ningún experto en política internacional. Las preguntas giran, una vez más, en torno a la situación del País Vasco. Pero Aznar hace una revelación imprevista, que da un vuelco a la conversación: "Esta tarde voy a hablar con Bush", anuncia. Ya sabe que el presidente de los Estados Unidos, que 48 horas después amenazaría con usar la fuerza contra Irak ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, va a pedirle su apoyo. Y él se lo va a dar. "Nadie discute que Sadam Husein ha incumplido hasta 16 resoluciones del Consejo de Seguridad y hay indicios inquietantes de que almacena armas de destrucción masiva", explica. "A España le parece deseable que se conforme una posición común en el seno del Consejo de Seguridad, pero no lo considera imprescindible", agrega. "Ante el reto del terrorismo, no se pueden tener dudas. Ahora debemos ser coherentes con lo que venimos defendiendo hace tiempo. España sabe de qué lado está, tiene poderosas razones para ello", concluye. Las declaraciones de Aznar, atribuidas por la prensa al entorno del presidente, caen como una bomba en el seno del Gobierno. La primera desconcertada es la ministra de Asuntos Exteriores, Ana Palacio, quien el 13 de agosto, tras reunirse con el secretario de Estado Colin Powell en Washington, dijo que España no comprendería que Estados Unidos recurriese de forma inmediata a la fuerza contra Irak. "La ONU debe asumir el papel protagonista y aún queda margen para presionar diplomáticamente a Husein", afirmó la jefa de la diplomacia española. La resolución 1441, la que augura "serias consecuencias" para el régimen de Bagdad si no se desarma, no se aprobó hasta el 8 de noviembre. Pero dos meses antes, Aznar ya consideraba que había base legal suficiente para un ataque.

12 DE JUNIO DE 2001 En el rancho de Aznar

En un gesto sin precedentes, un presidente de Estados Unidos inicia en España su primera gira europea. La idea ha partido de la Casa Blanca y ha supuesto una agradable sorpresa para la diplomacia española. Bush, que sólo lleva 130 días en el cargo, carece de experiencia internacional y sus asesores temen que se enrede en los sutiles vericuetos de la política europea. Sus primeras medidas, como la negativa a firmar el Protocolo de Kioto, han levantado ampollas a este lado del Atlántico y el programa del viaje es agotador: cumbre en Bruselas de la OTAN, reunión con la UE en Gotemburgo (Suecia), visita oficial a Polonia y entrevista con Putin en Liubliana (Eslovenia). Los asesores de Bush creen que la escala en España puede servir de aterrizaje suave, un aperitivo amable antes de meterse en faena. Incluso sugieren que la reunión se celebre fuera de Madrid, en un entorno rural. Moncloa piensa en la posibilidad de llevarlo a Doñana, pero el aparato de seguridad que rodea al presidente de EE UU -120 agentes del FBI y la CIA- dificulta el desplazamiento y se opta por un lugar más accesible, la finca del Ministerio de Medio Ambiente en Quintos de la Mora (Toledo), rebautizada por Bush como "el rancho de Aznar". El buen tiempo contribuye al éxito de la reunión. Los presidentes, acompañados de sus ministros de Exteriores y colaboradores más próximos, pasan a la terraza y siguen discutiendo en mangas de camisa. Powell es objeto de bromas porque continuamente se levanta en busca de un informe sobre Oriente Medio que le ha prometido Tenet (director de la CIA) y no acaba de llegar. En público, Bush obsequia a su anfitrión con una promesa de apoyo en la lucha contra el terrorismo de ETA y Aznar le corresponde con una declaración de respaldo al polémico escudo antimisiles, la primera de un líder europeo. En privado, Aznar se aventura a expresar una opinión favorable de Vladímir Putin, a quien Bush todavía no conoce. Le dice que es un dirigente serio, comprometido con la reforma de Rusia, al que vale la pena respaldar, a pesar de su política en Chechenia. De regreso a Washington, Bush telefonea a Aznar y le dice que coincide plenamente con su juicio sobre Putin, en contra del criterio de algunos de sus asesores.

28 DE NOVIEMBRE DE 2001 "¡Ya era hora!"

"¡It's about time!" (¡Ya era hora!), es lo primero que le dice el presidente Bush a Aznar al recibirle en la Casa Blanca. Han pasado más de dos meses desde el 11-S y la mayoría de los líderes europeos (Jacques Chirac, Tony Blair, Silvio Berlusconi y Putin) ya han desfilado por Washington para darle el pésame. Aznar, frío y metódico como siempre, no ha considerado necesario adelantar una visita que estaba programada antes de los atentados. "Con la misma rapidez con que suben la escalera de la solidaridad, bajarán la del compromiso", le contesta el jefe del Gobierno español. O, al menos, ésa es la frase que ha quedado en la memoria de sus colaboradores. Bush, que en su anterior escala en España sólo prestó una atención cortés a la inquietud de Aznar por el problema del terrorismo, lo ha convertido ahora en su principal obsesión.

El 7 de octubre se ha iniciado la guerra de Afganistán, en la que Madrid colabora con la cesión de las bases de Rota y Morón, la detención en territorio español de presuntos miembros de la red Al Qaeda y, más adelante, el envío de buques y tropas. Pero el mayor interés de la Administración estadounidense radica en que, a partir del 1 de enero, España asumirá la presidencia de la UE. Hasta ese momento, la presidencia belga ha respondido con tan buenas palabras como escasos hechos a las peticiones de Washington, que tropiezan con la aplicación de la pena de muerte en Estados Unidos y la pretensión de someter a los sospechosos a tribunales militares, despojándoles de las garantías reconocidas en las convenciones internacionales sobre derechos humanos. Aznar pasa por alto estos reparos y promete apoyar "todos los esfuerzos del presidente norteamericano para erradicar y eliminar" a los terroristas. Bush derrocha amabilidad con su invitado e incluso se esfuerza en pronunciar algunas palabras en español ante los periodistas. "Tenemos hambre", les dice sonriente, "y sólo contestaremos cuatro preguntas".

1 DE MAYO DE 2002 Desayuno en Camp David

El jefe del Gobierno español regresa a Washington, esta vez investido como presidente de turno de la UE. Tres semanas antes, los ministros de Exteriores de los dos países han firmado en Madrid el nuevo convenio de Defensa, que facilita el uso del territorio español por las tropas estadounidenses y prorroga su presencia en las bases de Rota y Morón más allá del año 2010. Junto a Romano Prodi, Aznar preside la delegación europea de la cumbre transatlántica. Pero la reunión realmente importante se desarrolla durante el fin de semana en el complejo de Camp David, residencia campestre del presidente de EE UU, en los bosques de Maryland, a un centenar de kilómetros de Washington. Durante más de dos horas, Aznar y sus acompañantes comparten un desayuno de trabajo con la plana mayor de la Administración Bush: además del presidente, el vicepresidente Dick Cheney, el secretario de Estado Powell, la consejera de Seguridad Nacional, Condoleeza Rice, y la asesora presidencial Karen Hughe. Nunca antes un presidente español había sido objeto de trato tan deferente. Además de la lucha antiterrorista -EE UU ya ha incluido en la lista de organizaciones criminales a los grupos satélites de ETA y a 21 presuntos etarras con carácter individual-, Hispanoamérica ocupa un lugar destacado en la agenda. La actuación coordinada entre los dos países ya había dado un primer paso, más bien un tropezón, con la visita que los embajadores de España y EE UU hicieron al efímero presidente venezolano Pedro Carmona durante las horas en que triunfó el golpe de Estado contra Hugo Chávez, a principios de abril. Es allí, en la cabaña Laurel, donde Aznar conoce de primera mano la firme decisión de Estados Unidos de atacar Irak. Según algunas fuentes, fue Bush quien se lo dijo. Otras sostienen que delegó en su vicepresidente Dick Cheney. Al despedirse, Bush le obsequia con una halagadora muestra de confianza: "Contigo me entiendo muy bien, incluso mejor que con Blair. Tenemos que sentarnos en torno a la chimenea [o en zapatillas, según traducción no literal] para hablar de adónde va el mundo".

11 DE FEBRERO DE 2003 "Mi amigo Ánsar"

"Desde el primer momento, se ha producido una corriente de mutuo entendimiento y simpatía [entre Bush y yo] y una extraordinaria fluidez en nuestras relaciones", declara Aznar al diario The New York Times. El presidente de EE UU confirma esta relación aludiendo a su "amigo José María Ánsar [según su particular pronunciación]", cada vez que tiene oportunidad. ¿Cómo puede haber química personal entre dos personas que necesitan de intérprete para hablar entre sí? "Algunos medios de comunicación se empeñan en presentar a Bush como un tonto, pero esa imagen no responde a la realidad. Tiene pocas ideas y simples, pero claras", afirma un ministro español. "Bush y Aznar", agrega, "comparten la misma visión del mundo. Ambos creen que el poder es para ejercerlo y tienen una dimensión moral de su responsabilidad. Son hombres de convicciones muy firmes". "Seguramente", afirma un diplomático, "Blair es más religioso que Aznar, pero no deja de ser un laborista y en muchos temas está a años luz de Bush". Pese a ello, la Casa Blanca incluyó el año pasado al presidente español en la categoría de "nuevos líderes", junto a Blair, el mexicano Vicente Fox y el polaco Aleksander Kwasniewski, sin importarle demasiado el pasado comunista de este último.

27 DE JUNIO DE 2002 Los pies sobre la mesa

La imagen, tomada por un fotógrafo oficial y entregada a El Mundo, muestra a Aznar fumándose un puro con los pies sobre la mesa. A su lado, en idéntica actitud, está Bush y junto a ellos, con las piernas cruzadas, Chirac, Gerhard Shröder y el primer ministro japonés, Junichiro Koizumi. La imagen corresponde a un descanso de la reunión del G-8 en Kananaskis (Canadá). Según un asistente, Aznar ya estaba sentado cuando llegó Bush y se echó a su lado, poniendo los pies sobre la mesa, y él le imitó por puro mimetismo. La presencia del jefe del Gobierno español en el club de los más ricos del mundo fue casi una carambola, pues el primer ministro canadiense, Jean Chrétien, adelantó una reunión prevista para julio, permitiendo así la asistencia de Aznar, que perdería su condición de presidente de la UE sólo tres días después. Pero Aznar no se resignó a quedarse en la calle. "No estamos llamando a la puerta [del G-8], pero lo haremos. Les he dicho que se vayan acostumbrando a la presencia española en estas reuniones", dijo antes de regresar a Madrid. Otros miembros del Gobierno, como el vicepresidente Rodrigo Rato, se hacen menos ilusiones. "Mi experiencia", declaraba el pasado 16 de febrero a EL PAÍS, "es que los norteamericanos consideran que hay un exceso de representación europea en los organismos internacionales informales". En otras palabras: es muy difícil que España entre en el G-8 sin que lo hagan también países como México, Brasil, China o India. Y en un G-15 quizá no interese sentarse.

Con información de Luis R. Aizpeolea y Anabel Díez.

José María Aznar y George W. Bush, durante una rueda de prensa en el rancho del presidente estadounidense en Crawford (Tejas) el pasado 22 de febrero.
José María Aznar y George W. Bush, durante una rueda de prensa en el rancho del presidente estadounidense en Crawford (Tejas) el pasado 22 de febrero.ASSOCIATED PRESS

Una contrapartida atómica

El gobernador de Florida y hermano del presidente de EE UU, Jeb Bush, aseguró el pasado día 17, tras entrevistarse con el "presidente de la República española" (sic), José María Aznar, que el alineamiento con su país en la actual crisis reportará a España "beneficios que no se pueden imaginar ahora". Tras haberlo insinuado durante varias semanas, los miembros del Gobierno han dejado de aludir al apoyo de los servicios de inteligencia estadounidenses en la lucha contra ETA como una de las razones que explicarían la beligerancia española hacia Irak.

Responsables de la lucha antiterrorista reconocen que, "aunque la cooperación de EE UU es importante y va a más", no puede compararse por razones obvias con la de Francia, que mantiene posiciones antagónicas a Washington en la actual crisis. La cooperación militar -que incluye la venta de 35 aviones CN-235 de EADS-CASA a la Guardia Costera de EE UU- tampoco sirve de contrapartida, pues ya se esgrimió en la renovación del convenio de defensa el pasado año y no puede venderse la misma piel dos veces. Más calado tiene la concertación en Hispanoamérica.

El respaldo de los organismos financieros internacionales a Argentina, cuya crisis hipoteca a importantes empresas españolas, ha sido uno de los temas recurrentes en las entrevistas de Bush y Aznar en los dos últimos años. Pero fuentes diplomáticas subrayan que la política de EE UU en la región está guiada por el interés de sus propias compañías y sólo beneficiará a las españolas en la medida en que ambas coincidan. ¿Entonces? Hay un asunto que a medio plazo desvelará hasta qué punto el apoyo de EE UU a España es algo más que retórico. Se trata del emplazamiento del ITER, el reactor experimental de fusión nuclear, "el proyecto científico más importante del mundo después de la estación espacial", en palabras del ministro de Ciencia y Tecnología, Josep Piqué.

La inversión prevista es de 4.000 millones de euros, a los que sumar el beneficio derivado del trabajo de más de 3.000 científicos en sus instalaciones durante 20 años. Se calcula que sólo la construcción del reactor llevará una década y generará unos 1.500 empleos. España ha presentado la candidatura de Vandellòs (Tarragona), pero compite para albergar su sede con Cadarache (Francia), Clarington (Canadá) y Rokkasho (Japón). Estados Unidos, que se retiró del programa, se ha reincorporado al mismo, pero no presenta candidatura propia, por lo que su voto será decisivo para decantar la decisión final entre las localidades en liza.

España ha decidido mantener hasta el final la opción de Vandellòs, que alberga ya dos centrales nucleares (una de ellas prácticamente desmantelada y otra en funcionamiento), por temor a que la designación de una sola candidata europea beneficie a Francia. El futuro emplazamiento del ITER debería decidirse antes del verano, aunque no se descarta un aplazamiento. Por si acaso, Aznar ya ha traslado a Bush el interés de España por contar con su poderoso respaldo.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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